*Fuente: Hmad Hammad, vicepresidente de CODAPSO. Defensor de los derechos humanos
Este es el testimonio de las hijas de un preso político tras los acontecimientos de Gdeim Izik y las manifestaciones de El Aaiun, traducido del árabe al castellano.
El jueves, día 6 de enero de 2011, nos levantamos mi hermana y yo a la siete de la mañana, y fuimos a comprar todo lo que nos hacia falta para visitar a nuestro padre en la Cárcel Negra de El Aaiun ocupado, que fue torturado y encarcelado desde noviembre por los acontecimientos de la protesta del Campamento de Gdeim Izik y las manifestaciones de El Aaiun ocupado.
Mi hermana y yo salimos de casa por la mañana con el carnet de identidad (marroquí), con la compra que hemos llevado (leche, queso, tabaco, pan….), y hemos alquilado un mini autobús con destino a la Cárcel Negra. Delante de la cárcel había muchas mujeres y hombres que esperaban ver a sus familiares y llegamos a la puerta de la cárcel. Después de una hora de larga espera y de insultos y discriminaciones por parte de los carceleros hacia los saharauis , cuando nos llegó el turno nos exigieron el carnet (marroquí) y nos hablaron de mala forma, con insultos y amenazas, diciéndonos que teníamos que esperar a nuestro turno.
Pasó una hora, pero nosotras no nos dimos cuenta, ya estábamos desesperadas por ver a nuestro padre, porque hacía más de un mes que no sabíamos nada de él.
Después de tanto esperar, al final hemos entrado al primer control, donde registran a las familias de los presos políticos saharauis. Sin embargo el problema no era a larga cola de las familias de los saharauis, sino del maltrato que sufre cada uno de nosotros, y los insultos que escuchamos, tales como “vosotros animales, ordenaros que os pasa”; “cállate basura”; “¿qué es esta basura?”; “saharauis de mierda”; “haced fila de 10 en 10 animales”; “que asco de gentuza”.
Estos insultos no son los más graves, porque los otros insultos son demasiados duros para reproducirlos. Mi hermana pequeña lloraba aterrorizada al oír los insultos y las amenazas de los carceleros marroquíes, y le pedía a Dios que nos proteja de las amenazas de los carceleros.
Esta injusticia que se comete cada día contra el pueblo saharaui.
Me llamaron en voz alta y con mucha violencia, me sentí aterrorizada, y esta vez era para registrar los alimentos que llevaba a nuestro padre. Las palabras del carcelero fueron las siguientes: “esta leche que tienes, ¿es acaso de tu hermano el camello?”; “¿y este queso?, ¿desde cuándo los animales comen queso?; “ hahahaha ¿qué es esto?”; “¿este tabaco lo fuma tu padre?”; “que te crees que estás en los campamentos de Tinduf”; “tira esto a la basura”; “si lo traes otra vez, te meto con tu padre en la celda”
Al final, lo vi con mis propios ojos, el carcelero cogió los alimentos que le di y los tiró al suelo y lo pisoteó con su zapato.
Llegó la segunda fase, esta es la cuarta puerta que atravesábamos donde estaba un carcelero de la cárcel más el director, y nos preguntaron el nombre y apellido.
Abrieron el primer candado, el segundo y el tercero, y cada candado pesaba medio kilo. Cuando abrían los candados yo sentía cómo se me hacía un nudo en el corazón y mi hermana se agarraba a mí, asustada. Al final hemos conseguido entrar, yo y mi hermana y siete mujeres.
Después de la espera de un cuarto de hora, vino mi padre pero no lo conocí ya que parecía un esqueleto y estaba moribundo y en su cara se veían claras señales de tortura. Se nos caían las lágrimas a mí y a mi hermana al ver a nuestro padre en tales condiciones infrahumanas.
Nos separaban de él dos cristales, era la primera vez que sentíamos a nuestro padre lejos de nosotros y por causas injustas, mi hermana y yo queríamos abrazarle, pero no pudimos, queríamos besarle pero no pudimos, queríamos sentir el calor de nuestro padre como cualquier hijo.
A ambos lados de los cristales había dos carceleros, uno en la parte donde estábamos nosotras y otro en la parte donde estaba mi padre; nada más saludamos a mi padre, y empezó mi hermana a llorar, y dijo: “Papá, quiero abrazarte”. Y le dijo el carcelero sin tener una pincelada de lástima por mi hermana: “Cállate ya, saharaui de mierda”
Ahora voy a contar la situación de mi padre:
La primera cosa que nos dijo es que no lloráramos más, que aquí su moral es muy alta y por encima de todo, a pesar de las torturas y las malas condiciones infrahumanas. Nos contó que pasan mucho frío y a él le duele la espalda porque duerme sentado. En el mes pasado estuvieron 32 presos en la celda, y entraron 10 presos más con ellos y ahora son 42 presos y duermen amontonados, la celda tiene 5 metros por 3, y hace un mes que no se duchan, les tratan mal, y no tienen ningún derecho como presos, el que habla o dice cualquier cosa lo llevan a otra celda solo y lo torturan, las cosas allí no están bien.
A cada uno de ellos les acusan de distintas causas, les acusan de delitos que no hemos cometido, como robar, pertenecer a bandas armadas, o cualquier cosa que se les ocurra, y todo para engañar a la comunidad internacional sobre la realidad en la que vive nuestro pueblo, privado de todos sus derechos fundamentales.
Cuando acabó la hora de la visita, nosotras comenzamos a llorar, ya que nos costaba despedirnos de nuestro padre, él nos contemplaba desde el cristal, destrozado nos pedía que fuéramos fuertes y que tenemos que luchar y cuidar a nuestra madre y a nuestros hermanos, pero el carcelero bruscamente intervino empujando a nuestro padre con insultos, y el carcelero que estaba con nosotras también nos comenzó a insultar y nos echó de la sala escupiéndonos. Nosotras destrozadas y llorando nos fuimos dejando a nuestro padre en manos de sus verdugos, viendo como nos alejábamos de él cada vez más, y rogándole a Dios que lo proteja.
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