27 de febrero de 2012
No es la primera vez que sale a colación la pervivencia de nuestra lengua en la vida diaria del pueblo saharaui. Ellos tienen una lengua propia, pero los muchos años de colonización española también los hizo partícipes de la lengua de Berceo. Ahora, que estamos en fechas de aniversario de la fundación de la RASD, son muchas las personas del mundo de la lengua y de la creación que demandan del Gobierno la presencia del Instituto Cervantes en los campamentos de refugiados de Tinduf, porque allí se estudia en español, se habla español y habrá que cuidarlo, porque si el propósito del Cervantes es fortalecer nuestra lengua en todo el planeta, no se entiende que se abran delegaciones en lugares tan recónditos con Islandia o Japón, y no se cuide un lugar y un pueblo que ya habla español y que quiere seguir haciéndolo. El francés nos está quitando la lengua en Guinea Ecuatorial, como el inglés arrasó con el español que se habló en Filipinas durante cuatro siglos. Ignorar el Sahara en el Instituto Cervantes es malvender la propia lengua, y eso es algo que se contradice con lo que se predica desde la propia institución. Así que, desde aquí demando esa presencia cervantina en El Sahara, pues allí el español no es ajeno, y es más necesario el Cervantes que en Buenos Aires o incluso Nueva York, donde el español se abre paso por su cuenta con una enorme fuerza. Pero no se trata de cerrar nada, sino de abrir espacios nuevos y fundamentales.
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