martes, 15 de diciembre de 2009

Tener como madre a una luchadora como Haidar




CASO AMINATU / ASÍ VIVEN SUS HIJOS EN EL AAIÚN

Tener como madre a una luchadora como Haidar

EL MUNDO CRONICA. Domingo, 13 de Diciembre de 2009, número 739

La casa donde viven Hayat, 15 años, y Mohamed, 13, está sitiada por agentes que vigilan sus movimientos 24 horas al día. Acuden puntualmente al colegio aunque se topen con comentarios no siempre favorables a su madre. Sufren por la huelga de hambre que ha emprendido, pero la apoyan. Esta semana se han hecho oír a través de una carta. No es la primera que escriben para defender a la activista saharaui. También se les ha visto llorar: «¿Cómo van a estar unos niños que ven languidecer a su madre?», dice Galia, la mejor amiga de Aminatu

ERENA CALVO

La casa donde viven los dos hijos de Aminatu Haidar -ambos al cargo de su abuela materna, Darja- hace esquina en una de las callejuelas del antiguo barrio español de Casa Piedra, inaugurando una hilera de viviendas de poca altura e idénticas a la mayoría de la ciudad, de una arquitectura ocre monótona.

Que el Aaiún -unos 300.000 habitantes- en árabe signifique «los ojos» debe de ser estos días una ironía para la adolescente Hayat El Kassimi, de 15 años, y su hermano pequeño, Mohamed El Kassimi, de 13, a quienes no les faltan precisamente ojos que los escruten desde que su madre ha emprendido una angustiosa huelga de hambre. «Su casa está sitiada por agentes, muchas veces de paisano, las 24 horas del día; todas sus salidas son vigiladas, hasta cuando van al colegio», cuenta a Crónica Larbi Messaud, secretario general del Colectivo Saharaui de Defensa de los Derechos Humanos (Codesa), la asociación que preside la propia Haidar.

Es la atmósfera tensa que Hayat y Mohamed -fruto del matrimonio de Haidar en 1991 con un saharaui del que se divorciaría años después- respiran cada días desde bien temprano, cuando salen para tomar el autobús que los lleva al colegio, una escuela privada a unos cuantos kilómetros de su casa. «Para los niños es muy duro. Todo el mundo en la ciudad habla de su madre y no siempre bien. Sienten la presión de profesores y compañeros, pero no han dejado de acudir a sus clases», continúa Messaud mientras se escucha de fondo el griterío de un grupo de chicos que juegan ajenos al drama que viven Hayat y Mohamed.

El débil hilo de voz de Aminatu Haidar que les llega por el teléfono o su escuálida imagen proyectada a través del televisor son los únicos contactos que los adolescentes tienen con su madre. Hace unos días sintieron muy cerca la posibilidad real de vislumbrar el regreso de su figura, envuelta en sus coloridas y ligeras melfas. Y se derrumbaron, cuentan, al desvanecerse el sueño. «La semana pasada, cuando anunciaron que volvía a El Aaiún, fuimos con ellos al aeropuerto para recibirla», explica Djimi El Galia, vicepresidenta de la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones Graves de los Derechos Humanos (Asvdh) y una de las mejores amigas de Haidar. «Cuando llegamos nos quisieron echar y vimos que las luces de la pista estaban apagadas para que, en caso de que llegara el avión, no pudieran aterrizar».

Al poco, lo que tomaba tierra era la mala noticia. El vuelo había sido abortado en el último momento después de que Marruecos denegara el permiso para el aterrizaje. «Cuando llamó para hablar con ellos, los niños, sobre todo el pequeño, no podían parar de llorar y llorar», relata Galia, «¿cómo van a estar unos niños que ven languidecer a su madre?».

Es cierto que los hermanos lloran con amargura la incierta suerte de Aminatu, pero también que respetan la huelga de hambre que ha emprendido. Así, Hayat y Mohamed se han significado esta semana haciendo pública una carta, un «llamamiento urgente», que remitían a «la conciencia de la Humanidad». En ella pedían «a todos los niños del mundo entero y a todas las madres» apoyo para la suya, para Aminatu. «Una madre», escribía Hayat con su infantil y sentida letra, «que sostiene a sus dos hijos y que se encuentra en huelga de hambre, queremos que vuelva a nuestro lado y vivamos juntos de forma estable».

