El pasado viernes 27 de febrero de 2015, y coincidiendo con el
vigésimo noveno aniversario de la República, a la cultura y sociedad saharaui
se les ha ido uno de sus referentes, Sid Mhamed Uld Laab Uld Elkori Uld Ozman,
el guerrillero revolucionario, el poeta, el rawi [1] y el humorista nacional. El 2009 compartí con él una extensa charla en su casa
del campamento de refugiados saharauis 27 de febrero. Estaba acompañado por su
mujer Alia y sus hijas. Le pregunté en qué año había nacido y tras meditar su
respuesta me dijo:
– Dicen los expertos que pretenden saber de todo, que yo había nacido
en 1913. Pero yo digo que he nacido en عام ﻋﯕلت انتلف
Am Aglet Entalfa. El año en el que se precipitaron muchas lluvias en Tiris y se
llenó de agua el pozo Aglet Entalfa.
Si la fecha que estos expertos decían de su nacimiento fuera
cierta, aunque él no estaba de acuerdo, Sid Mhamed habría vivido 102 años plenos,
coronados de muchos acontecimientos acaecidos entre circunstancias de guerra, cárcel
y exilio.
Nació en Uad Ayahfun, en la región de Tiyirit. Su familia era
nómada, como la inmensa mayoría de los saharauis que en aquellos tiempos nomadeaban
con sus ganados camellares entre el territorio del Sahara Occidental y regiones
fronterizas de Mauritania, desde Tiris Zemur, Adrar a Taganet. En el Sahara, me
decía Sid Mhamed:
– Nos movíamos, errantes, en una amplia zona comprendida entre
Lacraa, región de Dajla, Gur Leuafi, Gur Mansur, Sidahmed Ergueibi hasta Tiris,
Adrar Setuf, Leyuad, Leglaat, Agüeinit, Uad Yena, Haimer Mah, Eig, Intiyat,
Gleibat Asabaa, Dueyat, Bir Genduz, Auserd, Bir Nazaran y Tichla.
Me dijo que su familia tenía ganado de ابل لمرير
Ibil Lemrira [2]. Su padre, Laab
Uld Elkori Uld Ozman, fue finales del siglo XIX un destacado miembro del Estado Pan tribal
Saharaui ايد اربعين Eid Arbain, “La mano de los Cuarenta,” que fue interrumpido por
la irrupción de la potencia colonizadora española. Su padre nació en Tiris y
fue uno de los dirigentes que lucharon en contra de la presencia colonial
francesa en el Sahara y en Mauritania. Fue quien dirigió en el año 1936 la
batalla de شرواط Sharuata, donde cayó luchando contra las tropas coloniales francesas.
Sid Mhamed se quedó huérfano de madre a
una edad muy temprana.
Los recuerdos que tengo de Sid Mhamed vienen de mi infancia en los
años setenta cuando mi familia vivía en la ciudad de Auserd, actualmente
ocupada. Durante aquel periodo colonial español en el territorio, recuerdo que
Sid Mhamed tenía estrecha relación de amistad con mis padres. Era un caballero
de aquellos tiempos, que siempre lucía una elegante darraa de color azul
o blanco, un oscuro turbante de nila que enrollaba en su cuello y calzaba
unas míticas sandalias que llamaban انعيل كوردني naiel cordeni.
Cordeni deriva
del francés, cordons. Y unida a la palabra en hasania انعيل
naiel, significa “sandalias
de cordones”. A veces llevaba unas babuchas de color blanco o amarillo muy usadas
por los caballeros saharauis en aquellos años.
Toda la gente de Auserd buscaba su ansiado encuentro para
conversar y reír con sus explosivas y espontáneas frases con las que alegraba sus
encuentros con los demás. Tuvo mucha amistad con mi madre Jadiyetu, a quien él
siempre llamó Jueidiyetu. Por su edad él no la encajaba en el nombre de Jadiyetu,
que le sonaba más serio. Igual le sucedía con mi tía Alia, a quien llamaba
Laueilia, como apelativo de cariño y amistad. Era un ilustre caballero de su
tiempo, dominaba mucha literatura de la época de Mohamed Uld Tolba, Chej
Mohamed Elmami, Edjil Uld Sidi Baba, Ahmed Fal Arueiyi, Abdelahe Mohamed Salem,
Mhamed Uld Hadar, Elkafya Uld Buseif, entre otras figuras de esa época dorada
de la literatura hasania. Fue gran راوي و امغني rawi y emgani [3],
y sabía cómo lucirse con excelencia en los debates cuando se trataba del verso,
sus argumentos y sus contextos históricos en las tertulias literarias entre
poetas, sabios y hombres de letras.
El año 1975, durante el abandono español al Sahara y la posterior
invasión del territorio por Marruecos y Mauritania, Sid Mhamed ya formaba parte
de aquellas incipientes células del Frente Polisario que trabajaban
clandestinamente en el sur. Más tarde, con la entrada de Mauritania en la guerra
contra los saharauis, se unió a las primeras unidades guerrilleras del
Polisario en el llamado Frente Sur, en Auserd, desde donde se encaró
militarmente con el ejército invasor de la entonces Mauritania de Uld Dadah. Y
en la batalla de Inal y el asedio de La Güera (Cabo Blanco) en diciembre
1975 cayó herido y fue capturado por el ejército mauritano. Estuvo seis años en
la cárcel de Nuara, al este de Mauritania, hasta que fue puesto en libertad en
1980 tras el acuerdo de paz pactado entre Mauritania y el Frente Polisario en agosto
de 1979.
