martes, 26 de octubre de 2010

Últimas informaciones del campamento de Agadaym Izik

 


GUINGUINBALI  LAURA GALLEGO
Enviada especial a El Aaiún | 26/10/2010

El campamento ha amanecido este martes bajo un asedio militar sin igual en sus tres semanas de vida. Desde primeras horas de la mañana hemos visto sumarse camiones, furgonetas, helicópteros de militares, bomberos y policías. Por ende, la seguridad interna saharaui también ha endurecido sus controles. La presión aumenta. Aunque al mismo tiempo puedes ir hablando con Hassana y escucharle decir con una sonrisa “mira, sólo hay saharauis, ningún policía, puedes decir lo que quieras”. ¿Está tratando de definir la libertad?

La libertad o el respeto de todos sus derechos desde el Empleo a la Vivienda o la libertad de expresión y todo los que para buen entendedor poca explicación más requiere, motivó este campamento. Desde la muerte de Najem El Garhi, que intentaba entrar con su familia, se han endurecido los controles de acceso. A lo largo de esta semana se han producido más tiroteos en las inmediaciones y se ha impedido entrar a mucha gente, además de requisar los víveres.

Por lo tanto, ahora se suman reivindicaciones humanitarias que ya no lanzan a Marruecos sino a la ONU o a ese extraño ente llamado Comunidad Internacional.

La presión que ejerce Marruecos desde el exterior del campamento se traslada a la seguridad interna y sus razones parecen tener. Entre ayer y hoy han interceptado cuatro policías secretos que, según sus sospechas, querían entrar para palpar la reacción tras la muerte de El Garhi.

De momento la reacción dentro del campamento fue un minuto de silencio frente a una jaima exactamente igual a las de Tindouf sobre la que ondea una bandera negra.

Por otro lado, a el que sí han dejado entrar aunque a regañadientes es a un periodista de Al Jazzera que, por defensor de la postura marroquí, consiguió la autorización que se le denegó a muchos periodistas españoles.

Ante esto la organización del campamento, reclama que se permita la entrada de la prensa y que, si no, ésta sea capaz de entender que están tratando de ocultar a una parte de la realidad.

El campamento es sin duda una imaginativa vuelta de tuerca en la resistencia pacífica de un pueblo al que le cuesta captar la atención del mundo a pesar de la denuncia que no sólo ellos sino organizaciones como Human Right Watch, Amnistía InternacionaI o el propio Parlamento Europeo llevan años haciendo de la constante violación de sus derechos.

Los más mayores, como Dheida, que supera los noventa años, celebran que por primera vez incluso la prensa marroquí se esté haciendo eco de sus reivindicaciones. De fuera llegan no obstante noticias más negativas. El cuerpo del niño El Garhi fue enterrado sin permitir la presencia de su familia. Y algunos de sus tíos y primos, desde dentro del campamento, denuncian el secuestro del cadáver. Un cadáver que es mártir ya para sus familias, para todos los saharauis, como decía su madre pocas horas después de su muerte.

Desde luego lo es para los cerca de 40.000 acampados que lejos de estar aterrorizado por este aumento o represión en torno al campamento repiten constantemente que “esto no tiene vuelta atrás” y que no se moverán del desierto hasta que “recuperamos nuestros derechos o muramos en el desierto”. El desierto son sus raíces y eso hace desde luego llevadero para ellos la vida que para otros sería imposible.

Mientras los distintos comités hacen su trabajo y vigilan o atienden heridos, la mayoría de habitantes, mujeres, ancianos y niños, simplemente viven. Reparten el queso y el pan en el desayuno. Comparten el té a cualquier hora, asean sus jaimas y se visitan unos a otros.

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La autora describe cómo surgió el Campamento, cuál es la situación de sus habitantes, cómo son acosados y agredidos por las fuerzas de ocupación y represión. Pide la atención internacional. Max difus

Cristina Martínez / JR | Para Kaos en la Red | 26 de octubre de 2010       
           
Campamento de Agadaym Izik (23.10.2010)

Se inició este campamento el 9 de octubre. Tras dos intentos fallidos en que las jaimas fueron arrasadas por la policía, las personas, apaleadas y 3 detenidas de las cuales todavía hoy queda una en prisión, se montó este campamento por la noche, a escondidas, con más de 100 tiendas y unas 800 personas. En la actualidad hay cerca de 8.000 jaimas. Hay que calcular que en cada una conviven unas 5 personas. El campamento crece y crece. Constantemente se ve cómo se va extendiendo al ritmo de unas 500 jaimas diarias.

