miércoles, 10 de agosto de 2011

Diego Camacho, agente de Inteligencia (III): Del Marruecos de la desinformación a la Francia de la “grandeur”




José Manuel G. Torga (8/8(2011)

La carrera del militar Diego Camacho López-Escobar, en el CESID (Centro Superior de Información de la Defensa), le lleva a la Embajada de España en la capital de Marruecos. Los imperativos  geopolíticos habrían de requerir allí objetivos y comportamientos renovados. Una versatilidad acorde con su propia condición.

P.- De entrada y, a grandes rasgos, te propondría que recordaras con qué te encontraste en Rabat
R.- Para mí, el destino en Marruecos fue una aspiración de toda la vida.   Consideraba que constituía el objetivo más importante para España. El estar destinado allí representaba para mí un verdadero reto. Había estado destinado, siendo teniente, en la Agrupación de Tropas Nómadas del Sáhara; pero Marruecos no lo conocía. Encontré una población  encantadora, personas con las que era muy fácil conectar, por su carácter extrovertido y mediterráneo. Otra cosa es el Gobierno, el “majzén”.

P.- Alguna nota para destacar el contraste
R.- Marruecos, al ser una monarquía absoluta y teocrática, dispone de un  control policial estricto. Es decir, sabía que cualquier colaborador que pudiera tener, incluso si le pagaba, tenía su fidelidad antes en el sultán que en mí, pues el riesgo que corría en el caso de no hacerlo era su vida y la de su familia. Las claves informativas para mí debían contar siempre con esa circunstancia, y, una vez adaptado, no era difícil obtener buena información. Era relativamente fácil, si te relacionas bien, pero siempre teniendo en cuenta que toda la información estaba censurada; te da más información un periódico marroquí por lo que ves que no dice que por lo que dice. Con el tiempo, uno se hace experto en analizar desinformación.

P.- Encontrarías algún asunto de carácter prioritario y especialmente delicado
R.- El Sáhara es para Marruecos asunto prioritario, aunque no hay que olvidar que la ocupación marroquí del territorio vulnera la legalidad internacional y  ningún país ha reconocido la soberanía de Rabat sobre el territorio, ni siquiera Francia, lo que le convierte, después de más de 35 años, en un Estado gamberro. Para la ONU la administración del Sáhara, según una resolución del año 2002, le sigue correspondiendo a España…

P.- ¿Qué crees, con esa premisa, que debería hacer España?
R.- Con arreglo a esa resolución del año 2002, España debería reclamar la administración del territorio para poder terminar el proceso de autodeterminación, interrumpido por la invasión marroquí. Se trataría de actuar como cascos azules y desbloquear el proceso. Es más lógico que nuestros soldados estén en el Sáhara, para hacer valer el Derecho Internacional, que en Afganistán o en el Líbano.

P.- Así, pues ¿estamos en deuda con los saharauis?
R.- La nación española tiene una deuda política con el pueblo saharaui y el rey de España una deuda personal, pues el territorio fue moneda de cambio para lograr el apoyo de EE. UU. y Francia en la consolidación de su ascensión al trono.

“Lobby” pro marroquí
P.- Un tema concreto: ¿desde allí obtenías datos  sobre el “lobby” marroquí en España?
R.- El Servicio de Contrainteligencia los tiene, como es lógico, aunque es tan grande que tampoco representa ningún mérito el hecho de conocerlo. El primer admirador del rey de Marruecos es nuestro propio rey y, donde se realizan las tareas de influencia más importantes, desde España, es en la propia Zarzuela. Después, el PSOE ha contado con  sus múgicas, el PP con  sus arísteguis… Todo el mundo que se precie de tener mano en Rabat tiene a gala propagar lo buena y razonable que es la actitud del sultán. Quien, a su vez, es enormemente generoso.

P.- Aquel observatorio, evidentemente, sería muy importante para conocer las filtraciones en relación con Ceuta y Melilla
R.- Lo que pasa es que, entre quienes constituyen  el “lobby” pro marroquí en España, el tema de Ceuta y Melilla lo dan por perdido. Sin embargo el tema estriba no en darlo o no darlo por perdido, sino en qué momento se da por perdido sin que se les vea el plumero. Esa es, desgraciadamente, la actitud del “lobby”.

P.- Máximo Cajal, al respecto, vendría a ser una especie de portavoz oficioso de esa posición…
R.- Su portavoz, no, Máximo Cajal es una de las personas en esa línea. Más influencia, claro está, tiene Felipe González, ya que estamos hablando del Partido Socialista o, incluso, Múgica Herzog. Máximo Cajal funciona en base a lo que decide hacer Felipe González. Su incidencia, por lo tanto, no es “per se”.

P.- Desde Rabat ¿oteabas, con perspectiva, la evolución de la política marroquí en relación con el Sáhara Occidental?
R.- Sí, te estoy hablando de finales de los años 80 y principios de los 90. La información que teníamos de lo que pasaba en el  Sáhara era completamente fiable y muy completa. Ya en el año 90 habían desaparecido más de quinientas personas del Sáhara, en los territorios ocupados. Después se ha confirmado, incluso por las declaraciones de un ministro de Hassan II, que a algunos disidentes saharauis se les arrojaba desde helicópteros al Océano Atlántico o, se les enterraba en cal viva. El hecho de la violación de los derechos humanos en Marruecos no es solamente una figura retórica, sino una realidad  constatada y de la que el gobierno español estaba puntualmente informado.

