*Fuente: UNMS; J. El Mohtar / Representante
de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis
en la Delegación Saharaui en España
Desafían a diario a la muerte
para salvar vidas saharauis. Su trabajo no sólo encomiable, sino merecedor de
un gran y efusivo reconocimiento. Un grupo de mujeres saharauis se quitan sus
melhfas y se enfundan pesados chalecos protectores, una máscara y un cinturón
con alarma para salir decididas a hacer su trabajo de desminado en los
territorios liberados del Sáhara Occidental, al amparo del proyecto humanitario
emprendido hace años por Landmine, ahora ActiononViolanceArmed (AOAV). Una
labor que requiere prudencia, paciencia y calma, mucha calma, para poder
avanzar sigilosamente en el interior de un endeble recuadro de un metro
cuadrado, paso a paso, en un interminable recorrido que abarca los 2.720 km de un muro que
levantaron los marroquíes en la década de los 80 y que divide en dos el Sáhara
Occidental y a todo su pueblo.
Diez millones de artefactos
explosivos entre minas, bombas de racimo y material bélico sin explosionar
infectan ambos lados del muro del muro de la vergüenza, que silencia las voces
de miles de víctimas civiles saharauis, que ya son más de mil víctimas de minas
viviendo en los campamentos de refugiados saharauis. Las diez mujeres saharauis
que trabajan en esta ardua labor de desminado tiemblan cuando suena su detector de metales porque encuentra
algún artefacto metálico. Ni se mueven, apenas respiran, porque nadie sabe de
qué se trata hasta que no lo desentierran de la arena, pero ahí está, han
localizado al enemigo y, a partir de ese instante deben focalizar los esfuerzos
en identificarlo y neutralizarlo.
Ellas mismas reconocen que no
sabían que en el Sáhara Occidental había tantas minas y es por ello que decidieron
dejar sus familias y su mundo para adentrarse en este arriesgado trabajo por su
patria y por su pueblo, con el único ánimo de contribuir a disminuir el número
de víctimas y de accidentes por explosiones de artefactos enterrados en los
incontables campos de minas que rodean el muro, por lo que esbozan una tenue
sonrisa cada vez que colocan las banderas indicativas de zona asegurada sin
minas. Tienen en la cabeza la idea fija de la lección más que aprendida, “el
primer error es el último”, por eso no bajan la guardia, por eso trabajan dos
meses consecutivos totalmente concentradas en esta acción, para regresar a los
campamentos a disfrutar después de dos semanas de merecido descanso.
Resulta lamentable pensar que
estas armas, prohibidas por todas las convenciones internacionales, se pueden
comprar por precios muy asequibles, ya que cuestan entre 5 y 30 dólares. El
trabajo de desminado que desempeñan las mujeres saharauis que se han
incorporado a este programa humanitario es muy costoso económicamente, ya que
el proceso de neutralizar una mina puede alcanzar los 620 euros. En tiempo,
desminar una superficie equivalente a un campo de fútbol, que se siembra de
minas en una hora, supone 3 meses de trabajo y, en vidas humanas, por cada
5.000 minas neutralizadas 1 persona muere y 2 quedan heridas. Por ello, junto a
la denuncia de que ya es tiempo de que la comunidad internacional intervenga en
el Sáhara Occidental, uno de los territorios con más minas del planeta, para
activar todo un protocolo de desminado, la UNMS quería aprovechar hoy para
lanzar un mensaje de reconocimiento a la labor desarrollada por este grupo de
mujeres saharauis, que arriesgan sus vidas por el Pueblo Saharaui, por su
seguridad y por su libertad.