HIPOTESIS ROSARIO 22 Nov, 2010 - 12:04
Miguel Ángel Ferrari
¿Cuántos minutos de radio o televisión, fueron destinados a informar sobre el nuevo acto de barbarie del gobierno de Marruecos contra el pueblo saharaui?
¿Cuántos centímetros de los periódicos del establishment, reflejaron el vandalismo de esta monarquía contra un pueblo que brega por su soberanía?
Sería bueno que comenzáramos por visibilizar —desde la historia— a este heroico pueblo y su lucha interminable, contra la dominación y las agresiones permanentes de las que es objeto por parte del Reino de Marruecos.
Desde el siglo V, el extremo occidental del Sáhara (o Sahara, si así lo prefiere) está poblado por la etnias tuaregs y tubus.
España llegó a la costa sahariana con un motivo estratégico: cubrir el flanco de las Islas Canarias.
A lo largo de los dos últimos siglos, muchos fueron los movimientos independentistas que surgieron en esta parte del mundo. El más reciente y de mayor relevancia fue —sin dudas— el Frente Polisario, cuya denominación completa es Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro, creado en 1973 por Mustafá Seyid El-Uali, quien luego murió en combate.
En 1974, el Banco Mundial definió a Sáhara Occidental como el territorio más rico de todo el Magreb, por contar con el banco pesquero más importante del mundo y por sus reservas de fosfato.
En 1975, el rey Hassan II de Marruecos reclamó su soberanía sobre la zona, pero la Corte Internacional de Justicia de La Haya desoyó sus planteos y prescribió la descolonización.
Ese mismo año, con el dictador Franco en su lecho de muerte, España firmó un acuerdo secreto que cedía el territorio a Marruecos y Mauritania.
Ese acuerdo logrado con el fascismo español —y no por obra del derecho internacional, encarnado en la Corte de La Haya— es el sustento con el que la monarquía reaccionaria marroquí cuenta para seguir con su política de dominación y genocidio.
El pasado 9 de noviembre todos los medios recordaron un nuevo aniversario de la caída del Muro de Berlín.
¿Alguien —en los últimos tiempos— escuchó o leyó algo sobre el muro construido por Marruecos para impedir a los saharauis ocupar su territorio?
El muro, —o mejor dicho los muros— levantados por el reino alauita tienen una longitud de 2.800 kilómetros , con destacamentos militares cada cuatro o cinco kilómetros, con radares cada 15 kilómetros y extensos territorios minados. Para comparar, digamos que el Muro de Berlín tenía en total 160 kilómetros de longitud.
Regresando al presente, debemos recordar que el pasado 8 de noviembre tropas del rey Mohamed VI atacaron el campamento de protesta pacífica saharaui Agdaym Izik, también llamado “Campamento Dignidad”, a 15 kilómetros de El Aaiún, la capital de la República Arabe Saharaui Democrática, no reconocida por el Estado marroquí.
En el ataque resultaron muertas decenas de personas y centenares de heridos, entre ellos mujeres y niños.
Continuando con la política de invisibilizar esta desigual lucha del pueblo saharaui, la Unión Europea resolvió el jueves pasado postergar hasta diciembre el análisis de los sucesos ocurridos a principio de este mes. También el jueves pasado, el Parlamento Europeo anunció el aplazamiento de la votación de una resolución sobre el Sáhara, luego de un lamentable pacto alcanzado entre los diputados socialistas y populares, según fuentes parlamentarias.
A propósito de esta agresión marroquí de principios de mes, la antropóloga y analista española Beatriz Martínez Ramírez, en su nota “Los asesinos de los saharauis, ¡a la cárcel!”, publicada en el sitio web de Rebelión, señala…
“Si alguien mata a otra persona es reo de homicidio. Las leyes en esto son severas en cualquier lugar del planeta. Para castigar al culpable suele tenerse muy en cuenta si el crimen se cometió por precio, recompensa o promesa, con alevosía o con ensañamiento que aumente deliberadamente el dolor de la persona ofendida. Las circunstancias que rodean la comisión de un asesinato no pueden dejarse a un lado: la provocación, la imprudencia grave (personal o profesional), la conspiración y la proposición son elementos sustanciales para la imposición de una pena”.
“La cuestión es que cuando los asesinatos se comenten en masa, el acto de matar queda diluido en los códigos penales, cuando no, condenados a la desmemoria. Así que pasan los años los muertos acaban siendo los responsables de su propia muerte y entre tanto los asesinos reescriben sus biografías para pasar a la posteridad como héroes salvapatrias. Para ello es imprescindible una buena alianza de «civilizaciones hermanas» compinches de los criminales, es decir, que el asesinato en masa requiere de muchos cómplices dentro y fuera de la escena del crimen. A esta forma particular y generalizada de homicidio la llaman guerra, también lucha contra el terrorismo o violencia de intensidad variable. Y cuando ya no hay manera de esconder tanto cadáver, ni quieren que recordemos todos sus nombres, las víctimas van a parar al foso anónimo del exterminio, también llamado genocidio”.
“Así, por ejemplo, cuando el motivo para asesinar en masa es el robo de una nación entera —sus bienes naturales y recursos, junto a la desaparición de personas— lo denominan ocupación de un territorio. Efectivamente, si Marruecos coloniza el Sáhara occidental durante 35 años no es por casualidad, es porque durante 35 años los actores principales de este crimen (España, los Estados Unidos, Francia, la Unión Europea y las Naciones Unidas) han alentado en este monstruo africano el deseo de matar, tanto a los suyos de hambre y miseria, como a aquellos foráneos que ni los doman, ni los doblan, ni los domestican a su imagen y semejanza”.
“Arrasaron el Campamento de la Dignidad —prosigue la antropóloga española—, pero no a la dignidad misma. Ocupan el Sáhara occidental, lo expolian, pero no lo dominan. Asesinan a saharauis, pero los saharauis viven y vivirán porque hay cada vez más gentes en muchas naciones que practicamos la “Memoria insumisa”. Y tomo prestada esta poesía de Ricardo Ferrer para su Colombia masacrada porque no hay fronteras en nuestros corazones que separen las arenas de Gdeim Izik de las aguas del río Atrato, cuando es la solidaridad la que guía nuestros pasos y la palabra amiga llega puntual a salvarnos y a remover nuestras conciencias. Amigo, amiga —concluye Beatriz Martínez Ramírez—, ¡no olvides nunca los muertos de Gdeim Izik! Recita conmigo,
A los que promueven la amnesia del mundo
les vamos a refrescar la memoria
de sus crímenes.
Una y otra vez, aunque duela
o mejor, para que se duelan.
Una y otra vez
hasta llevarlos a juicio.
Una y otra vez
hasta condenarlos.
Una y otra vez
hasta que reparen el daño.
Una y otra vez
para que esta infamia no se repita.
Una y otra vez
en opción por la vida.
“Memoria insumisa”, del colombiano Ricardo Ferrer Espinosa.
Nota: "Con los ojos del sur", columna de opinión emitida el domingo 21 de Noviembre de 2010, en el programa "Hipótesis", LT8 Radio Rosario, Argentina.
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