Los cascos azules de la (MINURSO), Misión
Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental, gozaron siempre con
plena seguridad en los territorios liberados del Sáhara Occidental. Viven en
sus lujosas residencias en medio del desierto, sus patrullas recorren la
espaciosa Tiris y el hermoso Zemmur, se detienen en cada jaima que se le
antoja, donde son recibidos con la habitual hospitalidad de la sociedad
saharaui. Les preparan té, les ofrecen cuencos de leche de camella recién
ordeñada. A los hombres se les regalan darraa[1]
, a las mujeres, melhfa y se les aplica la henna en las manos y pies. Concluyen su agasajo dejando las jaimas
saharauis alegres, charlando en sus múltiples idiomas, gesticulando con las
manos en señal de gratitud por la hospitalidad recibida.
Desempeñan su trabajo de patrullas con
total libertad y sin restricciones, incluso se adentran en las instalaciones militares
de las unidades militares del Ejercito Saharaui, revisan todo y se retiran
despedidos con la sonrisa de los
soldados saharaui.
¿Acaso gozan los cascos azules de la
MINURSO con un trato semejante en otras regiones del planeta? ¿Cuantos miembros
de la MINURSO habían fallecido en el Sáhara Occidental por acciones bélicas?,
casos contados por explosión de minas sembradas durante la guerra por el ejército
marroquí.
Si comparamos las bajas de los cascos
azules en otras partes del mundo encontramos resultados tristes con abismal
diferencia con los del Sahara Occidental. Y por citar algunos ejemplos en
Darfur y el Congo perecieron 300 soldados de esas dos misiones de la ONU en
África. En Mali 36 cascos azules han muerto y 200 han resultado heridos en la
misión de la UNO en Mali.
En la misión de Somalia que realiza la MINUSMA, decenas
resultaron muertos en distintos incidentes.
Sólo en el año 2015 unos 129 agentes de
Naciones Unidas (incluidos militares, policías, personal civil procedentes de
50 países) perdieron la vida. En total ha habido más de 3400 fallecidos desde
que la UNO comenzó las operaciones de paz en 1948.
La eterna permanencia de las unidades de la
MINURSO no refleja los deseos de los habitantes del Sáhara, su presencia en el
territorio se realizó con el objetivo de la organización de un referéndum de
auto determinación del pueblo saharaui y no prolongar los sufrimientos de la
población del territorio.
Ante su inoperancia la MINURSO no evitó el
desmantelamiento salvaje y cruel del campamento de protestas pacíficas
saharauis en Gdrim Izik en 2010, ni
evitó el asesinato del niño Said Dambar ni la tortura de miles de niños y
mujeres en las calles de las distintas ciudades del territorio saharaui
ocupado. Además del encarcelamiento de miles de ciudadanos saharauis en cárceles
marroquíes.
La ONU con sus cascos azules no evitaron el
genocidio de Ruanda en 1994, donde
perecieron 800 000 personas en menos de
tres meses, las tropas de los cascos
azules compuestas por 2539 soldados se
replegaron sin cumplir con su misión de proteger los civiles.
También es inolvidable la masacre de
Srebrenica ocurrida 11 de julio 1995, los soldados serbobosnios invadieron la
ciudad, lo que hizo que decenas de miles de refugiados huyeran al campamento de las fuerzas de paz
de la UNO en Potocari, en el norte de la ciudad. Los cascos azules y unos 500 refugiados en su mayoría niños y mujeres
se refugiaron en la base de las Naciones Unidas, mientras otros miles se
quedaron en el exterior. Los refugiados dentro de la base fueron expulsados y
entregados a las tropas serbobosnias.
En los días siguientes 8.000 hombres y
niños musulmanes fueron asesinados a sangre fría ante la mirada pasiva de los
cascos azules.
El componente de la MINURSO no fue
destinado al Sáhara Occidental para vivir en hoteles de cinco estrellas y
llenar sus bolsillos de los dólares de las sucesivas misiones que desde 1991
son anualmente renovadas. Esta misión como todas las misiones de la UNO
desplazadas en zonas de conflictos, debe
entender que puede afrontar serios peligros por lo que está condenada a adoptar
medidas de seguridad y no correr a esconderse cuándo se avecina un peligro.
El argumento de la existencia de amenazas
terroristas que atentan contra la integridad física de los soldados de la
MINURSO, principalmente en la zona de Guergarat, es una farsa ideada y puesta
en acción por un país del consejo de seguridad aliado de Marruecos que tiene
como objetivo proteger los intereses del ocupante marroquí, prolongar la vida
del conflicto y mantener las conversaciones de paz concentradas en torno a
temas secundarias alejadas del objetivo principal, que es la celebración de un
referéndum libre y transparente que
garantiza la auto determinación del pueblo saharaui. Es imposible tapar el sol
con un dedo ni engañar al pueblo saharaui con este sucio juego.
Cuatro décadas de guerra, exilio y dolor
han fortalecido la nación saharaui y han demostrado que la UNO no resolverá la cuestión
del Sáhara Occidental. Tan sólo con una vuelta a las armas que hace temblar a
todo el Magreb Árabe, puede implicar Occidente en la solución y garantizar al
pueblo saharaui su legítima derecho en recuperar su soberanía nación sobre el
territorio del Sahara Occidental.
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