Por Luis Sánchez Martín en Literatura +1. 2 de julio de 2019
Me gusta mantenerme informado, y aunque
hace años que apagué el televisor suelo navegar por noticieros varios (y de
varios ‘colores’) en la red. Aun así, lo poco (poquísimo) que sé de la causa
saharaui lo he aprendido en las publicaciones que Conchi Moya, autora de este
libro, realiza casi a diario en sus redes sociales, lo que demuestra el escaso,
casi nulo, interés del estado y los medios de comunicación españoles por este
pueblo al que abandonamos en manos de Marruecos hace ya más de cuatro décadas,
fecha desde la que los saharauis malviven en campos de refugiados, en el exilio
o bajo la dominación marroquí.
Creo firmemente en la cualidad
armamentística del arte. Toda expresión artística debe (o, al menos, puede) ser
un arma para la concienciación y contra el olvido, y esta obra (de ficción,
aunque con base real) lo es.
Conchi Moya, que ya había publicado sobre
la causa saharaui en tono de artículo y ensayo, recurre ahora al relato con
alma de cuento. Si tuviera que usar una palabra para definir esta obra y su
prosa, sería, sin duda, «delicadeza». Moya conoce de primera mano la situación
del pueblo saharaui y su causa, y las descripciones, los diálogos, e incluso la
música, que juega un papel muy importante tanto en la vida de la autora como en
este libro, atraen al lector hacia dentro del relato, intentando colocar al
mismo no en el centro de una epopeya histórica con grandes batallas y gestas,
sino en momentos muy concretos, sencillos (en apariencia) y, sobre todo, muy
emotivos, como el del combatiente que, inspirado por John Lennon, dibuja paz y
flores en un proyectil (cree en la lucha, en su lucha, pero sueña con que la
paz llegue surcando el aire) o el del padre que pregunta a su hijo, tras años
sin saber de él, si encontró lo que fue a buscar. También hay lugar para las
lágrimas de cocodrilo del joven político que, cuando acabó la sesión de fotos,
no volvió a mover un dedo por la causa (un tal Felipe González, no sé si lo
conocerán), para la recreación del momento en el que se tomó una de las
fotografías más icónicas de la lucha del pueblo saharaui, la de aquella mujer
con su hija en brazos y el fusil a la espalda, y, en general, para despedidas y
reencuentros entre personas que intentan reconstruir su vida mientras buscan
una libertad y una independencia que se les niega, y todavía dudan,
tartamudean, cuando les hablan de «saharauis y españoles», pues vivieron una
época en la que no existía tal distinción.
Un libro precioso desde el punto de vista
literario y necesario desde el punto de vista social, cuya lectura recomiendo.
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