En la misiva, escrita por la adolescente en su nombre y el de su hermano, hablan de lo doloroso que es para ambos «recibir hoy [por el lunes pasado] la mala noticia de que nuestra querida madre haya tomado la decisión de dejar sus medicamentos; es peligroso para ella». Y solicitaban clemencia: «Ayuden a nuestra querida madre. Eviten una tragedia que va a repercutir negativamente sobre nuestra situación psíquica y psicológicamente. ¡Queremos que vuelva nuestra mamá!», acababan su petición, escrita en un perfecto francés, idioma que aprenden en la escuela, junto al árabe clásico, aunque en casa se comuniquen en hassania, la lengua saharaui. El español se va perdiendo poco a poco en la ex colonia.

La petición de los hermanos El Kassimi llegó a todo mundo a través de los medios de comunicación y también al rincón de la zona de aparcamiento de autobuses del aeropuerto de Lanzarote donde ayuna su madre. La carta, respondía ésta, la empujaba «a ser más dura que antes». «Deseo abrazar a mis hijos y vivir con mi madre, pero con dignidad», concluía. Aminatu, se dirige a ellos más extensamente en la misiva que pretende hacerles llegar a través de la política Rosa Díez y que hoy publica este periódico.

No es la primera vez que los hijos de Aminatu Haidar escriben un alegato por ella. Ya hace cuatro años, cuando sólo contaban 11 y 9 años, hicieron lo propio para pedir la liberación de su madre, que había acabado entre rejas durante la Intifada de 2005, una serie de manifestaciones que tomaron las calles del Sáhara Occidental.

EN LA CÁRCEL NEGRA

Aminatu pasó seis meses en la conocida como Cárcel Negra de El Aaiún, donde ya experimentó los estragos de una dura huelga de hambre que se prolongó durante 50 días. «No podemos dormir porque nuestra querida madre no duerme con nosotros, y no nos cuenta historias y cuentos hasta que nos dormimos. No está con nosotros cuando caemos enfermos. Tampoco ha estado con nosotros cuando hemos aprobado nuestros exámenes finales. No tenemos a nuestra mamá ya que está encerrada en la cárcel. Mamá sufre varias enfermedades graves... Queremos reunirnos con nuestra madre, queremos estar con ella y que duerma a nuestro lado. ¡Te necesitamos tanto, mamá te esperamos!», rogaron entonces.

En las celdas de la Cárcel Negra de El Aaiún, Haidar pasaba horas pensando en sus dos hijos. Y dedicaba tiempo a escribirles también pidiéndoles esperanza y apelando a escenas inolvidables en oasis, palmeras y playas. «Es un milagro que siga con vida, porque soy una mujer agotada físicamente por tantos años de desaparición y encarcelamiento, tanta tortura y tantas vejaciones. Pero aquí estoy y seguiré luchando con todas mis fuerzas», dijo Aminatu a su vuelta a la libertad. Fue en aquella época cuando perdió su trabajo como funcionaria en la vecina Bojador, una represalia «por su defensa de la independencia del Sáhara», dice Messaud.

En contra de lo que se piensa, Aminatu Haidar no vino al mundo en El Aaiún sino en la ciudad marroquí de Tata, en pleno desierto. Hija de saharauis sí nacidos en El Aaiún, su padre, soldado de profesión, fue destinado fuera de la considerada capital del Sáhara Occidental. Su madre, Darja, quien la llora todos los días, tenía sólo 14 años cuando la dio a luz. Fue en 1966, con un Sáhara Occidental en el que ondeaban todavía las banderas españolas del régimen franquista, arriadas por última vez una década más tarde. En 1976, se gestó la Operación Golondrina para evacuar a los españoles de la zona y Hassan II la tomó con la marcha verde. «Muchos saharauis tuvimos que emigrar durante la ocupación española, por la falta de trabajo y de oportunidades», explica Galia, cuya familia corrió esa suerte y por eso ella nació en Agadir.

