lunes, 25 de noviembre de 2019

Lengua contra viento y arena. Poetas, profesores, y activistas saharauis luchan para preservar la lengua castellana y frenar su retroceso en el desierto del Sáhara

*Fuente: La Vanguardia. XAVIER ALDEKOA | CAMPAMENTO DE TINDUF, CAMPAMENTO DE TINDUF. CORRESPONSAL. 24/11/2019. Foto: Javier Cortés, Un micro para el Sáhara
Hace 44 años, Ahmed Mohamed Fadel lo perdió todo menos tres cosas. Dejó atrás su casa en Sáhara Occidental, vio morir a amigos en la guerra con Marruecos y maniató su futuro en un exilio forzado a los campamentos saharauis de Tinduf. A sus 63 años, hoy Fadel usa un tono sosegado en el salón de su casa de la wilaya de Bajador al recordar cómo atravesó el desierto y llegó a tierras argelinas con una mochila casi vacía al hombro. Dentro, sólo había tres cosas: una foto del Che, un casete de Serrat y un libro de Federico García Lorca. “En aquel momento pensé que era pobre y no tenía nada. Ahora pienso que no podía haber llevado un equipaje más valioso”.
Para Fadel, poeta y activista cultural, esos tres recuerdos condensan una vida dedicada a la lucha y el arte y trazan un lazo invisible entre la historia de España y su excolonia africana, un territorio bajo control castellano durante más de cien años hasta 1975. “En esa mochila –explica Fadel– estaba lo que soy hoy porque el idioma español es todo para mí; es mi niñez, la lengua con la que pienso o siento y con la que me acuesto cada noche. El idioma de Cervantes vive refugiado con nosotros”. Pese a su pasión, al hablar de su amor incondicional a la lengua española, a Fadel se le ensombrece el gesto. Se ajusta el turbante y se revuelve inquieto para lanzar un grito desesperado: el español en el Sáhara está en peligro.
“Necesitamos gargantas que den la voz de alerta. Es una cuestión de cultura española, de legado y de raíz común; la presencia del español aquí se remonta hasta el siglo XV con los Reyes Católicos y se está perdiendo. Si no se pone remedio, en una o dos generaciones, este patrimonio cultural común se perderá”. El de Fadel no es un grito inmóvil. Desde hace décadas, el escritor saharaui organiza encuentros con intelectuales que escriben en español, apoya festivales de cine o teatro y coordina recitales de poesía. Y no está solo en el esfuerzo. Alejados de los focos y desde el anonimato, cientos de saharauis luchan desde diferentes campos para preservar la lengua española y frenar su retroceso en la antigua provincia española del Sáhara.
Madya Mahum, de 26 años, no tiene complejos en considerarse uno de los muchos guardianes del español en el desierto. Tras estudiar en Cuba y España, dirige la biblioteca de Smara, donde el 90% de libros son en castellano. “Sí, me siento parte de una lucha por la supervivencia de la lengua. Somos el único país árabe que habla español, forma parte de nuestra identidad y tenemos que esforzarnos para conservarlo”. Además del préstamo de libros, Madya organiza juegos infantiles y clubs de lectura como parte del proyecto Bubisher, una red de bibliotecas y bibliobuses que lleva libros a los asentamientos para fomentar la lectura en español. Para Madya es necesario actuar ya desde todos los ámbitos. “No hay duda de que el español está en peligro, el nivel en la escuela es cada vez peor porque los mejores profesores se van por la falta de medios. Antes, la primera semana aprendías el abecedario completo, ahora sólo una letra cada semana. No es suficiente”.
A tiro de piedra de la biblioteca, Jadijetu Mohamed, de 23 años, está dispuesta a poner de su parte para llenar ese agujero. Licenciada en Lengua española en Argelia, y con varios másters y cursos online de especialización, representa a la generación joven y formada dispuesta a sumar. “Quiero impartir clases de español a mi pueblo y ayudar a preservarlo, es un tesoro que se hable castellano en el desierto”. Aunque echa de menos a su segunda madre en Cornellà de Llobregat, ciudad en la que vivió varios meses de los once a los catorce años, Jadijetu sabe que sus conocimientos pueden ser útiles en la hamada. “Nadie sabe qué pasará en el futuro, pero mientras tanto quiero ayudar aquí”.
Algunos síntomas avisan de que se acaba el tiempo de reacción. Aunque el español es la segunda lengua oficial de la República Árabe Saharaui Democrática después del hassania, un dialecto del árabe, el año pasado la televisión pública saharaui paró de emitir el único informativo diario en español. Ahora todos son en árabe. Para Jalil Mohamed Lamin, responsable de cooperación del Ministerio de Información, el motivo está en las ausencias. “Cada vez es más difícil. Los jóvenes con buen conocimiento de español se marchan. En la radio pasa igual, antes el castellano tenía una presencia constante y ahora nada”. En este caso, la resistencia viene de Madrid, desde donde el periodista Jalil Mohamed realiza prácticamente en solitario cientos de vídeos y notas de prensa en castellano para la web de la televisión y las redes sociales.
Desde el activismo político en los campamentos, Tiba Chagaf pide perspectiva y reparte culpas. Responsable de cooperación del Ministerio de Cultura, critica la pasividad del Gobierno español y el Instituto Cervantes porque, en su opinión, no respaldan proyectos de fomento del español en los campamentos para no incomodar a Marruecos, que tiene en el control migratorio y los acuerdos de pesca dos importantes cartas de presión. “España debería considerar el español en el Sáhara parte de su cultura, es una pena que priorice intereses políticos”. Pero Chagaf, que se formó en Cuba y conversa cada noche por WhatsApp con sus amigos cubarahuis, diferencia política y sociedad española. Subraya la “importancia clave” de programas como Vacaciones en paz, iniciado en 1979, y en el que familias españolas voluntarias acogen a niños saharauis durante el verano. “Los niños se sumergen en la realidad española y se familiarizan de verdad con el idioma”. Aunque Chagaf admite las dificultades para preservar el español, su alma revolucionaria no admite el desaliento. “Cuando llegamos aquí hace 40 años –recuerda– dábamos clases de español en haimas o tiendas de campaña, sin recursos. Cada profesor hacía los libros a mano para sus alumnos. Si no nos rendimos entonces, no lo haremos ahora”.
Una calurosa mañana, Chagaf insiste en acompañarnos a la escuela Martir Mulay Lhij Sid, del campamento de El Aiun. Al final de un patio alargado, se oye a niños recitar: “eme con la a, ma; eme con la i, mi…”. Dentro, Embarek Rais, profesor de español de 30 años, pregunta cuáles son las palabras favoritas en castellano a sus alumnos, de ocho años, y sonríe satisfecho al observar como todos estiran las manos hacia el cielo. Aunque estamos en mitad del desierto y rodeados de arena, en su elección de palabras preferidas los niños dejan claro que la lengua puede ser también un vehículo para soñar: “¡piscina!”, “¡amigo!”, “¡mar!”.

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