La zona está rodeada: un primer cerco del Ejército, detrás otro de la Gendarmería, y, por fin, la Policía. En determinados tramos, he visto los vehículos del Ejército a 50 metros de nosotros. Están construyendo un muro con una zanja detrás, para impedir el paso de los jeeps que llegan con gente y provisiones. Hoy por hoy, el viaje al campamento tiene que eludir a las fuerzas de seguridad. De lo contrario, unos camiones grandes del ejército arremeten contra los jeeps y la gente que hay dentro. A los coches, y a las jaimas que transportan, los llevan al desguace; a las personas, si no han quedado ya lesionadas por el choque, las apalean. Unos siguen, andando; otros van al hospital, donde son rechazados por haber sido agredidos por las fuerzas del orden; otros vuelven a su casa. Otra modalidad de ataque por el Ejército son las pedradas. Hay muchos heridos por cristales. Un helicóptero sobrevuela el campamento de día y de noche. Se convierte en un ruido familiar. Dicen que se acerca tanto a ras de suelo que se le ve grabando a la gente de las jaimas. Se dice por aquí que luego todos pasarán por el Juzgado acusados de traficar con drogas o con inmigrantes, o de robar, como pasa siempre.

El día 21, el Gobierno les llamó a negociar. Inicialmente los saharauis querían hacerlo en su terreno, pero acabaron cediendo y fueron a negociar a El Aaiún. Fue en balde. Lo que sí sucedió es que al día siguiente, cuando los mismos negociadores saharauis se acercaron al Ejército para que no embistiese a los coches saharauis, fueron apaleados y heridos

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La forma de acceder a los campamentos es arriesgada. 1. Porque te juegas la agresión del ejercito o de otras fuerzas. 2. Porque, para evitar los controles y la persecución de la policía, se sale de la ciudad a una velocidad endiablada, se cruza por el desierto con tumbos, giros, sin luces.

En una ocasión, pararon a dos jeeps con agua y les hicieron vaciar las garrafas, so pena de tirotearles.

Hay problemas de abastecimiento. A veces llega algo de comida por donantes saharauis algo más afortunados económicamente, que no necesitan figurar. Están organizados. Cada uno ofrece lo que sabe hacer y se lo comunica a un comité. Hay una cola para recoger agua, muy racionada. Hay diferentes equipos de trabajo. Hay un cuartito que hace las veces de clínica, que necesita de todo. No hay electricidad, y poquísima cobertura.

Este movimiento es popular, espontáneo. No hay detrás cabezas pensantes. Sólo responde a la exasperación. Aquí se respira un ambiente de libertad y de preocupación. Sienten que están construyendo su mundo, libre por fin, al precio que sea. Ya no pueden más. No pueden soportar el expolio de sus recursos naturales mientras se ven sumidos en la pobreza, el paro, la tortura, la falta de derechos. No pueden esperar a la diplomacia. Cada día se hace más imperativo su derecho. “Un país nuevo”. Tienen la sensación de que en cualquier momento “puede pasar algo terrible”, pero siguen creciendo. Quieren resistir.

Necesitan a la opinión pública, que los periodistas del mundo entero vengan aquí, vean con sus propios ojos la serenidad de este pueblo, la justicia de lo que piden, sus valores, su valor. Que vean el hostigamiento de Policía y Ejército, que vean los heridos.

Estamos hablando de horas. Cuando el Ejército termine el muro que está construyendo delante de nuestras narices, se acabó todo. Quedaremos sitiados y no podremos entrar ni salir, ni recibir alimentos, medicinas o agua.

No importa lo hecho hasta ahora. Las resoluciones del Consejo de Seguridad, con el mezquino veto de Francia, que antepone sus intereses económicos a los derechos humanos de los que se pavonea. No importa que las Naciones Unidas apliquen el capítulo VI en lugar del VII, permitiendo el mantenimiento de una invasión. No importa que las Naciones Unidas hayan consentido que los colonos marroquíes hayan dejado a los saharauis en una pequeña minoría, incumpliendo el mandato de la IV Convención de Ginebra. No importa que no se cumpla el alto el fuego. No importa que el Gobierno Español tenga un comportamiento servil hacia Marruecos, consintiéndole todo, aceptando, por ejemplo, la versión de que los que pegaron a los ciudadanos españoles en El Aaiún eran civiles, cuando hay mil testimonios que muestran a los paramilitares y la Policía trabajando juntos.

No importa que el enviado de las Naciones Unidas intente un diálogo que no tendrá lugar: ya hubo negociación; ya hubo un acuerdo de alto el fuego firmado por ambas partes, con promesa de referéndum de autodeterminación. Marruecos sólo tiene que cumplir su palabra.

No importa que las enormes sumas de dinero que Marruecos recibe de Europa por obra y gracia del Estatuto Avanzado estén condicionadas, entre otros, al respeto de los derechos humanos.

Ahora, todo eso es agua pasada. La situación es completamente nueva y dramática. Muy pronto, cuando se levante el muro, vamos a sufrir un estado de sitio. ¿Cuántos muertos harán falta hasta que se pongan en marcha los mecanismos que paren la masacre que se avecina? Conversaciones, encuentros, promesas. No hay tiempo para paripés.

Pido la difusión de lo que pasa. Cercados y libres. Sólo necesitan la consideración internacional.

Cristina Martínez

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