EL PAIS - Javier Vallejo Madrid 1 MAR 2012
“¿Qué es peor, la lucha o la espera?”, le pregunta sobre el terreno la joven autora Lola Blasco a un antiguo combatiente saharaui que ve pasar el tiempo en el campo de refugiados de Tinduf. En 2010, cuando Marruecos arrasó el campamento de Agdaym Izik, próximo a El Aaiún, Lola, de 28 años, lo ignoraba todo sobre nuestra excolonia: el abandono vergonzante en que España la dejó tras la Marcha Verde marroquí, su lucha en franca desventaja, el aislamiento de la mitad de su población al otro lado del muro de 2700 kilómetros levantado por los ocupantes… Impactada, cogió su maleta y se plantó en solitario en Tinduf para saber más, de primera mano. Los hijos de las nubes, fruto de aquél viaje, es un documental escénico donde se solapan en primera persona la voz de la cronista, la opinión editorial y el testimonio elocuente (o el silencio) de quienes conoció allí.
Su labor concilia la del periodista con la del poeta, en el sentido en que José Hierro decía: “Es poeta quién intenta que aquello que iba a perderse no se pierda”. Con una puesta en escena sencilla, diáfana y cálida de Julián Fuentes Reta, Los hijos de las nubes nos descubre aquél rincón sahariano a través de la mirada limpia y sorprendida de una joven movida por la empatía y porque allí tenemos una responsabilidad heredada. Arropada por el director, Blasco nos enreda en su búsqueda y nos participa sus emociones, sus pequeños hallazgos y su desconcierto ante lo imprevisto y ante lo demasiado previsible. A veces, le parece que los saharauis están representando para ella y para sí mismos el modo de vida que dejaron atrás. Hasta sus campamentos toman nombres de ciudades del otro lado del muro: “Los saharauis son un pueblo que representa la batalla”, nos dice.
La interpretación, contenida pero vigorosa; una luz muy bien puesta y un espacio sonoro que mete la arena del desierto por los oídos, nos llevan en volandas durante los dos primeros tercios del documental escénico. En el último, Blasco se trae el foco a España, lo pone a nuestro pesar sobre Franco agonizante y orilla el tema principal, para nuestro desconcierto.
Los hijos de las nubes
Autora: Lola Blasco. Intérpretes: Miquel Insúa, Delia Vime, Borja Maestre. Luz: Jesús Almendro. Dirección: Julián Fuentes Reta. Sala Cuarta Pared. Del 29 de febrero al 10 de marzo.
*Fuente: Suite101 02-mar-2012 Meritxell Álvarez Mongay
'Los hijos de las nubes' - Sala Teatro Cuarta Pared
La dramaturga Lola Blasco reivindica en 'Los hijos de las nubes' la responsabilidad del Estado español con el Sahara Occidental.
Cuando España colonizó el Sahara Occidental, Lola Blasco todavía no se había planteado nacer ni estudiar arte dramático. Y aún le quedarían unos años cuando, con Franco agonizando, el Estado español regaló su antigua provincia a Mauritania y a Marruecos, y el pueblo saharaui vio incumplida la promesa de libertad que le había hecho.
La lucha del Sahara por la libertad
Sin embargo, cuando el 8 de noviembre de 2010 las fuerzas de seguridad marroquíes asaltaron el campamento de Gdem Izik en El Aaiún, la dramaturga alicantina se sintió responsable de los ataques que acabaron con la vida de 13 manifestantes. “Me dio mucha vergüenza como española, sinceramente… Que tengamos una parte tan importante en este conflicto y que, por mantener buenas relaciones comerciales con Marruecos, haya un bloqueo informativo tan grande y no se hable de esto.”
Hasta el próximo 10 de marzo, con Los hijos de las nubes, en la Sala Teatro Cuarta Pared de Madrid sí que se hablará de ello. “Pensé que tenía que hacer algo. No sabía muy bien qué, pero algo tenía que hacer.” Así que se marchó a los campamentos saharauis para recopilar material documental y, con el soporte de una beca de investigación concedida por Espacio Teatro Contemporáneo (ETC) de Cuarta Pared, escribir una pieza teatral.
