Miércoles, 10 de Noviembre de 2010 08:19
LQSomos. Beatriz Martínez Ramírez. Noviembre de 2010.
Si alguien mata a otra persona es reo de homicidio. Las leyes en esto son severas en cualquier lugar del planeta. Para castigar al culpable suele tenerse muy en cuenta si el crimen se cometió por precio, recompensa o promesa, con alevosía o con ensañamiento que aumente deliberadamente el dolor de la persona ofendida. Las circunstancias que rodean la comisión de un asesinato no pueden dejarse a un lado: la provocación, la imprudencia grave, (personal o profesional) la conspiración y la proposición son elementos sustanciales para la imposición de una pena.
La cuestión es que cuando los asesinatos se comenten en masa, el acto de matar queda diluido en los códigos penales, cuando no, condenados a la desmemoria. Así que pasan los años los muertos acaban siendo los responsables de su propia muerte y entre tanto los asesinos reescriben sus biografías para pasar a la posteridad como héroes salvapatrias. Para ello es imprescindible una buena alianza de “civilizaciones hermanas” compinches de los criminales, es decir, que el asesinato en masa requiere de muchos cómplices dentro y fuera de la escena del crimen. A esta forma particular y generalizada de homicidio la llaman guerra, también lucha contra el terrorismo o violencia de intensidad variable. Y cuando ya no hay manera de esconder tanto cadáver, ni quieren que recordemos todos sus nombres, las víctimas van a parar al foso anónimo del exterminio, también llamado genocidio.
Así, por ejemplo, cuando el motivo para asesinar en masa es el robo de una nación entera, -sus bienes naturales y recursos, junto a la desaparición de personas- lo denominan ocupación de un territorio. Efectivamente, si Marruecos coloniza el Sahara occidental durante 35 años no es por casualidad, es porque durante 35 años los actores principales de este crimen (España, EE.UU., Francia, la U.E. y la O.N.U.) han alentado en este monstruo africano el deseo de matar, tanto a los suyos de hambre y miseria, como a aquellos foráneos que ni los doman, ni los doblan, ni los domestican a su imagen y semejanza.
El expolio a la nación saharaui no es sólo obra de los psicópatas medievales que gobiernan Marruecos. Es cierto que la desaparición física con ensañamiento de niños, ancianos, mujeres y hombres saharauis a lo largo de todo este tiempo de descolonización inconclusa la cometen en primera persona ciudadanos marroquíes: policía, gendarmería y colonos que matan por obtener la recompensa prometida por su rey. Pero como en Marruecos el dinero líquido se evapora a las puertas de los palacios reales y los bolsillos están más que vacíos, no queda otra que seguir matando y robando, por si acaso así a los alauitas se les ablanda el corazón y suben los salarios.
La masacre de saharauis en el campamento de la Dignidad en El Aaiún nos causa indignación, repulsa, rabia, pero sobre todo agranda nuestro deseo de justicia.
El acoso y maltrato dado a la prensa por las autoridades marroquíes hace aumentar el temor de que el número de asesinados en Gdeim Izik sea mayor del imaginado, y que en la ciudad de El Aaiún la represión, ya en manos del ejército marroquí, se cebe con mayor saña y por sus calles corra más sangre de la que en estos momentos ya vierten los mártires saharauis. La Intifada no está sola en El Aaiún, la acompañan Dajla ocupada, Um Tunsi y Akseikisat y los campos de refugiados saharauis de Tinduf, en Argelia.
Pero sería injusto pensar que el actor marroquí sea el único culpable de estas muertes. La proposición, la conspiración y la negligencia son delitos contra los saharauis que desde largo se cometen también fuera de Marruecos. Ministras y ministros de asuntos exteriores, del ejército, de economía; secretarios de estado, de comercio, de asuntos exteriores; embajadores, representantes de la O.N.U. y en la O.N.U. son también responsables directos de estos y otros tantos homicidios.
