Entrevistado por M Semanal, el poeta Beibúh cuenta algunas de las razones por las cuales hace versos y los motivos que tiene para seguir componiéndolos después de 83 años de vida.
2012-01-08 | Milenio Semanal (México)
TINDUF, Agl.- El poeta saharaui Mohammed Moulud Baddi Hadj, Beibúh, no tiene horarios ni maneja el tiempo. Su mamá lo educó mediante versos y lo que aprendió “está en el desierto... en las estrellas del Sahara”, donde gusta caminar antes de pensar en las palabras que usará en su poesía. Comenta que “quienes han analizado mi obra dicen que es como una ametralladora porque es capaz de atravesar el Muro de la Vergüenza, que mide dos mil 700 metros de largo”.
Entrevistar a Beibúh (Smara, 1928) requiere tener mucha paciencia. A sus 83 años, quien es considerado el poeta vivo más importante de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), puede dar una cita en su jaima —una tienda de campaña amplia de cuatro puertas— cualquier día y no estar por andar paseando a sus cabras en medio del desierto del Sahara Occidental.
No es que no quiera atender la cita o jugar con el tiempo de quien le solicitó la reunión: simplemente no maneja ni entiende el concepto puntualidad, ni le interesa mucho. Prefiere hacer lo que quiere en el momento que desea. Finalmente el tiempo no significa lo mismo en Oriente que en Occidente, piensa este poeta.
M Semanal lo localizó en un segundo intento. Esboza una sonrisa e invita a pasar a su jaima, al tiempo que dice: “Aquí los invitados son los dueños, por lo que son ustedes los que ahora tienen que darnos la bienvenida. Nuestras jaimas tienen cuatro puertas orientadas a cada uno de los puntos cardinales. De esa manera es que todos están invitados a pasar”.
La primera vez que lo buscamos, el día que realmente había quedado en dar la entrevista, su hija, apostada en la puerta principal de la jaima, dijo que Beibúh no estaba, al tiempo que las nietas del poeta veían con curiosidad a la delegación mexicana que iba a visitar a su abuelo y se dejaban fotografiar posando para las cámaras.
“Mi papá está caminando por el desierto. Puede volver hoy en la tarde, mañana o pasado. No tiene un horario. Está paseando a sus cabras”, explica la joven mujer, que prefiere no dar su nombre, un tanto apenada al cuestionárselo.
Beibúh vive en Smara, uno de los 27 campamentos de refugiados que la RASD tiene en Tinduf, Argelia, debido al impedimento de vivir en su territorio, ocupado por el reino de Marruecos desde finales de los años setenta.
El lugar parece un viejo deshuesadero, donde se aprecian decenas de coches abandonados, basura y casas destruidas, debido a la guerra que paralizó al país desde 1975 hasta 1991, y que dejó miles de muertos, desplazados y una nación dividida por un muro de arena, mejor conocido como el Muro de la Vergüenza.
La obra de Beibúh es fiel reflejo de la historia y lucha de su pueblo. Tiene una característica muy particular: no hay un libro, hasta el momento, que la recopile, como sucede con el resto de la poesía saharaui. Por el contrario, este hombre —delgado, canoso y muy amable— apela a su memoria cuando quiere recordar un verso o inventa alguno para no quedar mal ante nadie que le pida que recite algo.
Suele pensar que la poesía no tiene dueño y que una vez que sus labios la pronuncian es de todos y de nadie al mismo tiempo, así como puede ser interpretada de cualquier forma y por cualquier persona. Por ello, cuando alguien le pide que defina su obra, dice: “Las cabras vienen de las cabras y los hombres del hombre. Para los saharauis no existen los derechos de autor, la poesía es propiedad de la sociedad”, y ríe.
Antes de continuar con la entrevista, Beibúh se levanta y camina hacia el otro lado de la jaima. Ahí toma un plato lleno de dátiles y regresa a su lugar para comer, mientras escucha las preguntas que se le hacen. Coquetamente les pide a Soledad y Patricia —dos jóvenes que integran la delegación mexicana que viajó a la RASD— que se sienten a su lado, para “tener dos lindas chicas cerca de mí, ahora que mi mujer no me ve”, comenta, mientras vuelve al reírse.
Después les pide a los invitados que coman dátiles, incluso aunque no les gusten, “pues es la mejor manera para poderse hidratar en el desierto”. Acompaña este fruto con galletas, agua y leche de camella. Sonríe y vuelve a decir: “Pregunten lo que quieran”.
Cuando se le pide, ya que está emocionado por conocer a Patricia y Soledad, que les componga un poema, un tanto apenado mira a todos los invitado a su jaima y dice: “No puedo recitar algo así de rápido. Ya pensaré en algo”.
