Se veía venir. Y quizás lo peor está por venir. Ser periodista, ser corresponsal en Marruecos, si uno quiere contar con criterio propio lo que acontece, especialmente con relación al Sahara Occidental, supone ahora mismo llevar puesta una diana en el pecho.
Se veía venir desde que el ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Taieb Fassi-Fihri, con modos de matón mafioso, señaló a los periodistas españoles. El ministro cargó las tintas, e inmediatamente otros empezaron a cargar los puños, los palos, e incluso puede que alguno haya cargado las pistolas. El poco diplomático responsable de la diplomacia marroquí se permitió el lujo de apuntar sus armas, sus acusaciones, contra los periodistas españoles desde territorio español.
Ahora sabemos, como saben los periodistas marroquíes de oposición, como saben los periodistas saharauis, detenidos y maltratados, como han comprobado los periodistas españoles, cómo actúa el gobierno marroquí. Al más puro estilo de una dictadura que no tolera puntos de vista diferentes ni disidencias de ningún tipo, se prohíbe a los periodistas realizar su labor. Y, como aviso a navegantes, se incita a la agresión contra ellos.
Nadie que no sea insultantemente ingenuo puede creer que el gobierno marroquí no controla lo que ocurre en un juicio contra activistas saharauis como el que cubrían en Casablanca mi compañero de TVE Antonio Parreño y Eduardo Marín, de la cadena SER. Nadie con un mínimo de conocimiento se traga esa falacia de que los agresores marroquíes actuaban de manera espontánea. Se trata de camorristas profesionales que se mueven a indicaciones del poder, es decir, del gobierno marroquí.
Si esa es la forma en la que se trata de intimidar a periodistas extranjeros, no es difícil imaginar cómo se vulneran los derechos más elementales de la población saharaui, sometida a una ocupación brutal desde hace 35 años. Los golpes, los encarcelamientos, las torturas, las desapariciones, han sido moneda común en todo el territorio del Sahara Occidental.
Es de esperar que desde el exterior, desde otras instituciones, y sobre todo desde el gobierno español, se adopte una postura de firmeza frente a la sinrazón y a la barbarie.
Y desde la distancia os envío un abrazo solidario. Ánimo Antonio, ánimo compañeros. Gracias por estar ahí y por contárnoslo. Se ha puesto peligroso ser periodista en Marruecos. Pero sé que no os vais a dejar intimidar. Ni siquiera aunque lo peor pueda estar por venir.
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