Mundo Negro, por José Naranjo. 24 abril,
2017
Son apenas cinco o seis kilómetros de
accidentada pista de arena, un pequeño trozo de desierto, una porción de tierra
baldía. Nada. Y, sin embargo, esa mísera franja de terreno ha estado a punto de
desenterrar el hacha de guerra y hacer hablar a las armas en Sahara
Occidental, silenciadas desde el alto el fuego de 1991. Su nombre oficial es
Guerguerat pero en la vecina Nuadibú todos lo conocen por Kandahar, como la
ciudad afgana, el lugar por donde transitan vehículos y mercancías entre
Mauritania y la excolonia española hacia Marruecos, entre el norte y el sur,
pero también punto estratégico para toda suerte de contrabandos. Ni los avisos
de que estamos en zona minada ni los esqueletos de coches abandonados amedrentan
a los hacedores de negocio.
El asunto es que en agosto pasado a las
autoridades marroquíes les entró un pronto de dejarlo todo limpito, así como
cuando viene la suegra, y comenzaron, vía empresa interpuesta, a asfaltar la
carretera. Solo un pequeño detalle. Esa nada desértica está más allá del muro
construido por Marruecos durante la guerra contra el Frente Polisario y, por
tanto, es oficialmente tierra de nadie, no man’s land. Y la penetración de
maquinaria pesada y de militares marroquíes con la intención de introducir
cambios en la zona es más que una provocación, es un intento de alterar el
statu quo alcanzado tras el alto el fuego y aceptado, de momento, por ambas
partes.
Lo que todo el mundo sabe es que Rabat no
da puntadas sin hilo. Y que la maniobra mister Proper tenía mucha más carga de
profundidad que simplemente limpiar el polvo del camino. Desde que Mohamed VI
consiguió forzar la expulsión de casi un centenar de funcionarios de la misión
de Naciones Unidas de los territorios que ocupa ilegalmente sin que se
produjera una reacción adecuada por parte de la propia ONU o de la comunidad
internacional, Marruecos está crecido. Su reingreso en el seno de la Unión
Africana y su próxima entrada por la puerta grande en la CEDEAO, si el dosier avanza
al ritmo esperado, darán un nuevo impulso a sus pretensiones de ningunear a la
República Árabe Saharaui Democrática. Y la salida de pata de banco de
Guerguerat iba en esa misma dirección.
La reacción del Frente Polisario no se hizo
esperar y también trasladó tropas a la zona, subiendo el diapasón de la tensión
hasta un punto tan álgido que el propio rey de Marruecos decidió cambiar de
estrategia. Con la evidente intención de ganarse el favor del nuevo secretario
general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, anunció a finales de febrero la
retirada de sus tropas (uy, quiero decir, de la empresa de asfaltado) de la
zona en litigio. La bravuconada ha vuelto a mostrar que Marruecos no cejará en
su empeño de consolidar su ocupación sin pasar por la puerta de la legalidad
internacional, que no es otra que el referéndum que ha boicoteado desde
siempre. De momento se retira. Pero ya volverá a la carga por esa costura… o
por otra.
[Fotografía superior: El secretario general
de la ONU, Antonio Guterres, con el secretario general del Frente Polisario,
Brahim Ghali, el pasado 17 de marzo de 2017, en la sede de Naciones Unidas / UN
PHOTO – Mark Garten]
No hay comentarios:
Publicar un comentario