Organizada conjuntamente por
la Asociación DAJLA y la Universidad de Alicante, ayer día 15, tuvo lugar la
Conferencia ”Los medios de Comunicación y el Conflicto saharaui” en la que los
periodistas Yolanda Sobero y Ali Salem Iselmu analizaron, cada uno desde su
posición, el comportamiento de los
medios de comunicación ante un conflicto que se alarga ya 37 años.
Fueron presentados por Leonor
Maldonado, licenciada y profesora jubilida de Historia en la UA y
vicepresidenta de la asociación, que hizo un breve resumen de las trayectorias
de los dos participantes.
Comenzó Iselmu proyectando
un interesante Power Point en el que se
hacía un resumen desde los inicios del
conflicto hasta la actualidad. para, a continuación, hacer su exposición
hablando de la Primavera árabe que para él, tiene su inicio en una insólita
decisión de los saharauis residentes el Aaiun ocupado al crear en menos de una
semana un campamento a las afueras de la ciudad, con mas de 20.000 jaimas, como
protesta pacifica por las innumerables violaciones de los derechos humanos y las
condiciones infrahumanas de su vida diaria, siempre amenazados por los colonos
y las fuerzas de represión marroquíes. El durísimo desmantelamiento de dicho
campamento por parte del ejercito tuvo repercusión entre la población de otros
países árabes que, encabezados por Tunez, ha convulsionado a sus sociedades
propiciando la caída de los regimenes totalitarios que ya conocemos, en algún
caso como el de Libia y el actual de Siria, con gran derramamiento de sangre en
la población. Hizo hincapié en lo escasamente críticos que había sido
la prensa con todo lo referente al movimiento en Marruecos.
Yolanda Sobero nos expuso su
experiencia de 30 años de periodismo
dentro de TVE y manifestó su frustración al constatar que aun sigue
existiendo una gran ignorancia, no solo entre el pueblo en general, si no en
medios profesionales y culturales de todo lo relacionado con el conflicto
saharaui. Apuntó su creencia de que más que una conspiración de los medios de
comunicación, lo que hay es una desidia
dentro de la profesión ante lo complejo,
incomodo, y largo que resulta el l mismo. Manifestó que todo lo que ella
había decidido hacer sobre el Sahara lo había podido realizar, aunque reconoció que no haberlo hecho le hubiera resultado más
“cómodo”.
Habló del doble rasero con el
que se mide toda noticia proveniente del Sahara cuando se pretende que estas
estén contrastadas y no se exige lo mismo para la otra parte o en otros asuntos
internacionales.
Compartió con nosotros su experiencia durante el rodaje de su ultimo
reportaje “Voces y Silencios del Sahara” y la relación con las autoridades marroquíes, las dificultades puestas a un
rodaje previamente autorizado, la vigilancia, la presión y el
control lo que corroboraba la falta de libertades existente en el Sahara
Occidental ocupado.
Finalizó, animando a los
asistentes a seguir en la lucha porque,
a pesar de todo, es un milagro que después de 37 años aun se estuviera hablando
del Sahara.
SÁHARA OCCIDENTAL: MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y PRIMAVERA ÁRABE.
Cuando fue atacado el campamento saharaui de Agdayem Izik por parte de
Marruecos los días 8 y 9 de noviembre de 2010, muchos creyeron que esa protesta
pacífica iba a ser sofocada y acallada, y que las dictaduras con apoyo y sostén
desde el exterior podían seguir reprimiendo a la población civil ante la
complicidad de la comunidad internacional enfrascada en la lucha contra el terrorismo
internacional y la defensa de unos regimenes colaboradores y garantes de la
estabilidad y a la vez represores de sus
pueblos.
A principios de 2011 vimos como el tunecino Mohamed Bouazizi se quemaba a lo bonzo pidiendo justicia y
libertad como lo hicieron los saharauis en Agdayem Izik, pero la acción de
Bouazizi supuso el fin de la dictadura de Zein Abidin bin Ali en Túnez y ambos
hechos fueron el comienzo de las revueltas en varios países árabes y la caída
de varios dictadores que hasta ayer eran demócratas recibidos con altos honores
en muchas cancillerías.
Antes de buscar una solución política, acorde al derecho internacional
al largo conflicto del Sáhara Occidental, debemos de permitir a la población
recuperar sus derechos fundamentales acabando con la tortura, el asesinato, los
juicios arbitrarios, la expulsión permanente de observadores internacionales y
el control de la Misión de la ONU por parte de Marruecos en el Aaiún, incapaz
hasta la fecha de hoy de tener contacto y obtener información de la población
saharaui que se enfrenta a una situación de asedio y control por parte del
ejercito marroquí.
El eurodiputado Willy Meyer fue expulsado del Aaiún el año pasado al
igual que muchos políticos y activistas que querían romper el bloqueo impuesto
al territorio; mientras Christopher Ross Representante Especial del Secretario
General de la ONU, manifestó su deseo de visitar la región y saber directamente
la situación que se vive en el Sáhara Occidental, inmediatamente Marruecos
tacho su papel de mediador de parcial y pidió su renuncia, porque Ross quería
indagar y desbloquear el contencioso buscando una solución que tenga en cuenta
la situación en la que se encuentra la población saharaui.
