Para conmemorar el aniversario 41 del
Frente Polisario los elegantes salones del palacio Conde Toreno en Oviedo
hicieron de espacio anfitrión de los testimonios de Brahim Dahane , preso
político saharaui , y de Carlos Beristain., médico forense.. autor del Informe:
El Oasis de la Memoria; Memoria
histórica y violaciones de derechos humanos en el Sáhara Occidental
El acto ha supuesto un importante ejercicio
para la recuperación de la memoria colectiva del pueblo saharaui. Heridas
abiertas, escondidas en la memoria y la epidermis, desafiadas por el olvido y
el silencio. Bombardeos, éxodo, desaparición forzada, centros clandestinos,
detenciones arbitrarias, tortura, separación, refugiados, destierro. El
silencio. La indiferencia y la complicidad. Una cultura nómada, de memoria y
tradición oral, dividida por un muro marroquí de 2720 kilómetros , de
insignificantes repercusiones humanitarias para las potencias, en comparación
con otros muros, en Palestina, en Estados Unidos, en Ceuta y Melilla..
“¿Cómo hacer para que tanto dolor no sea
inútil?” preguntó una mujer saharaui durante la investigación del equipo
forense. El informe es una importante contribución a la reconstrucción de la
memoria saharaui y con ella, a los esfuerzos para la reconstrucción del tejido
social de un pueblo que lleva treinta y ocho años de vivir en emergencia,
resistiendo y luchando por su independencia, liderado por el Frente Polisario.
“Donde están los Polisarios ¿”..
“No lo se”…y un disparo a la cabeza.
“¿dónde están los polisarios…?”…. “no
se..” y un disparo en la cabeza y otro
en el corazón..
El equipo de Carlos Beristain ha logrado por primera vez
exhumar e identificar con métodos científicos a ocho desaparecidos saharauis y
desmontar así la tesis oficial marroquí que apuntaba a que cuatro de las
víctimas murieron «por circunstancias» durante la detención. Los ocho, beduinos
entre los que había dos menores, fueron ejecutados.
Los días 8, 9 y 10 de junio de este año, un
equipo profesional de la UPV, la Fundación Aranzadi y de Hegoa -Instituto de
Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional- visitó en compañía de
varios familiares y miembros de la Asociación de Familiares de Presos y
Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA) un lugar en la zona de Fadret Leguiaa, en
la región de Smara, en pleno desierto, a escasos kilómetros del «muro de la
vergüenza» construido por Marruecos para dividir el territorio saharaui y, por
tanto, una zona minada.
Allí encontraron, gracias al testimonio de
testigos presencialesl, que entonces tenían 13 años, y al de quince familiares
que entrevistaron previamente, tres fosas, separadas por treinta metros, que
contenían los restos de ocho beduinos, dos de ellos menores de edad detenidos
el 12 de febrero de 1976 en las cercanías del pozo de Amgala, donde solían ir a
buscar agua para el ganado.
El operativo militar marroquí movilizó
numerosas tropas y vehículos en una zona en la que en ese momento solo había
población civil. Los familiares emprendieron la huida, primero hacia otras
zonas del Sahara, y luego, a los campamentos de refugiados de Tinduf, a 400 kilómetros de
donde ocurrieron las desapariciones.
En las fosas y dispersados por las
inmediaciones encontraron casquillos de arma de fuego calibre 7,62, y objetos
personales de las víctimas, como un rosario de cuentas amarillas y negras, un
cierre de cremallera, una pulsera de cuerda, una maquinilla de afeitar de
cuchilla, un fragmento de anillo metálico de cinturón, una cartera, suelas de
zapato, prendas de vestir con lesiones por impacto de proyectiles y dos DNI
españoles que acreditaban que las víctimas eran ganaderos de profesión. Del
estudio científico de los restos humanos se desprende que las ocho víctimas
murieron como consecuencia «de las heridas sufridas por arma de fuego». En
algunos casos, fueron disparos a la cabeza. La posterior identificación con
datos genéticos de familiares directos se practicó en los laboratorios de la
UPV.
¿Qué suponen las conclusiones de esta
investigación?
