jueves, 26 de septiembre de 2013

Dislates, calumnias, errores y despropósitos. Pablo Ignacio Dalmases, sobre la novela Besos de arena de Reyes Monforte


Monforte, Reyes
Besos de arena
Temas de hoy, Madrid, 2013.
La esclavitud es, en pleno del siglo XXI, una lacra que sigue estando presente en muchos puntos del planeta y que afecta de modo muy particular a las mujeres. No es extraño que tan deplorable fenómeno de mucho juego a la hora de crear una narración literaria y eso es lo que ha hecho Reyes Monforte con Besos de arena (Temas de hoy). La trama de esta novela gira en torno a una niña esclava incorporada por una oenegé a cierto grupo de escolares procedentes del tercer mundo que vienen a pasar sus vacaciones en España; afecta de una patología cardiovascular, un juez ordena su permanencia en territorio español y en la familia que asumió su acogida temporal, en cuyo seno se educa, hasta alcanzar la mayoría de edad. Cuando está dispuesta para iniciar la carrera universitaria, es raptada por la familia que la poseyó como esclava en su país de origen y llevada allí a la fuerza, lo que da pie a que su novio inicie la complicada operación que ha de finalizar, tras una serie de peripecias rocambolescas, con su rescate.
Un argumento plausible que Monforte podía haber situado en cualquier punto del planeta en donde se pudieran dar tales situaciones, que no son pocos, pero ha optado por hacerlo en el eje España-Tinduf, haciendo de Huesca y Madrid los asideros de salvación y de los campamentos de refugiados saharauis el infierno de la esclavitud. Monforte ha utilizado para ello cierto caso análogo, ocurrido en la realidad, pero convenientemente manipulado y encubierto, con el fin de demostrar que el Frente Polisario, que lucha por la libertad colectiva del pueblo saharaui, ampara y protege, en flagrante contradicción con sus principios, la servidumbre de las personas, es decir, la esclavitud que fue durante siglos una institución tradicional entre las gentes del desierto. Más aún, Monforte debela al movimiento de liberación saharaui y le culpabiliza de mantener a su pueblo privado de libertad en la hamada argelina, mientras los dirigentes viven a cuerpo de rey.
Aunque a estas alturas de la historia nadie esté libre de culpa y el Frente Polisario acredite en su debe algunos errores, también es cierto que la tesis de Monforte falta deliberadamente a la verdad. Si la supervivencia de rezagos de esclavitud en la sociedad saharaui es lamentablemente real, también lo es el propósito de erradicarlos, por lo que acusar al Frente de “tráfico de seres humanos”[1] es, sencillamente, una calumnia. Por otra parte, los dirigentes de la República Saharaui encabezan un estado campamental precariamente instalado en una de las zonas más duras del desierto y, como han podido comprobar los miles de españoles que cada año visitan los asentamientos de refugiados, viven en parecidas condiciones a las de sus conciudadanos, los cuales viajan sin trabas por lo países vecinos y el resto del mundo, tal cual lo demuestra la presencia en España de una numerosa colonia saharaui.  
Más extraordinario aún es que la autora de Besos de arena haya escrito su novela sin mirar el mapa. Confunde de forma inimaginable el contexto geográfico en el que ubica la acción y pasa con alegre despreocupación de la zonas ocupadas por Marruecos a los campamentos situados en los alrededores de Tinduf, como si no existiera una incomunicación total entre ambas zonas, separadas por un muro vigilado por militares del ejército de ocupación y salvaguardadas por contingentes de la ONU. De este modo, confunde una y otra vez el poblado de refugiados de Dajla con el antiguo Villa Cisneros español, como si uno y otro estuvieran a un tiro de piedra y nos les separaran cientos de kilómetros[2] y dice de uno de los personajes que va a visitar el campamento de Gdeim Izik “a las afueras de Tinduf”, cuando el primero estuvo instalado en las afueras del Aaiún ocupado por Marruecos y la ciudad sahariana, en el interior de Argelia.  En fin, un verdadero dislate geográfico.