Con esa misma sonrisa y galantería que lo ha caracterizado a lo largo de su vida, según cuenta Ahmed Mulay, embajador de la RASD en México, Beibúh explica que la poesía son emociones y aspiraciones de una sociedad. “Por eso soy un espejo de la gente. Mis versos los compongo de forma cantada”.
Vestido con una típica túnica saharaui azul y larga hasta los tobillos, que se emplea lo mismo para caminar por el desierto que para descansar en la jaima, recuerda que a lo largo de su vida decidió dividir su poesía en dos partes: la primera antes de 1975, cuando inició la guerra de liberación del pueblo saharaui, y la segunda después del conflicto bélico y sus consecuencias.
“La poesía nace en sus etapas históricas. En tiempos de paz, el poeta tiene la libertad de hacer lo que quiera. Puede cantarle al amor, a la tierra, a las mujeres, a los niños o a los camellos. En tiempos de guerra, en cambio, el verso debe ser una ametralladora que inspire a los soldados a dar la vida por la causa, por lo cual no se la puede censurar”, destaca.
“Quienes han analizado mi obra, dicen que es como una ametralladora porque es capaz de atravesar el Muro de la Vergüenza, que mide dos mil 700 metros de largo, construidos con arena de este desierto y ha dejado a unos 200 mil saharauis sin poder pisar su tierra”, comenta Beibúh.
Su papel durante la guerra, recuerda, fue el de acompañar a los combatientes saharauis. Menciona: “Cuando escuchaba en la radio que los soldados destruían un tanque marroquí, sólo pensaba cómo convertir ese hecho en poesía”.
INICIOS POÉTICOS
Cuando Beibúh compone un verso necesita mucho silencio. A veces hace poesía en la jaima y les pide a su mujer, hija y nietos que se alejen del lugar. Pero en la mayoría de las ocasiones a él le gusta caminar por el desierto antes de pensar en las palabras y conceptos que empleará para su nueva obra.
“Para mí el desierto es la comodidad en la que me muevo. Cuando camino soy capaz de ir muy lejos, incluso de joven a veces recorría 100 kilómetros . Mi cuerpo es agua, desierto o poesía, dependiendo la etapa de mi vida en la que me encuentre”, dice.
Sus composiciones son en hassanya, la lengua oficial de los saharauis. Para este longevo creador, esta lengua significa todo: “Es gloriosa. Cuando estoy en mi pueblo me hace sentir cerca de mis raíces, y cuando viajo me hace regresar para entender cuál es mi realidad. El hassanya es la lengua que los beduinos —gente del desierto— trajeron desde la península arábiga. Alrededor de 75 por ciento de sus palabras son del árabe clásico”.
Hay diferentes tipos de cantos en los versos saharauis que se recitan en hassanya, así como distintas fases: Tamez, Seiny, Ekar, Buumorahn, Mareimidah y Faco se emplean para cantarles a los combatientes de su nación; Lekhal, Yambe y Lbeuta se refieren a la pureza de la poesía; Addal es un tipo de verso que se emplea en un sentido determinado, cuando el poeta quiere expresar algo claramente y no dejarlo a la imaginación de nadie, y Lebtel sirve para las fiestas, las veladas en el desierto, explica.
Beibúh se crío en una familia de poetas que también recurrían al desierto para inspirarse. “Mi madre y mi hermana me educaron mediante versos. Nunca estudié en una escuela. Todo lo que he aprendido está en el desierto, en la luna, el sol y las estrellas del Sahara”. Lo que motivó que siguiera esta herencia familiar fue un canto que escuchó en la radio sobre las mujeres.
Emocionado por recibir a las visitas, piensa que la obligación de los poetas jóvenes saharauis en la actualidad, que por razones políticas se han formado en Europa y América (pues en la RASD sólo se puede estudiar hasta la secundaria), es la de mantener las tradiciones de su país y “traer lo positivo del extranjero; deben estar concientes de no introducir en la RASD influencias negativas de Occidente”.
Poema de amor
Taguilalet uld Ahmed Salem, uno de los primeros poemas cortos que Beibúh compuso en los años cincuenta cuando aprendió a escribir el busuer, uno de los géneros poéticos saharauis. En él se hace un juego retórico en los dos últimos versos: cuando dice “donde mengua Taguilalet uld Ahmed Salem”, habla de su amada, por el largo tiempo que ha transcurrido sin tener contacto con ella. Al final todo inesperadamente se hará muy corto como el breve verso y el diminuto monte.
(Traducción y comentario: Bahia Mahmud Awah)
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