La constatación de la veracidad de los
testimonios de los familiares de las víctimas. Un testigo nos relató que estas
personas habían sido detenidas y que sabía, porque así lo vio, que algunas
habían sido ejecutadas. Con este hallazgo constatamos la falta de veracidad de
la versión que ofreció Marruecos, cuyo Consejo Consultivo de Derechos Humanos
publicó en diciembre de 2010 en internet un informe en el que decía que cuatro
de estas ocho personas habían sido llevadas a un cuartel en Smara, donde
fallecieron. Estas personas no fueron llevadas a ningún cuartel. Y las otras
cuatro personas ni tan siquiera aparecen en los listados oficiales de
Marruecos. Estamos ante la primera evidencia científica del destino de muchos de
los desaparecidos saharauis. Hasta ahora teníamos los testimonios, pero no las
pruebas. Para los familiares esto es una cuestión determinante; saber qué ha
pasado con sus seres queridos es siempre la demanda central de las personas con
familiares desaparecidos. La gente necesita saber, porque la desaparición
forzada es una pérdida incierta, nunca sabes cuándo acabó, cuánto tiempo estuvo
vivo, a dónde fue llevado. Hay toda una incertidumbre que crea un enorme
impacto sicológico, una situación que ha sido definida tanto por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos como por el Tribunal de Estrasburgo como una
forma de tortura sicológica. Los familiares saharauis vinieron con miedo,
porque la exhumación se hizo en un lugar militarizado; con una enorme esperanza
y con una movilización emocional. Han mostrado una enorme satisfacción por el
logro que supone este hallazgo a nivel personal y para el Sahara.
Se calcula que hay más de 400
desaparecidos saharauis. Sin embargo, solo ahora se ha logrado identificar a
las primeras víctimas.
Esto demuestra que haciendo un buen trabajo
de investigación, con la confianza de las víctimas y con un equipo
independiente para poder llevar a cabo la acción, los desaparecidos pueden
buscarse. Tenemos información de numerosas fosas, tanto cerca de donde hemos
estado como en la zona ocupada por Marruecos. Sabemos dónde están algunas de
esas fosas, que han sido denunciadas internacionalmente. Durante muchos años,
la situación de los familiares ha sido invisibilizada; ha quedado más como una
demanda genérica de la búsqueda de los desaparecidos sin, digamos, un asidero
concreto de cómo llevar adelante la investigación. El primer paso consistente
que dimos fue el informe «Oasis de la memoria», en el que investigamos decenas
de casos de desaparecidos, lo que abrió la puerta para esta investigación y
exhumación.
«Presentamos con toda nuestra buena
voluntad toda la documentación que nos pidieron organismos oficiales marroquíes
como la Instancia de Equidad y Reconciliación. Ahora, ha quedado certificado
que los datos proporcionados por el Consejo Consultivo de Derechos Humanos eran
falsos. ¿Cómo es posible que mientan y jueguen con nuestros sentimientos
instancias que se suponen deberían velar por los derechos humanos y no estar al
servicio de intereses políticos? Marruecos no tiene voluntad para realizar una
investigación seria. Como familiar de desaparecidos, me siento alegre por este
hallazgo y agradezco a los beduinos su colaboración», dice Elghalia.
Precisamente, el testimonio de otro beduino condujo en 2006 a la asociación
saharaui de graves violaciones de derechos humanos, ASVDH, de la que Elghalia
es vicepresidenta, hasta una fosa individual en la que encontraron los restos
de un saharaui que aún conservaba la vestimenta con manchas de sangre.
Las gestiones realizadas desde entonces
ante el Consejo Consultivo de Derechos Humanos para proceder a su
identificación han resultado en vano.
Elghalia pidió entre lágrimas que se siga
con las exhumaciones, también en los territorios ocupados y en las cercanías de
los cuarteles militares. «Tenemos el coraje y la voluntad para continuar en
esta tarea y arrojar luz sobre el destino de nuestros desaparecidos».
El dóctor Carlos Beristain contó cómo el
equipo trasladó sus hallazgos a la Audiencia Nacional, atendidos durante largas
horas por el juez Ruz, a pocas horas de que el gobierno del PP modificara la
jurisdicción universal. Sin embargo el caso sigue: eran ciudadanos españoles,
en territorio administrado por España, que sigue siendo el país responsable de
la descolonización pendiente.
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