Haidar tenía ocho años cuando regresó con sus padres a El Aaiún, y pisó por primera vez sus arenosas calles, a las que la calima envuelve de un polvoriento misterio. Un peculiar paisaje conformado también por los uniformes de las decenas de policías y militares que se ven estos días en la ciudad, los todoterrenos blancos de la Minurso, la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental y las chilabas y los coloridos atuendos de los oriundos. Los turistas o inversores extranjeros son aquí extraterrestres caídos del cielo. Es la tierra por la que Aminatu está dispuesta a entregar su vida.

Su batalla política ha hecho de ella una enemiga de Marruecos, razón por la que ya ha dado con sus huesos en la cárcel en dos ocasiones. La primera, con sólo 21 años, tras participar en una protesta contra la anexión del Sáhara durante una visita a El Aaiún de representantes de Naciones unidas. Estuvo en la sombra de un celda -«con los ojos vendados, sin comida y sin juicio», recuerdan activistas saharauis- durante tres años y siete meses. Allí conoció a Galia, quien refiere la facilidad de Haidar para hacer que la convivencia en su habitáculo, con varias decenas de mujeres más, no se convirtiera en un infierno y apela al significado de su nombre. «Así llamamos en árabe a las personas que son consideradas y tolerantes con los demás. Y así es Aminatu». El segundo encarcelamiento se produjo durante la ya citada Intifada de 2005.

«Haidar no es sólo la hija de Darja o la madre de Hayat y Mohamed», dice Sultana Jaya, una activista de 28 años que representa a las nuevas hornadas saharauis salidas de la Universidad. «Aminatu es madre, hija, hermana, sobrina y prima de todos los saharauis que defendemos la independencia de nuestra tierra. Es para nosotros un ejemplo de coraje y de lucha pacífica y todos sus amigos y familiares la apoyaremos hasta el final, aunque ese final sea trágico y doloroso».

Sus palabras las refrenda Mohamed Dadach, apodado el Mandela saharaui por los años que ha pasado en las cárceles marroquíes. «Mucha gente nos para por la calle para preguntarnos por Haidar, para saber cómo está ella y cómo están sus hijos. Es increíble la fuerza que tiene y cómo la quieren todos los saharauis».

Saharauis, además, de todas las tendencias e intereses. «Haidar es una mujer muy respetable», valora, sentado en el hall del hotel Nagjir de El Aaiún, Abdellah El Hairach, miembro de la Comisión de Derechos humanos del Consejo Real Consultivo para los Asuntos del Sáhara (Corcas), institución creada en 2006 por el rey Mohamed VI. «La conocí en la cárcel», dice, «perdía noches enteras hablando con los carceleros marroquíes sobre el conflicto del Sáhara, explicándoles su postura, la de los saharauis separatistas: Ponía mucha paciencia en todos sus discursos».

Aunque no sólo genera buenos sentimientos entre los que hablan de ella. La prensa nacional marroquí, y los partidos políticos en bloque, la han calificado de opositora al régimen, traidora, enemiga de Marruecos, oportunista o espía del Frente Polisario y Argelia. «No podemos dejarla entrar de nuevo así como así», afirma un representante del Corcas. «Ha desafiado al rey Mohamed VI y, si no pide perdón, el monarca perdería autoridad ante su pueblo».

PREMIO EN NUEVA YORK

Haidar fue expulsada tras intentar entrar en El Aaiún el pasado 14 de noviembre. Esta «valiente y concienciada» mujer, según la definen sus conocidos, aterrizaba ese día en la ex colonia española tras recoger en Nueva York el Premio Coraje Civil 2009, de la reconocida Fundación Train, por su labor en la defensa de los Derechos Humanos.

Su crimen fue no rellenar, a su regreso, en la tarjeta de control de pasajeros el campo de la nacionalidad y situar la ciudad en la que vive con su familia en el Sáhara Occidental y no en el reino alauí. «Lo había hecho decenas de veces, pero las autoridades marroquíes esta vez la han echado de aquí a patadas con la complicidad de España», dice Bachir Lefjani, también activista de su causa. «Su voluntad es férrea y no dará su brazo a torcer. Su lucha es pacífica y justa y volverá a su casa aunque sea en un ataúd». «Para nosotros es como vuestra Pasionaria».

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