Viaje al Muro de la Vergüenza marroquí
Lola Blasco viajó a Tinduf con la intención de llegar al Muro de la Vergüenza, 2.720km de arena y tierra que Marruecos construyó para alejar a los saharauis de las minas de fosfato de Bucraa y de los recursos pesqueros del mar. “Fui allí con Larabás –un beduino de Rabuni, el centro de protocolo y acogida de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) –, porque ese terreno está completamente plagado de minas, y solo no te dejan ir. Flipas, porque vas por allí esquivando obuses y la gente lo vive con una tremenda naturalidad.”
El cicerone pasaba delante para indicarle por dónde podía pisar sin miedo a que uno de aquellos artificios llegara a explotar. “En ese momento ni lo pensé, pero, si llega a pasarnos algo, ¡le hubiera pasado a él!”, se estremece la autora. Se trata del campo minado más largo del mundo, un record del que ninguno de los vigías marroquís que patrullan la zona puede presumir. “Me preguntaba qué pensarían de nosotros el montón de soldados que tienen ahí… Cuando va una multitud a manifestarse frente al muro es una cosa, pero ver de repente a dos personas solas grabando un vídeo allí…” Y recuerda: “Larabás aprovechó para gritar: « ¡Sahara libre!» Y nos pusimos a saltar en medio del desierto los dos.”
La hospitalidad del pueblo saharaui
Durante los primeros días que Lola Blasco pasó en el territorio africano, los saharauis la acogieron en las jaimas, hasta que se dio cuenta de que en las tiendas de campaña era imposible trabajar, y no precisamente porque carecieran de electricidad. “¡Las ceremonias del té allí son muy largas! –exclama –Pueden llegar a durar tres horas, y yo soy una persona muy nerviosa…”
Además, iba con el tiempo limitado, ya que quería entrevistarse con los nómadas para documentar su obra. “Luego vi que nada de eso funcionaba, porque, en el momento en que plantas una grabadora o una cámara, la persona se comporta de una forma ficticia. A parte, me di cuenta de que ir con una máquina de fotos es una práctica colonial, una barbaridad. Es cuando me dije: se acabó la cámara; ahora vamos a hablar.”
Franco y la memoria histórica
Con todo, Los hijos de las nubes no narra la lucha del pueblo saharaui por la libertad –como hace el documental casi homónimo de Bardem –, sino una experiencia personal que Miquel Insua, Borja Maestre y Delia Vime –bajo la dirección de Julián Fuentes – ponen sobre el escenario, interpretando, los tres, a Lola Blasco. La única protagonista de la historia es ella. Ella y la memoria. “El público viene pensando que va a ver una obra sobre los saharauis, pero no piensan que el tema les vaya a dar en la cara –advierte toda seria –. Me voy a la raíz del problema, a 1975, a la muerte de Franco y a la descolonización.”
Pero apostar por un teatro político de protesta tiene sus consecuencias, y cada vez que sobre las tablas se nombra al dictador, hay algún espectador que, molesto, se levanta del sillón. Ya le ocurrió en Valencia, cuando se pre-estrenó en el II Festival Internacional de Teatro Social REACT!, y le ha vuelto a pasar en su estreno oficial en la capital. “Todavía no se puede hablar de Franco en una obra, incomoda a la gente –se lamenta la autora –. Es un tema tabú, tanto para la derecha como para la izquierda; pero hasta que no asumamos nuestro pasado siempre habrá una división y no iremos avanzando.”
Teatro político de compromiso
La ganadora del Premio Buero Vallejo 2009 por Pieza Paisaje en un prólogo y un acto quiere avanzar, y jadea del Muro de la Vergüenza al valle de El Escorial para abrir la tumba de Franco y recordar la deuda que la democracia tiene con el Sahara Occidental. No obstante, siempre habrá quien quiera ir al teatro para divertirse, no para pensar, y ni mucho menos para que le responsabilicen de que los hijos de las nubes todavía no puedan caminar.
“Es curioso, pero ellos recuerdan con cariño a los españoles y no nos tienen rencor. Es un pueblo muy cercano: los niños vienen a España en verano con el programa de Vacaciones en Paz, y hay muchos saharauis que han estudiado en Cuba, con lo que hablan perfectamente español… ¡aunque con acento cubano! –comenta Blasco – Somos un pueblo muy cercano para ellos; el complejo de culpa es algo que tenemos nosotros dentro.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario