Miquel CARTRÓ
Durante estos días, Miguel Ángel Moratinos, Ministro de asuntos exteriores del gobierno del Estado, visita Cuba con el objetivo de alcanzar la liberación de los presos políticos o de conciencia cubanos. Moratinos parece un ángel mediador entre la iglesia cubana - portavoz de la oposición interna al régimen cubano - y Raúl Castro, y lo podemos ver compungido ante la huelga de hambre del disidente Guillermo Fariñas. Miguel Ángel Moratinos se muestra, pues, con un rostro humanitario, sensible a los derechos humanos, cívicos, políticos y a los valores democráticos. Una cara que, observando el currículum del ministro, es la cara de una moneda falsa, del gobierno español.
Podríamos estar de acuerdo con el objetivo de la visita a Cuba, pero el movimiento solidario con el pueblo saharaui conocemos el desprecio que Miguel Ángel Moratinos y el gobierno de ZP ha tenido con la población saharaui. El jefe de la diplomacia española no ha hecho nunca ninguna gestión en defensa de los activistas de los derechos humanos saharauis detenidos, torturados, encarcelados o desaparecidos por la acción de las fuerzas de ocupación marroquíes. Miguel Ángel Moratinos y el gobierno de ZP no condenan el régimen marroquí, responsable de las violaciones constantes de los derechos humanos en el Sáhara Occidental. El gobierno del Estado tiene Marruecos como país amigo, a quien le vende armas, con quien expolia los recursos naturales del Sáhara Occidental, con quien comparte intereses económicos y estratégicos de todo tipo. El gobierno del Estado condecoró a los máximos responsables militares de Marruecos acusados de genocidio y recientemente organizó una cumbre europea de cooperación con Marruecos.
¿Cómo podemos creer las buenas intenciones de Moratinos a Cuba, si comparte mesa con Marruecos? ¿Qué valores democráticos o de derechos humanos Moratinos exige a Cuba? ¿Pone de ejemplo el régimen alauita? ¿Pone de ejemplo los presos y desaparecidos saharauis? ¿Pone de ejemplo su no mediación por los presos saharauis en huelga de hambre?
La definición de la diplomacia española tiene un nombre y lo sabe todo el mundo: hipocresía.
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