El pueblo de Libia necesita hoy la solidaridad de todos los demócratas que en nombre de la libertad y los derechos civiles han luchado en muchas partes del mundo hasta la consecución de dichos objetivos. Hoy me siento profundamente consternado al ver a un régimen dictatorial y sanguinario bombardear a su propia población causando un número incalculable de bajas entre mujeres, niños, jóvenes y ancianos en la ciudad de Trípoli. La comunidad internacional no puede permitir esta masacre y debe condenar a los asesinos que pretenden aniquilar al pueblo libio sembrando el terror. Evitemos la violencia ejercida contra la población saharaui en el campamento de Agadayem Izik y apoyemos a los pacifistas de la plaza de Tahrir en El Cairo que resistieron de forma ejemplar hasta derribar al tirano.
Los pacifistas, los demócratas y los defensores de los derechos humanos tienen hoy la oportunidad de saldar su deuda con los pueblos árabes apoyando a la sociedad civil de forma clara y repudiando cualquier tiranía que intenta imponer su dictadura a la fuerza. La historia absolverá a quienes han defendido con valentía la democracia que disfrutan en sus países para que esa democracia sea la forma de Gobierno de otros pueblos que han sufrido décadas de totalitarismo.
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