Pero hay más: habiendo utilizado una documentación poco o nada fiable, la autora incurre en constantes y lamentables errores históricos: la Dirección General de Plazas y Provincias Africanas no dependió nunca del Ministerio del Ejército, sino de Presidencia[3]; el caid Manolo no fue el fundador de El Aaiún[4], privilegio que se disputan otros dos militares españoles, De Oro Pulido y Alonso Allustante; a Bonelli no le envió Cánovas a Río de Oro, sino la Sociedad de Africanistas y Colonistas; el Caid Salah no fue precisamente “jefe de facciones rebeldes”[5], sino un saharaui fidelísimo a España y de los pocos que alcanzó el empleo de teniente del Ejército español; el continente africano –esta es una leyenda muy generalizada- no fue repartido en el congreso de Berlín[6]; ningún saharaui fue obligado nunca a bautizarse para casarse con una española[7] -hubo, aunque no muchas, sí suficientes bodas interraciales para acreditarlo-; es risible leer que “Argelia no reconoce al Sáhara”[8], cuando es harto evidente que ejerce como su principal protector y mantiene con la RASD relaciones diplomáticas; y constituye un verdadero despropósito afirmar que hay que hacer escala en Casablanca y Agadir para llegar en avión a Tinduf[9].
Súmense a ello otros aspectos inverosímiles para quien conozca mínimamente la sociedad bidán, como la presencia de saharauis en el culto de una iglesia católica[10] disputándose el asiento con las mujeres de los militares metropolitanos; la oferta de “vinos y licores”[11] en una boda saharaui de postín; o que un ingeniero de Fos Bu Craa viviese en Villa Cisneros, ciudad situada a 600 kilómetros del yacimiento donde había de trabajar[12].
Todo ello hace que lo que hubiera podido ser una novela de amor y aventuras no exenta de aciertos narrativos quede lastrada por tales errores y, lo que es aún mucho peor, por un tufo panfletario que invita a pensar en una intención subliminal de desprestigio del movimiento de liberación saharaui.
Nota de los escritores saharauis. El beso de arena, polvo que los vientos del Sahara llevarán…
El filosofo griego Aristóteles dijo una vez, que “El castigo del embustero es no ser creído aun cuando diga la verdad”. Y el proverbio saharaui al respecto reza “Por las evidencias no quedará por mucho tiempo contenta la madre que defiende a su hijo ladrón”. Los escritores saharauis nos encontramos sorprendidos por los falsos pasajes aparecidos en la novela de la escritora Reyes Monforte, sobre una historia de amor que transcurre en un supuesto Sahara Occidental. Una novela no investigada, plagada de inexactitudes, “copypasteada” de blogs, y rebosante de calumnias, ha merecido nuestra condena y asombro desde las primeras páginas. Pero a la vez serenos, instamos a la escritora Reyes Monforte a dialogar con nosotros, y le invitamos a conocer de buena tinta y de manera más cercana nuestra realidad; algo que sólo se puede conseguir desde las raíces, la sociedad y cultura saharauis, representada por sus escritores.
El doctor en Historia, escritor y periodista experto en el Sahara Occidental, Pablo Ignacio de Dalmases, nos adelanta en la lectura de la novela y hace esta crítica literaria sobre las lagunas e inexactitudes de Reyes Monforte.
Pablo Dalmases, fue fundador de la Radio Televisión del Sahara en los años 1970, y exdirector y fundador del periódico saharaui La Realidad, que se editaba en la colonia. Autor de los libros “Huracán sobre el Sahara”, “La Historia de la esclavitud en el Sahara Occidental” y recientemente autor del extenso trabajo de investigación, convertido en su tesis doctoral, “El Sahara Occidental en la bibliografía española y el discurso colonial”.


[1] P. 301.
[2] Pp. 191, 262, 267, 268, 270.
[3] P.  32.
[4] P. 34.35.
[5] P. 35.
[6] P. 148.
[7] Pp. 157-158.
[8] P. 295.
[9] P. 267.
[10] P. 154-155.
[11] P. 368.
[12] P. 122.