miércoles, 18 de diciembre de 2013

Sidi Mohamed Daddach, el Mandela saharaui


Esta entrada ha sido escrita por Juan Carlos Gimeno Martín, Doctor en Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid. 18 de diciembre de 2013
Ha muerto Nelson Mandela. “Una conmoción para el mundo” la muerte de este “líder histórico de la humanidad”, dicen los medios de comunicación, los mismos medios que miran hacia otro lado cuando se trata de la autodeterminación del Sahara Occidental. Mandela, como todo Sudáfrica ha sido siempre un aliado de la causa saharaui, un hombre digno, coherente en la defensa de los principios de la libertad y autodeterminación.
A Sidi Mohamed Dadach, se le conoce como el “Mandela saharaui”  Como Mandela, Dadach ha dedicado su vida a la lucha por la libertad. Si algo ha hecho líder histórico de la humanidad a Mandela, es la capacidad para mostrar al mundo que la lucha contra el apartheid no era lucha de los bantús y otras tribus africanas de Sudáfrica contra el privilegio blanco, sino una lucha de la humanidad entera por sus propios principios. También Sidi Mohamed Dadach está empeñado en mostrarnos que la lucha por la autodeterminación del pueblo saharaui no es una lucha que sólo es importante para las mujeres y los hombres saharauis, sino que lo es para todos nosotros porque es la lucha en la defensa del principio mismo de nuestra libertad como colectivos humanos, como pueblos.
La primera vez que vi a Dadach fue en la Escuela de Mujeres del 27 de febrero en los campamentos saharauis del sur de Argelia. Era el año de 2010 y se celebraba el día de la resistencia de las mujeres africanas, de las mujeres saharauis. Permitidme que os cuente una pequeña historia de lo que pasó aquel día.
La invitada especial aquel día era Winnie Mandela. Fue un día memorable. Con voz firme y clara, Winnie confesó: "yo no he venido a hablar aquí, el mundo ya está bastante lleno de palabras"… "Decirme que queréis que haga y yo lo haré". "Basta de quejas, de lamentarse de los actos, hay que ir más allá de la condena a Marruecos por sus actos...Es el momento de ir a la confrontación".
La  confrontación es lucha, es determinación. Escuchando a Winnie Mandela en aquel salón multicolor, en aquel caleidoscopio formado por cientos de melfas de las mujeres saharauis presentes, en un lugar de honor en la segunda fila se sentaban once activistas saharauis de los territorios ocupados que realizaban una gira por los campamentos; y entre estos once combatientes de los derechos humanos, se encontraban, Sultana Jaya, la más joven de ellos, y el que todos reconocen como el más grande de los activistas, Sidi Mohamed Daddach. Hay una manera de medir la grandeza que no tiene que ver con la edad, ni con los años vividos, sino con la forma de vivir los años.
Los activistas habían llegado para dar a conocer a sus hermanos de los campamentos los detalles de su lucha; lo hacen con pocas palabras y mostrando los dibujos del mapa que forman sus cicatrices. Habían llegado para compartir su experiencia de lucha y para explorar con sus hermanos de los campamentos nuevas estrategias que conduzcan a la liberación. Pedían la imprescindible colaboración de los saharauis de los campamentos:"Aquí sois libres, dijo el más joven de los activistas, necesitamos que penséis por nosotros, vosotros que sois libres".
Sidi Mohamed Daddach, es presidente del Comité Saharaui de Apoyo al Derecho de Autodeterminación (CSSASO) y fue Premio RAFTO de Derechos Humanos en 2002; es este uno de estos premios que cuesta sudor y sangre conseguirlo, como los que consigue Aminetu Haidar, como los que debieran darse a tantos saharauis. Daddach fue arrestado en 1976 cuando pretendía huir de la zona controlada por Marruecos para unirse al Frente Polisario. Las tropas marroquíes ametrallaron el vehículo en el que viajaba hiriéndole y matando a uno de sus compañeros. Después fue enrolado a la fuerza en el Ejército marroquí para luchar contra sus hermanos saharauis, pero en agosto de 1979 se dio de nuevo a la fuga; fue de nuevo capturado. El 7 de abril de 1980 un tribunal militar le condenó a muerte por “alta traición”. La condena es una muestra de la sinrazón de este conflicto.
