Monforte,
Reyes
Besos de arena
Temas de
hoy, Madrid, 2013.
La
esclavitud es, en pleno del siglo XXI, una lacra que sigue estando presente en
muchos puntos del planeta y que afecta de modo muy particular a las mujeres. No
es extraño que tan deplorable fenómeno de mucho juego a la hora de crear una
narración literaria y eso es lo que ha hecho Reyes Monforte con Besos de arena (Temas de hoy). La trama
de esta novela gira en torno a una niña esclava incorporada por una oenegé a
cierto grupo de escolares procedentes del tercer mundo que vienen a pasar sus
vacaciones en España; afecta de una patología cardiovascular, un juez ordena su
permanencia en territorio español y en la familia que asumió su acogida
temporal, en cuyo seno se educa, hasta alcanzar la mayoría de edad. Cuando está
dispuesta para iniciar la carrera universitaria, es raptada por la familia que
la poseyó como esclava en su país de origen y llevada allí a la fuerza, lo que
da pie a que su novio inicie la complicada operación que ha de finalizar, tras
una serie de peripecias rocambolescas, con su rescate.
Un
argumento plausible que Monforte podía haber situado en cualquier punto del
planeta en donde se pudieran dar tales situaciones, que no son pocos, pero ha
optado por hacerlo en el eje España-Tinduf, haciendo de Huesca y Madrid los
asideros de salvación y de los campamentos de refugiados saharauis el infierno
de la esclavitud. Monforte ha utilizado para ello cierto caso análogo, ocurrido
en la realidad, pero convenientemente manipulado y encubierto, con el fin de
demostrar que el Frente Polisario, que lucha por la libertad colectiva del
pueblo saharaui, ampara y protege, en flagrante contradicción con sus
principios, la servidumbre de las personas, es decir, la esclavitud que fue
durante siglos una institución tradicional entre las gentes del desierto. Más
aún, Monforte debela al movimiento de liberación saharaui y le culpabiliza de
mantener a su pueblo privado de libertad en la hamada argelina, mientras los dirigentes viven a cuerpo de rey.
Aunque a
estas alturas de la historia nadie esté libre de culpa y el Frente Polisario
acredite en su debe algunos errores, también es cierto que la tesis de Monforte
falta deliberadamente a la verdad. Si la supervivencia de rezagos de esclavitud
en la sociedad saharaui es lamentablemente real, también lo es el propósito de
erradicarlos, por lo que acusar al Frente de “tráfico de seres humanos”[1] es,
sencillamente, una calumnia. Por otra parte, los dirigentes de la República
Saharaui encabezan un estado campamental precariamente instalado en una de las
zonas más duras del desierto y, como han podido comprobar los miles de
españoles que cada año visitan los asentamientos de refugiados, viven en
parecidas condiciones a las de sus conciudadanos, los cuales viajan sin trabas por
lo países vecinos y el resto del mundo, tal cual lo demuestra la presencia en
España de una numerosa colonia saharaui.
Más
extraordinario aún es que la autora de Besos
de arena haya escrito su novela sin mirar el mapa. Confunde de forma
inimaginable el contexto geográfico en el que ubica la acción y pasa con alegre
despreocupación de la zonas ocupadas por Marruecos a los campamentos situados
en los alrededores de Tinduf, como si no existiera una incomunicación total
entre ambas zonas, separadas por un muro vigilado por militares del ejército de
ocupación y salvaguardadas por contingentes de la ONU. De este modo, confunde una
y otra vez el poblado de refugiados de Dajla con el antiguo Villa Cisneros
español, como si uno y otro estuvieran a un tiro de piedra y nos les separaran
cientos de kilómetros[2] y
dice de uno de los personajes que va a visitar el campamento de Gdeim Izik “a
las afueras de Tinduf”, cuando el primero estuvo instalado en las afueras del
Aaiún ocupado por Marruecos y la ciudad sahariana, en el interior de Argelia. En fin, un verdadero dislate geográfico.
