23 Oct 2010 En 1960, la ONU adoptó la resolución 1514, que establece que todos los pueblos tienen derecho a la autodeterminación y que el colonialismo debía ser conducido a un final rápido e incondicional. Medio siglo después, los lectores se pueden sorprender al enterarse de que aún hay 16 territorios en el mundo que todavía esperan lograr la descolonización. Conocidos como “territorios sin autogobierno”, la lista de lugares aún regidos por poderes extranjeros contiene nombres familiares: Gibraltar e Islas Falkland (Malvinas), por señalar apenas dos. Pero mientras algunos de esos territorios, como la pequeña isla pacífica de Tokelau, son dependencias de las que se podría decir que han rechazado la independencia y elegido democráticamente mantener su estatus territorial, otros casos son más polémicos. El más notable es el del Sáhara Occidental, conocido como la última colonia de África, que ha luchado por su autodeterminación durante 35 años contra el vecino Marruecos.
La semana pasada, en Nueva York, el Cuarto Comité sobre Descolonización de la ONU escuchó peticiones de gente que hablaba en defensa de esos territorios sin autogobierno. Al igual que en ocasiones anteriores, el encuentro anual estuvo dominado por peticiones sobre el conflicto del Sáhara Occidental, un conflicto que se mantiene como uno de los más antiguos del mundo.
Casi del tamaño de Gran Bretaña, el Sáhara Occidental se extiende a lo largo de la costa atlántica de África. En 1976, en un incumplimiento de la ley internacional, los españoles, al marcharse, dividieron el Sáhara Occidental entre Marruecos y Mauritania a cambio de derechos continuados de pesca y la propiedad parcial de intereses mineros. Siguió una guerra de 15 años entre los marroquíes y el Frente Polisario, y la retirada de Mauritania en 1979. En 1991 fue declarado un alto el fuego y, bajo los términos de un acuerdo de la ONU, se prometió un referéndum de autodeterminación. Diecinueve años después, los saharauis aún esperan ese referéndum.
Unos 165.000 saharauis que huyeron de la guerra permanecen aún alojados en penosos campos de refugiados en el desierto argelino. Pese a la ayuda de la ONU, las condiciones en los campos son abyectas, con la propagación de problemas de salud que incluyen la hepatitis B, la anemia y la meningitis. Una encuesta de 2008 de la Organización Mundial de Salud refleja que uno de cada cinco niños en los campos sufre de malnutrición aguda.
Dentro del ocupado Sáhara
Occidental, la población saharaui sufre discriminación y abusos de derechos humanos. Organizaciones internacionales, entre ellas el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, han manifestado su seria preocupación por las violaciones de los derechos humanos en el territorio. Un informe de Human Rights Watch de 2008 desveló que Marruecos había violado los derechos de expresión, asociación y asamblea en el Sáhara Occidental.
El 8 de octubre pasado fue el primer aniversario del arresto de varios defensores de derechos humanos en el aeropuerto de Casablanca que regresaban de una visita a los campos de refugiados. Tres de los activistas –Brahim Dahane, Ali Salem Tamek y Ahmed Naciri– siguen presos en la cárcel de Sale (Rabat) a la espera de juicio.
Con el telón de fondo de esta tragedia humanitaria, la Unión Europea ha sellado un acuerdo pesquero con Marruecos bajo el cual las aguas del Sáhara Occidental están siendo explotadas de manera ilegal por las naves pesqueras europeas. Muchos gobiernos extranjeros y compañías están involucrados en negocios con Marruecos que les dan acceso a los vastos recursos naturales, sobre todo fosfatos, del Sáhara Occidental.
El Cuarto Comité de la ONU reunido hace unas semanas en Nueva York escuchó cerca de 80 peticiones relativas al Sáhara Occidental, incluido un apasionado llamamiento de Suzanne Scholte, presidenta de la Defense Forum Foundation. “No dejéis que la confianza [del pueblo saharaui] en este comité sea en vano, o estaréis enviando al mundo la terrible señal de que la invasión, la agresión y la violencia, como las que ha empleado Marruecos, constituyen los caminos para conseguir objetivos”, dijo.
Pese a los muchos intentos por romper el viejo estancamiento diplomático, el progreso hacia una solución ha sido tortuosamente lento. La solución política puede parecer inalcanzable a la vista de las posiciones tan alejadas de las partes: el Frente Polisario rechaza negociar el legítimo derecho a la autodeterminación; Marruecos se opone a cualquier propuesta que contenga la posibilidad de independencia de los saharauis; y el Consejo de Seguridad de la ONU no muestra voluntad de aplicar sus propias resoluciones. Pero la historia ha demostrado que una solución política es la única vía para salir adelante.
No obstante, es importante resaltar que una solución política a este problema es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. Nos concierne a todos nosotros, a grupos de la sociedad civil o a activistas individuales, hacer que sus voces se escuchen. Debemos exigir que nuestros gobiernos en todo el mundo ejerzan presión diplomática y política sobre aquellos que están ignorando los requerimientos establecidos bajo la ley internacional y bloqueando un referéndum de autodeterminación para el Sáhara Occidental. Como dijo Martin Luther King: “El arco de la historia puede que sea largo, pero siempre se curva hacia la justicia”. Existen pocas dudas de que el pueblo del Sáhara Occidental tiene de su lado tanto la marea de la historia como la fuerza de la justicia.
Ken Loach es director de cine
Stefan Simanowitz es escritor y periodista
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