Recluido en la cárcel de Kenitra durante más de 25 años, Daddach se convirtió, como Mandela en Sudáfrica, en un emblema para la causa saharaui. “Este hombre se ha convertido en un símbolo del combate por la libertad”, afirmó su propia madre desde Tinduf, donde se encuentra refugiada.
Durante sus años de cautiverio, Daddach fue sometido a brutales y sistemáticas torturas y todo, por posicionarse a favor de la independencia del Sahara y el estricto cumplimiento de las resoluciones de la ONU, ese "delito" que ojalá cometiéramos todos. Fue condenado a muerte. Durante 14 años, con todos sus días y sus noches, este hombre vivió abrigado por una mortaja, pendiente un día y otro de la llegada de su último día. Después, graciosamente, le fue conmutada la pena capital por la de cadena perpetua.Y otros once años vivió con esa pesada cruz. Su férrea voluntad en la lucha y un pájaro que a veces llegaba a su ventana le permitió  no sucumbir a la locura.
Declarado preso de conciencia por organismos como Amnistía Internacional, fue finalmente liberado en diciembre de 2001, después de una campaña de presión por parte de las ONG y países de todo el mundo contra su detención por el régimen alauí.  Y es por eso, por estar encerrado en las cárceles secretas marroquíes durante 24 años, le ha valido el sobrenombre del “Mandela saharaui”. Ha sido el preso de conciencia encerrado durante más tiempo en el continente africano tras el propio Mandela. Triste record.
Por favor, mirad su rostro en la fotografía que acompaña este relato. Mirad largamente su rostro. Observad el rictus alrededor de la boca, mirad las líneas de expresión alrededor de sus ojos, cómo se fruncen, como si le molestara la luz del día, esa sensación común entre aquellos que han sido obligados a vivir en la oscuridad durante largo tiempo; mirad, mirad cómo brilla la luz en el fondo de sus ojos como un ascua.
Unos días más tarde tuve la oportunidad de mirar muy de cerca los ojos de Sidi Mohamed Daddach, en el campamento de Dajla, mientras tomaba mi mano. Los saharauis no estrechan la mano, la toman largamente. El poeta Bunana, tomaba su otra mano; me presentaba y  me hacía comprometerme ante él, a que dedicaremos nuestros mejores esfuerzos en un futuro próximo a recopilar la poesía oral saharaui en hasanía, en los territorios ocupados. Para que la memoria permanezca en la lengua y se convierta en testimonio y conocimiento, dijo Bunana. Testimonio de la violencia, conocimiento de que la vida de los violentados tiene su propia densidad  y peso; no los de la soga que trata de ahogarles, no los de la porra que les golpea. Prometer algo frente a un hombre así es como prometer sobre la Biblia o el Corán, prometer sobre lo mejor de lo que somos como humanos.
Me pregunto ¿qué hace que un hombre, como Mandela o como Daddach, que hace que una mujer, como Sultana, sean constantes en sus convicciones hasta este extremo? ¿Qué decisión tomada, un día en su vida, hace a estas mujeres, a estos hombres, ser fieles a sí mismos, a sus convicciones, hasta el final? Con lo fácil que resultaría, como para tantos de nosotros, decir "no puedo", "no puedo, y no se me puede culpar por ello", "es demasiado grande, demasiado responsabilidad para un sólo hombre, una sola mujer, para mí". Tenemos tantas coartadas para decir "no puedo", tantos cómplices en estos silencios. ¿Quién podría señalarnos con el dedo por ello?

Me pregunto, ¿de dónde proviene su heroísmo?

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