Pero hay
más: habiendo utilizado una documentación poco o nada fiable, la autora incurre
en constantes y lamentables errores históricos: la Dirección General de Plazas y
Provincias Africanas no dependió nunca del Ministerio del Ejército, sino de
Presidencia[3];
el caid Manolo no fue el fundador de El Aaiún[4],
privilegio que se disputan otros dos militares españoles, De Oro Pulido y
Alonso Allustante; a Bonelli no le envió Cánovas a Río de Oro, sino la Sociedad
de Africanistas y Colonistas; el Caid Salah no fue precisamente “jefe de
facciones rebeldes”[5],
sino un saharaui fidelísimo a España y de los pocos que alcanzó el empleo de
teniente del Ejército español; el continente africano –esta es una leyenda muy
generalizada- no fue repartido en el congreso de Berlín[6];
ningún saharaui fue obligado nunca a bautizarse para casarse con una española[7]
-hubo, aunque no muchas, sí suficientes bodas interraciales para acreditarlo-;
es risible leer que “Argelia no reconoce al Sáhara”[8],
cuando es harto evidente que ejerce como su principal protector y mantiene con
la RASD relaciones diplomáticas; y constituye un verdadero despropósito afirmar
que hay que hacer escala en Casablanca y Agadir para llegar en avión a Tinduf[9].
Súmense a ello otros aspectos inverosímiles
para quien conozca mínimamente la sociedad bidán,
como la presencia de saharauis en el culto de una iglesia católica[10]
disputándose el asiento con las mujeres de los militares metropolitanos; la oferta
de “vinos y licores”[11] en
una boda saharaui de postín; o que un ingeniero de Fos Bu Craa viviese en Villa
Cisneros, ciudad situada a 600 kilómetros del yacimiento donde había de
trabajar[12].
Todo ello
hace que lo que hubiera podido ser una novela de amor y aventuras no exenta de
aciertos narrativos quede lastrada por tales errores y, lo que es aún mucho
peor, por un tufo panfletario que invita a pensar en una intención subliminal
de desprestigio del movimiento de liberación saharaui.
Nota de los escritores saharauis. El beso de arena, polvo
que los vientos del Sahara llevarán…
El filosofo griego Aristóteles dijo una vez, que “El castigo del
embustero es no ser creído aun cuando diga la verdad”. Y el proverbio saharaui
al respecto reza “Por las evidencias no quedará por mucho tiempo contenta la
madre que defiende a su hijo ladrón”. Los escritores saharauis nos encontramos sorprendidos
por los falsos pasajes aparecidos en la novela de la escritora Reyes Monforte, sobre
una historia de amor que transcurre en un supuesto Sahara Occidental. Una novela
no investigada, plagada de inexactitudes, “copypasteada” de blogs, y rebosante
de calumnias, ha merecido nuestra condena y asombro desde las primeras páginas.
Pero a la vez serenos, instamos a la escritora Reyes Monforte a dialogar con
nosotros, y le invitamos a conocer de buena tinta y de manera más cercana nuestra
realidad; algo que sólo se puede conseguir desde las raíces, la sociedad y
cultura saharauis, representada por sus escritores.
El doctor en Historia, escritor y periodista experto en el Sahara
Occidental, Pablo Ignacio de Dalmases, nos adelanta en la lectura de la novela
y hace esta crítica literaria sobre las lagunas e inexactitudes de Reyes
Monforte.
Pablo Dalmases, fue fundador de la Radio Televisión del Sahara en los
años 1970, y exdirector y fundador del periódico saharaui La Realidad, que se
editaba en la colonia. Autor de los libros “Huracán sobre el Sahara”, “La
Historia de la esclavitud en el Sahara Occidental” y recientemente autor del
extenso trabajo de investigación, convertido en su tesis doctoral, “El Sahara Occidental
en la bibliografía española y el discurso colonial”.