Pablo-Ignacio de Dalmases es un periodista
afable y cordial, doctorado en Historia y con amplia experiencia en el Sáhara
español. Fue director de RNE y TVE en aquella tierra y director del diario La
Realidad, de El Aaiún.
Es descendiente de un aristócrata barcelonés,
del que lleva su nombre y su primer apellido, que vivió entre 1670 y 1718.
Aquel Pablo-Ignacio de Dalmases fue partidario de los Austria durante la Guerra
de Sucesión española y tuvo su residencia en el Palacio Dalmases, sito en la
calle de Montcada, en Barcelona, próximo al Museo Picasso.
Acaba de aparecer un nuevo libro de quien
podríamos llamar Pablo-Ignacio II que merece ser tenido en cuenta, El desierto
imaginado (Carena), donde aborda el África Occidental español en la literatura.
Pronto verán a dónde vamos a parar.
En 1881, dos años antes de que muriera Marx
y de que naciera Ortega, la Sociedad de Pesquerías Canario-Africanas pactó con
una tribu la cesión de la península de Río de Oro. A los tres años, una
asociación no gubernamental organizó y pagó la expedición a esos lugares. Se
fundó entonces Villa Cisneros (ahora Dajla), y no tardaría en comprobarse que
no era rentable como vía de penetración comercial y de explotación económica.
Durante medio siglo apenas se percibió que aquellos territorios eran
protectorado nuestro. Hasta la República, no se procedió a ir más allá de la
costa. En 1938, a
los cuatro años, se fundó El Aaiún. El 28 de febrero de 1976, España huyó del
país y se despreocupó de su suerte. Ante la intimidatoria Marcha Verde se cedió
la administración del Sáhara español, pero no su soberanía.
Dalmases señala que antes de 1958 no hubo
allá apenas civiles españoles, "salvo algún funcionario, maestro,
sacerdote o visitante ocasional, como los científicos, que a partir del término
de la Guerra Civil, fueron enviados por las instituciones oficiales para
investigar el país en todos los órdenes del conocimiento". El reflejo
literario de aquel tiempo es escasísimo, a diferencia de otros países europeos
no tenemos una literatura colonial africana que merezca ese nombre. Nuestro
desinterés fue inmenso, e iba acompañado de errores de bulto. Entre ellos, y no
el mayor, el de hablar, por ejemplo, de tigres en la fauna sahariana (felinos
que no habitan en África); tal disparate se lo copiaban unos autores de otros.
También incurrió en él nuestro paisano José María Folch y Torres (1880-1950),
el director de En Patufet, que así firmó su libro de narraciones infantiles
África española, publicado en 1911 en Barcelona.
Han pasado los años, y el pueblo saharaui
ha formado una corriente creativa que reivindica el español como segunda lengua
propia. hace unos diez años que se estableció la 'generación de la amistad'
cuyos autores se sienten "copartícipes del universo literario
hispano". Nuestra lengua común es un rasgo distintivo de ellos entre los
árabes. Les deseo mostrar, queridos lectores, una muestra de Sáhara en el
corazón, libro de poesía publicado hace siete años por un informático saharaui,
Sas Nah Laroi, que reside en Menorca y que se formó en Cuba. Pertenece a lo que
se denomina 'cubarauis'. Selecciono estos versos:
"Ya no sé qué decir,
ni cómo he de callar.
Ya no sé qué hacer,
ni qué he de pensar.
Ya no sé qué escribir,
ni cuándo he de terminar,
ni dónde está la razón.
Sólo sé que estás, idolatrada Sáhara,
en lo más profundo de mi corazón.
Ya no sé cómo sonreír,
ni qué he de gozar.
Ya no sé a dónde ir,
ni cuándo he de parar".
Seamos coherentes y no los olvidemos, que contemos unos con
otros para lo mejor.
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