Son los que traen y llevan sucios acuerdos comerciales, son quienes venden las armas, son quienes extienden como la tiña la cultura del pelotazo, la justificación del terrorismo de estado en aras a la “seguridad nacional”, son los que más corrompen porque son corruptos, son los peores delincuentes porque ocultan su violencia en el discurso político, son los que sonríen a la cámara al tiempo que muestran su preocupación porque la gente muera asesinada y hacen hipócritas llamamientos a la calma, la serenidad y el diálogo ¡a quienes clavan el puñal por la espalda! Son perversos y mala gente porque dicen que nos representan cuando realmente su representación es la de una mala tragicomedia con pésimos actores y fariseos del montón.
Cuando en la primavera pasada organizaciones de juristas y de derechos humanos presentaron la primera denuncia en España por la venta de armas a Marruecos, porque incumple los Derechos Humanos, recibieron como respuesta del Ministerio de Comercio y del Centro Nacional de Inteligencia, organismos competentes en esta materia, que no iban a dar explicación alguna. Y punto. Ahí cerraron filas todas las fuerzas políticas. El 11S y el 11M son la mordaza.
Sin embargo hoy es un buen día para quitarnos los bozales y acusar públicamente a D. Miguel Sebastián Gascón, Ministro de Industria, Comercio y Turismo, a Dª Silvia Iranzo, Ex Secretaria de Estado de Comercio y a los responsables políticos de este Ministerio de provocación para el asesinato y de negligencia profesional grave, pues con sus actos, contrarios a la legislación internacional y nacional en la materia, contribuyen a la matanza de saharauis.
También es culpable del mismo delito toda la plana mayor del Ministerio de Asuntos Exteriores, con el Ex Ministro D. Miguel Ángel Moratinos a la cabeza. ¿La supuesta autonomía para el Sahara occidental que ustedes tanto defienden consiste en lo que está haciendo Marruecos en nuestra ex colonia con sus legítimos dueños?
Y paro aquí las acusaciones no por falta de ganas, sino por el dolor que siento al ver que cuando matan a una persona en alguna ciudad de occidente es noticia de primera plana repetida machaconamente, cuyo efecto de verdad es como si hubiéramos muerto muchos y en trágicas circunstancias, en tanto que cuando matan a granel en África o América, eso ya no es noticia.
Arrasaron el Campamento de la Dignidad, pero no a la dignidad misma. Ocupan el Sahara occidental, lo expolian, pero no lo dominan. Asesinan a saharauis, pero los saharauis viven y vivirán porque hay cada vez más gentes en muchas naciones que practicamos la “Memoria insumisa”(1). Y tomo prestada esta poesía de Ricardo Ferrer para su Colombia masacrada porque no hay fronteras en nuestros corazones que separen las arenas de Gdeim Izik de las aguas del río Atrato, cuando es la solidaridad la que guía nuestros pasos y la palabra amiga llega puntual a salvarnos y a remover nuestras conciencias. Amigo, amiga, ¡no olvides nunca los muertos de Gdeim Izik! Recita conmigo,
Memoria insumisa
A los que promueven la amnesia del mundo
les vamos a refrescar la memoria
de sus crímenes.
Una y otra vez, aunque duela
o mejor, para que se duelan.
Una y otra vez
hasta llevarlos a juicio.
Una otra vez
hasta condenarlos.
Una y otra vez
hasta que reparen el daño.
Una y otra vez
para que esta infamia no se repita.
Una y otra vez
en opción por la vida.
(1) Del libro “Nos matan y no es noticia. Parapolítica de estado en Colombia” de Ricardo Ferrer Espinosa y Nelson Javier Restrepo Arango. Ed. Cambalache y Soldepaz Pachakuti. Oviedo, 2010. El poema “Memoria insumisa” prologa el libro y está escrito En memoria de Mario Andrés Flórez Rubianes, médico de Murindó, asesinado por los escuadrones de la muerte en Caldas (Antioquia), en junio del 2003.
Puede leerse el libro en http://www.pachakuti.org/textos/campanas/paracos/Nos_matan.pdf
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