martes, 19 de julio de 2011

El Gatopardo de Rabat




Revista El Siglo, nº 935. Del 18 al 24 de julio de 2011

Internacional. Tribuna. Recogido por Espacios Europeos.

Diego Camacho López-Escobar

El reciente viaje de Clinton a España y las conversaciones mantenidas con ZP, Rajoy y el Rey, evidencian la preocupación de la administración norteamericana por los acontecimientos que se están produciendo en Marruecos, silenciados por la mayor parte de la prensa española, y el deseo en apuntalar la reforma constitucional del sultán.

El país vecino pasa por un momento delicado, las revueltas producidas en el norte de África han encontrado un caldo de cultivo favorable entre los profesores y los estudiantes de las universidades, que desde hace más de 30 años contemplan el futuro con desesperanza. El origen del descontento hay que buscarlo en la propia naturaleza del régimen, monarquía teocrática y absoluta, que impide la participación y la representatividad efectiva aunque de manera formal sí las permita. La consecuencia  más desestabilizadora estriba en el disfrute por una pequeña clase de privilegiados, el majzén, de la mayor parte de la los recursos disponibles. La posibilidad de ascenso social está condicionada a la pertenencia a ese restringido club y, dentro de él, a la cercanía que se esté del sultán. El mérito y el esfuerzo no sirven de nada.

En Rabat se ha instalado la idea de Lampedusa, “cambiar algo para que todo siga igual”. De ahí que la reforma constitucional promovida desde Palacio sea sólo un  aggiornamiento al no encarar la raíz del problema y no cumplir las expectativas de la población. La participación en el referéndum ha estado en torno al 46%, por lo que el respaldo al monarca alauí no ha tenido lugar.

El Sultán cuando se ha visto presionado por la situación interna nunca se ha planteado limitar su poder. En su lugar siempre ha desviado la atención hacia el exterior ya sea Argelia, marcha verde, Mauritania, Ceuta o Melilla. Es en este ámbito donde se  enmarca la visita de la Secretaria de Estado y las conversaciones que ha mantenido en Madrid.

El momento del encuentro ha sido favorable para los intereses marroquíes. Un Presidente saliente con el único deseo de agradar no parece el interlocutor idóneo para sostener otra opción a la expresada por nuestro principal aliado. Un Presidente que para serlo tiene antes que ganar las elecciones, tampoco parece un interlocutor adecuado para deslizarle a Clinton una idea inesperada. Una vez más, los políticos españoles ponen los intereses de una potencia extranjera por delante de los nacionales y se prestan a felicitar la iniciativa real. Ello supone el respaldo al sultanato.

Fracasado el intento marroquí de convertir de un plumazo el Sáhara Occidental en región autónoma. Para dar autonomía a un territorio se debe ser soberano en él. El intento ahora es vincular al Polisario con el terrorismo y así tener un argumento que justifique la violación de los Derechos Humanos que practica nuestro vecino con los saharauis, aunque también con su propia población. Es notorio, en este caso, que la represión, la tortura, el secuestro y el asesinato lo practica el país invasor y lo sufren los invadidos, cuya fuerza estriba en tener la legalidad internacional de su lado. Marruecos hace caso omiso a las numerosas resoluciones de la ONU que le obligan a convocar un referéndum en el Sáhara, gracias al apoyo de EEUU y Francia y a la inhibición de España. No existen dos partes que tengan que llegar a un acuerdo, sino un territorio no autónomo y pendiente de descolonizar y una potencia invasora que para mantenerse en él ha tenido que construir un muro de 1.500 kilómetros.

Kissinger, definía como Estado gamberro aquel que sistemáticamente viola la legalidad internacional y en sus ansias expansionistas genera inestabilidad. Los tres interlocutores de Clinton en Madrid deben saber que apoyar a Rabat no es combatir el terrorismo de Al Qaeda, sino ser cómplice del terrorismo de Estado que está desarrollando Marruecos en su territorio y en los ocupados del Sáhara. Para la comunidad internacional, España sigue siendo la potencia administradora de estos últimos, según una resolución de la ONU del 2002.   

N. de la R.
El autor es coronel del Ejército, diplomado en Operaciones Especiales, y miembro de la Junta Directiva de la asociación APPA (Asociación para el Progreso de los Pueblos de África).


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