La primavera árabe ha servido para desenmascarar a muchas dictaduras que
se han mantenido con el juego de los intereses económicos y políticos, pero en
el fondo estos sistemas totalitarios y militarizados que reprimían a sangre y
fuego a sus pueblos y celebraban elecciones fraudulentas tergiversando el
sentir democrático de cada ciudadano que veía que en otros países era tratado
como un ciudadano y no súbdito de un sistema donde el dictador es la máxima
autoridad del país y es inviolable e incuestionable por parte de cualquier
institución y del propio pueblo. Marruecos sufrió al igual que muchos países
árabes su particular primavera que ha dado como vencedor al partido islamista
de Justicia y desarrollo que gobierna en minoría un país donde el monarca no
reina sino gobierna y las principales cuestiones que afectan a Marruecos como
el desempleo, la pobreza, la falta de libertad en los medios de comunicación y
la propaganda equivocada y contradictoria en el conflicto del Sáhara Occidental
no han cambiado a pesar de los grandes cambios que ha sufrido la región y la
reivindicación del movimiento 20 de febrero que ha hecho manifestaciones por
todo el país cuestionando el rol de la monarquía y pidiendo mayores cuotas de
libertad.
Marruecos sigue aferrado al esquema de la guerra fría usando el
conflicto del Sáhara como amenaza permanente para el país y negando su estatus
de ocupante ilegal de un territorio cuya soberanía a fecha de hoy no le
reconoce ni siquiera Francia su principal valedor a nivel internacional, que
nunca ha dudado en usar el derecho al veto para mantener las violaciones de los
derechos humanos que vienen sucediendo desde 1975 hasta hoy.
Cuando hablamos de la Primavera Árabe, no podemos olvidar la
intervención de la OTAN en Libia y la campaña de bombardeos que llevó a cabo la aviación francesa para
derrocar a Gadafi y permitir el triunfo de los rebeldes reconociéndoles como
gobierno legítimo, un escenario parecido ocurrió en Bahrein con la ocupación
militar de Arabia Saudí para mantener en el poder a la actual familia real de
ese pequeño reino, frente a una mayoría
de la población que ha pedido y exigido el fin de una monarquía que reprime y
margina a la mayoría chií que vive en el país. A pesar de la injerencia
interesada desde el exterior la mayoría de los pueblos del norte de África y
oriente medio reclaman derechos humanos, libertades civiles y el fin de los
regimenes y sátrapas que han gobernado con una mano de hierro durante décadas.
En la medida en que los derechos humanos y el sistema democrático se
vayan consolidando en la región, Marruecos tendrá que abrir al mundo su mayor
cárcel, la cárcel de la ocupación y el silencio que sufre el territorio del
Sáhara Occidental; la ONU como organización sabe que mientras persista la
situación actual no habrá solución, porque la solución nace en las
instituciones de un Estado democrático capaz de negociar y reconocer los
derechos del pueblo saharaui sobre su tierra.
En este sentido los medios de comunicación deben tener un papel
relevante a la hora de abordar el tema del Sáhara, un tema silenciado por parte
de Marruecos y que no figura en la actualidad internacional a pesar del
asesinato y entierro ilegal de Said Dambar, el asesinato de Hamdi Tarfaui , la
huelga de hambre de Kaziza Lefkir que lleva más de dos semanas frente a la
embajada de Marruecos en Madrid, los sucesos de Dajla que apenas salieron en
los periódicos y que ocurrieron el año pasado. Todos los días ocurre algo en el
Sáhara pero los medios apenas lo recogen y Marruecos se esfuerza en ocultarlo,
parece que tienen que morir muchos saharauis para que el conflicto pueda volver
a ser portada de algún periódico.
Con los años nos vamos acostumbrando a buscar la información en los
portales de Internet que buscan fuentes de información alternativa, gracias al
trabajo de los activistas de derechos humanos que intentan romper la censura
documentando cada manifestación, detención, juicio y asesinato que ocurre en el
territorio.
Cuando un pueblo vive sitiado y controlado, el papel del informador es
buscar la verdad y contarla, contar esa verdad silenciada y reprimida por un
filtro censor que quiere ofrecer una imagen diferente de lo que sucede todos
los días delante de los ojos de la Minurso, incapaz de denunciar el miedo y el
silencio que se respira en cada calle y ciudad saharaui tomada y controlada por
la fuerza.
Resultado de ese miedo y silencio
nació Gdeim Izik que fue la primera protesta que estalló en el norte de África
fruto de años de represión y desesperación de un pueblo que sigue buscando su
propia primavera, una primavera que le permita ver el fin de la impunidad que
equipara a la victima con el verdugo, al agresor con el agredido y que haga que
las resoluciones internacionales se traduzcan en cuotas de libertad y respeto y
no en ese juego inútil que nos lleva a la prorroga indefinida de un problema cuya
única solución es la libertad de elegir y decidir en una urna el destino de un
pueblo como el pueblo saharaui que ha hecho innumerables sacrificios en aras de
consolidar la paz y la convivencia.
Ali Salem Iselmu. Periodista y escritor.