Me contó un compañero suyo de prisión que durante todo ese tiempo
de cautiverio militar, Sid Mhamed con 62 años, junto a Bulahi Taleb Omar, eran
el alma que animaba a sus compañeros de prisión, todos ellos una generación de jóvenes
veinteañeros, armándoles de fuerza moral para resistir las condiciones de la
cárcel y la lejanía de su familias durante todos aquellos años de presidio.
Mandela decía que “un hombre educado no puede ser oprimido porque es capaz de
pensar por sí mismo” y el liderazgo de Sid Mhamed entre sus coetáneos en la
cárcel era por esa capacidad y formación social que tenía inculcada en su
pensamiento para enfrentarse a la adversidad en las circunstancia de la vida.
Tras ese periodo de los años setenta y los convulsos
acontecimientos que conoció el territorio, no volví a saber de Sid Mhamed hasta
el otoño de 2009. Hacía un viaje de trabajo de investigación a los campamentos
saharauis y me acompañaba Carmen Gómez, investigadora de la École des Hautes
Études en Sciences Sociales, de París. Íbamos por la tarde caminando por el
campamento 27 de febrero cuando de repente reconocí a Sid Mhamed sentado cerca de
su jaima, en un espacio reservado donde solía hacer sus oraciones. Le dije a mi compañera que pasáramos para
saludar a aquel anciano que estaba absorto en sus rezos, mirando hacia el este.
Estuvimos un rato esperando hasta que terminó de rezar, nos acercamos a él y
nos sentamos a su lado. Yo, como le conocía
de niño y le tenía tanto aprecio, para saludarle le di un efusivo abrazo. Él sintió
que se trataba de alguien que le conocía y que le guardaba mucho cariño. Pero era
difícil reconocerme en aquel inesperado instante. Le dije:
– Sid Mhamed, sé que para ti es difícil reconocerme ahora mismo, alto
con pelo largo y con esta pinta inusual por este lugar y además hace mucho
tiempo que te fuiste a la guerra y yo no era más que un niño.
Para situarle mejor, continué:
– Mis padres son Jadiyetu Mint Omar y Mahmud Uld Awah.
Y de repente, su memoria le llevó a recordar mi madre con el nombre
de cariño con el que él la llamaba. Reaccionó con sorpresa:
– ¡Eres el hijo de Jueydiyetu!
Me abrazó de nuevo y estuvimos un rato sentados, charlando. Su
memoria le llevó a recordar con estos versos a aquellos autóctonos habitantes
de Auserd con los que compartió todo una hermosa vida.
اوسرد زاهي
ماه رد و اروياتو لافاتو
لاماتو عنو ذو
الﯕوم و اعلياتو لاماتو
Auserd, pleno esplendor
y júbilo,
no acabarán
sus leyendas
y no morirán
sus caballeros
ni morirán sus
damas.
Cuando ya estábamos profundizando con más información en la charla
me preguntó sobre mi madre. Intenté responderle mirando su dulce y risueño
rostro pero un nudo en la garganta me impidió hablar. Se dio cuenta en seguida de
lo que sucedía y derramó en silencio unas lágrimas por mi madre… Para aliviar
un poco la triste noticia, le dije que todos somos mortales y algún día nos
vamos para siempre. Carmen y yo charlamos un buen rato con él en su emsala [4],
frente a su jaima, y luego nos despedimos con la intención de vernos pronto.
En aquel mismo viaje y otro posterior tuve la suerte de volver a
ver a Sid Mhamed. En esos encuentros con él le pregunté en alguna ocasión sobre
poetas o sabios que influyeron en su vida. Me respondió:
– En mi niñez, al llegar a mi conciencia la poesía oral, me
cautivó el verso de Chej Mohamed Elmami y Uld Tolba. Estos poetas eruditos
cantaban un mundo que nosotros no veíamos y me dejaba llevar con su poesía predictiva.
Me citó también otros poetas como Ahmed Fal Uld Arueiyi o Ahmed
Laali Uld Backar. También le pregunté si tenía memoria de la guerra de 1957 y
1958 en el territorio y me dijo:
– Por aquel entonces yo tenía
más de treinta años y estaba lejos de la zona donde se desarrolló la batalla de
Leglat. Estuve en la parte oriental del Sahara, frontera con Mauritania, pero
aquella guerra no era contra los saharauis, sino contra bandas de intrusos
venidos del norte, de Marruecos, con la intención de enfrentarnos con la
Mauritania francesa y con los españoles.
En la filosofía de nuestro acervo cultural decimos que cuando se
nos va un referente de la talla de Sid Mhamed Uld Laab, es como si se nos
hubiera quemado una biblioteca. En estos últimos tiempos el carácter oral de
nuestra cultura nos ha puesto en constante alerta, al concienciarnos de su
fragilidad. Esto nos exige responsabilidad y fidelidad en el registro de cara
al futuro y a las nuevas generaciones. Sid Mhamed Uld Laab se nos ha ido como un
referente que nunca ha agotado su caudal de memoria y sabiduría. Tengo la
suerte de haber compartido con él muchas horas de charla sobre nuestra
literatura y su historia del pasado. Estará en el cielo en paz con muchos de su
generación con los que compartió convicción en la lucha de resistencia y mucha
literatura. Eterno quedará entre los que seguimos en las sendas del Sahara del
mañana.
Bahia Mahmud Awah
[1] Hombre conocido por sus dotes de oratoria; experto en la literatura y su
historia.
[2]Ganado camellar que andaba suelto en trashumancia. Los amos le conducían, llevándole a lugares de pasto y agua.
[3] Literato
[4] Recinto tradicional hecho de piedras en forma de arco, cubierto de arena blanca
y fina, que se usa para rezar y para entablar charlas con los amigos, después
de la oración.
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