jueves, 22 de julio de 2010

Hayat Rguibi: "He visto palizas desde que era una niña"



HAYAT RGUIBI, UNA DE LAS ACTIVISTAS QUE VISITÓ LOS CAMPAMENTOS EN TINDUF Y RECIBIÓ UNA PALIZA AL REGRESAR AL AAIÚN

"He visto palizas desde que era una niña"

GUINGUINBALI LAURA GALLEGO Las Palmas de Gran Canaria 22/07/2010

Estos días, se han publicado imágenes de esta mujer dolorida, en el suelo, después de recibir golpes y porrazos por parte de la policía la noche del domingo; aparece en otra fotografía en mitad de una masa de gente, hinchadas las venas del cuello, puño en alto, haciendo la señal de victoria con la que los saharauis expresan su lucha por la independencia. Es una de las activistas por los derechos humanos que regresaba de visitar los campamentos de Tinduf.

Pero al día siguiente, Hayat Rguibi, sentada en el suelo, en la esquina de una habitación de una típica casa saharaui, es, también, una adolescente de solo 19 años que se sonroja cuando su amigo, que está haciendo las veces de traductor, le lanza pícaras insinuaciones. Y se deshace en carcajadas nerviosas cuando le decimos que hacen buena pareja. Una adolescente que, por haber realizado este viaje, ya no podrá asistir al instituto, donde estaba estudiando informática. Pero que aún aspira a aprender idiomas; e incluso, puestos a soñar, a convertirse en “abogada, para defender a mi gente”.

De momento, siendo tan joven, ya tiene un nombre dentro de la Intifada. Es activista desde los 14 años. Ella nació bajo la ocupación y, en las circunstancias actuales, desgraciadamente, parecen más realistas los anhelos que también expresa a este respecto: “Es bueno que todos sepan quien eres, si, es a lo que aspiro, a que me respeten por mi lucha”.

La delegación de la que formó parte es la séptima que desde el pasado mes de octubre visita los campamentos; la séptima formada por activistas de los derechos humanos. Hasta ese momento, iban los que, en virtud de un acuerdo firmado entre el Polisario y Marruecos, eran escogidos para un programa denominado Puente de la confianza, y a quienes acompañaba personal de la ONU. Pero según dicen los dirigentes saharauis, Marruecos “solo deja usar ese puente a quienes no pueden protestar, selecciona a los que tienen comercios, o familiares en la cárcel, cualquier circunstancia que les impida hablar claro cuando llegan a los campamentos”. Por eso, ellos están haciendo llegar ahora a estos activistas.

En Tinduf, donde Hayat ha pasado cinco días, se ha reunido con familiares que no conocía, pero de los que llevaba años oyendo hablar; aunque todos, dice, son de algún modo familia. Los más ancianos se echaron a llorar al verlos. “Nos preguntan por la opresión marroqui, quieren saber cómo vivimos aquí y se les saltan las lágrimas al ver que hay jóvenes luchando como ellos lo han hecho”, narra.

No obstante, lo que más le conmovió fue “ver con mis ojos que allí hay un país, con un gobierno, gente muy inteligente que lucha por ser libre; fue muy emocionante, la verdad es que no tengo palabras para explicar lo que sentí”. Tampoco para describir “la tristeza de ver que nuestro país está partido en dos; eso duele mucho”, añade.

Hubo una manifestación clave en su vida, a partir de la cual, se incorporó a la lucha pacífica pero activa; aunque “la causa”, ese Sahara libre al que aspiran, la maman desde la cuna. “He visto pegar a mucha gente, palizas, desde que era una niña, desde que recuerdo; cuando eres pequeña la policía entra a veces en clase, a mis padres les han golpeado delante mía”. Por eso, por difícil que pueda resultar entender desde fuera que hagan a los niños partícipes de sucesos como los del domingo -cuando la policía, a su llegada, cargó contra decenas de personas que esperaban para recibirlos y tuvieron que atrincherarse en una vivienda durante toda la noche- a ella le parece normal: “Es bueno que estén, para que conozcan su causa, no es demasiado duro, no, así se acostumbran”. A los golpes, dice, se van a tener que acostumbrar aunque no quieran. En su caso, ha pasado por todo. Detenciones, torturas e incluso, confiesa en un hilo de voz “intentos de violación”.

Para Hayat, lo esa noche ya es algo normal. “Me alegro de que hubiera españoles, porque si no, hubieran entrado en la casa desde el primer momento, pero no quieren que la gente lo vea, que sepan lo que ocurre”. ¿Cómo explicar esa violencia? “En cualquier país ocupado, el ocupante aplasta al ocupado, ellos dicen que todos somos marroquis, y no quieren que salgas a decir que eres saharaui, ni que nuestro mensaje sobre los territorios ocupados llegue a los campamentos; nosotros somos portavoces de algo que quieren ocultar”.

Pero eso no les va a frenar, asegura. Ella conocía bien el riesgo y, aún así, cuando el Frente Polisario la eligió para formar parte del grupo se sintió “honrada”. “Esperaba este recibimiento, si, pero es que estoy dispuesta a hacer lo que sea por mi país, dar la vida si es necesario”. Como ella, había varias estudiantes más en el grupo. Afafe El Houcain o Inguia Elhaouassi, que se suman a la conversación, comentan que, si antes estaban fichadas, “ahora más, pero no nos importa”.

“Es que estas mujeres son muy valientes”, comenta el traductor. Cierto es que las mujeres, a nivel de activismo, están en primera fila. No hay distinciones respecto a los hombres. Sus grandes referencias son Aminatu Haidar y Algaliya Djime. “¡El ejemplo más grande!”, dice Afafe.

Entonces ¿que les parece que no haya presencia femenina en el Frente Polisario, en el Gobierno?. “La mujer lucha, y es una parte muy importante, además, pero sí, nos gustaría que fueran también llegando al poder, entrando en el gobierno; yo creo iremos llegando poco a poco”, analizan.

Hay un par de ideas que todas quieren dejar claras, volviendo loco al traductor por un momento: “El pueblo saharaui va a seguir luchando, no queremos dinero de Marruecos, ni esperamos nada bueno de ellos, claro. Por eso agradecemos mucho a los españoles que nos apoyan, pero tienen que presionar a su gobierno y al resto de Europa para que hagan algo”.

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