P.- ¿Contabas, para saberlo, con determinados medios de comunicación o, por ejemplo, con confidencias de fuentes privadas?
R.- Lo que he manifestado anteriormente se refiere a unas declaraciones públicas, que hizo un personaje oficial y que aparecieron en varios medios, donde estaban recogidas de forma textual; para mí tienen un valor relativo, porque ya lo sabíamos y el Gobierno español también. Esas violaciones de los derechos humanos eran espantosas. A algunas mujeres saharauis, para torturarlas, les cortaban los pezones.
Cuando me fui de Marruecos, el jefe de Inteligencia Exterior preguntó mi opinión sobre en qué habían fallado en su política sobre el Sáhara. Le contesté: “Pues, mire, yo creo que es muy simple. Ustedes han ambicionado el territorio; pero nunca han querido integrar realmente a la población”.

P.- En cuanto a los negocios de españoles en Marruecos ¿qué peso tienen sobre las relaciones políticas?
R.- Peso, ninguno. Los negocios españoles en Marruecos son  florecientes, sobre todo, si están avalados por la Casa Real española…

P.- ¿Española?
R.- Sí, el mejor aval que puedes tener en Marruecos es la recomendación del rey Juan Carlos I. Pero importancia política de los negocios, no. En los contenciosos  políticos que ha habido desde la “Marcha verde” en adelante y llegando a “Perejil”, a donde queramos remontarnos, nunca los tiempos han sido manejados por el Gobierno español sino siempre  por el “majzén”.

P.- ¿Cuándo fue, Diego, una ocasión concreta y bien significativa, en que, al parecer, intentaste buscar la mejor salida para unos jóvenes saharauis en apuros?
R.- Cuando tres muchachos saharauis del Aaiún pidieron asilo político en nuestra embajada de Rabat. El embajador fue partidario, desde el primer momento, de entregarlos a la policía para evitar que el gobierno alauí se irritara. Le informé, con todo género de detalles, de las violaciones a los Derechos Humanos que se estaban produciendo en el territorio ocupado y de las desapariciones, que entonces alcanzaban ya las 500 personas; proponiéndole negociar con el servicio ante quien estaba acreditado la salida de los tres a Ceuta. El mundo al revés; los diplomáticos dispuestos a entregarlos y los espías defendiendo el cumplimiento de la convención, firmada por España dos años antes en Ginebra, sobre Derechos Humanos. El desenlace no pudo ser más surrealista: el embajador trayendo a la embajada, en su coche oficial, a tres policías que se llevaron a los saharauis después de amenazarlos, en hasanía, en nuestra sede diplomática. Yo, expulsado de la Embajada, tuve que alquilarme una oficina, enfrente, durante varios meses hasta que cesé en mi destino.

P.- ¿Quién era entonces el embajador de España en Marruecos?
R.- Joaquín Ortega.

(…)

Análisis de conjunto
P.- ¿Qué matices distinguirías entre esos sucesivos destinos en Guinea Ecuatorial, Centroamérica, Marruecos y Francia?
R.- Matices todos, cada país correspondió a una realidad política diferente. El conjunto supuso un enriquecimiento personal indudable; ser capaz de ver el mundo sin anteojeras, más abierto.
Resumiendo, diría que mi única decepción fue comprobar cómo tu gobierno, en Guinea, teniendo unas bazas para hacer progresar a una pequeña población, cae víctima del egoísmo, la incapacidad o la corrupción de sus líderes y deja a los guineanos en una situación parecida a la que tenían hace treinta años, a pesar del descubrimiento del petróleo.

Costa Rica es la cara de esa moneda, en cuanto a eficacia; es un momento en el cual el Gobierno español sabe lo que quiere, lo que busca y además sabe hacerlo. Ves que esa valentía a la hora de tomar decisiones y de jugar sus cartas diplomáticas, genera un aumento de prestigio internacional, a todos los niveles, tanto entre los países aliados como entre los del otro bloque.

Marruecos es la constatación de una situación de chantaje permanente que nuestro país sufre a lo largo de los años, Por su incapacidad en dotarse de una política exterior que no esté tutelada por Francia. Para ello el primer paso que es necesario dar es la recuperación, por parte del Presidente del Consejo de Ministros, de sus responsabilidades constitucionales, que han sido frecuentemente delegadas en la Jefatura del Estado y que han motivado nuestra debilidad negociadora frente a Marruecos…

Francia, fue una gran experiencia global con una decepción final. El último Gobierno de Felipe González no fue sensible a ciertos temas. Voy a contarte una anécdota. Fui invitado a desayunar con el jefe de gabinete del ministro francés de Defensa, François Leotard, después de nuestra entrada en el Eurocuerpo. Al despedirnos, mi anfitrión me dijo que le transmitiera a mi Gobierno que contara con el respaldo francés para todo lo que precisáramos en relación con este asunto. Aproveché para deslizarle que sería bueno que el idioma español fuera oficial en los cuarteles generales de la UEO, puesto que lo era el francés, el alemán y el flamenco. Me dijo: “Diego, no te preocupes te garantizo que eso está hecho”. Se manda el informe en esos términos y a los tres días, cojo el periódico al llegar a la Embajada y, en la primera página, leo que el empleo del idioma español en la UEO, no es un problema prioritario para el Gobierno español, según declaraba el Ministro de Asuntos Exteriores, Javier Solana.

Sólo una pequeña acotación de quien firma la entrevista: parece un trazo solanesco -del pintor Gutiérrez Solana- para representar esa política oscura, de renuncias, de un Javier Solana, más que errático.

 *Leer entrevista completa en http://espacioseuropeos.com/?p=30777

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