miércoles, 8 de julio de 2020

Pandemia en los campamentos saharauis. Huir de la vuelta a la normalidad, caminar hacia un futuro de vida

De derecha a izquierda: el profesor Juan Carlos Gimeno Martín y el profesor Juan Ignacio Robles Picón

Fuente: Diario La Realidad Saharaui/DLRS, 08/07/2020. Fotos: Bahia MH Awah
MUNDO ACADÉMICO VS SAHARA OCCIDENTAL
Pandemia en los campamentos saharauis. Huir de la vuelta a la normalidad, caminar hacia un futuro de vida. Ponencia presentada en el encuentro virtual del CLACSO en mayo de este año
Juan Carlos Gimeno Martín, profesor en la Universidad Autónoma de Madrid académico experto en la historia y ámbito cultural saharaui
En el marco de la cooperación universitaria con la Universidad saharaui de Tifariti, (UTI), en los próximos meses de octubre y noviembre se organizará un encuentro-seminario de temática transversal. El encuentro reunirá varias universidades de España, Portugal y la anfitriona saharaui, Universidad de Tifariti, (UTI). Marco en el que varios investigadores de distintas disciplinas presentarán ponencias sobre la memoria de la cultura, su registro oral y el patrimonio cultural arqueológico en el Sahara Occidental seriamente dañado por la ocupación marroquí a partes del territorio saharaui. El encuentro estaba previsto para el mes de abril pero con la situación creada a nivel mundial se ha pospuesto. Inesperada situación que el profesor Juan Carlos Gimeno hace reflexionar sobre ella en el encuentro virtual que organizó el Consejo  Latinoamericano de Ciencias Sociales conocido por sus siglas CLACSO. El profesor nos sitúa en el contexto del largo confinamiento de los saharauis, como última colonia en África que falta por ejercer la totalidad de su soberanía.

Los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, al sur de Argelia, se encuentran cerrados desde la segunda mitad del mes de marzo, para protegerse de la pandemia del Covid 19. Con esta decisión tomada por las autoridades de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) se ha podido mantener un total control del contagio, reduciéndose a 9 casos entre los más de 150.000 personas saharauis que habitan en los campamentos, según los datos difundidos por la Universidad John Hopkins. Sólo una persona ha fallecido según esta institución. Mis amigos en los campamentos me confirman que los pocos casos: había (6) y se han recuperado.
La pandemia provocada por el COVID 19 es una amenaza muy peligrosa en los campamentos de refugiados que existen en el mundo donde no se dan las condiciones para el aislamiento de la población en condiciones que garanticen el no contagio, y por la falta de condiciones de los servicios sanitarios; en la mayor parte de ellos su gestión se realiza por actores externos a los mismos lo que multiplica el riesgo para estas poblaciones, al no permitir la implicación y participación de la población en las decisiones clave. También la pandemia amenazaba la vida en los campamentos saharauis, donde hay un sistema de salud, dirigido por el Ministerio de Salud de la RSD, que con muy pocos recursos está enfrentando, con relativo éxito, las circunstancias habituales en la vida cotidiana en el refugio, con la cooperación de comisiones médicas solidarias. Evidentemente el sistema de salud no estaba preparado para el efecto de un contagio masivo de la población. ¿Dónde lo ha estado en el mundo? Las prácticas culturales derivadas de su forma de vida nómada saharaui que mantiene abiertas las puertas de las jaimas (los hogares) a quien quiera visitarlas y su hospitalidad legendaria, herencia de su historia como un pueblo beduino nómada, le ponía en grave riesgo de contagio. El virus atenta contra las comunidades del afecto y del abrazo y provoca la emergencia de comunidades digitales. Sin embargo, han sido sus propias instituciones sociales (que incluyen el  respeto, y la escucha a los consejos de las mujeres y hombres mayores y otras personas respetables en la sociedad)  y la voluntad irreductible de persistencia de este pueblo unido en la lucha por su autodeterminación, bajo la dirección del Frente Polisario, y la implicación de las personas responsables de las instituciones de gobierno de la RASD (a nivel nacional), y de las gobernaciones departamentales, wilayas, y de los barrios, las  que explican la baja incidencia del virus. Hay una sabiduría en la vida del pueblo saharaui resultado de su larga historia como pueblo libre y nómada y su respuesta unida a la injerencia colonial y a la ocupación marroquí,  que ayuda a explicar su respuesta al virus ahora.
Con la pandemia, la población saharaui padece un confinamiento dentro de otro confinamiento, en el que vive con la extrema dignidad de un pueblo que se resiste a ser engullido por su vecino, Marruecos, con el apoyo de Francia, que no cesa en sus intereses neocolonialistas en el norte de África (y en otras regiones del continente), la complicidad de España, potencia administradora del territorio, cuyos gobiernos se niegan neciamente a aceptar esta condición, la hipocresía de la Unión Europea, donde la Comisión Europea buscando el beneficio comercial, ha apoyado el expolio de los recursos del Sahara Occidental,  riqueza saharaui  (la pesca, la agricultura, la arena,…), y  la indiferencia de la Comunidad Internacional que ha sido incapaz de hacer que se cumpliera el plan de arreglo que aceptaron Marruecos y el Frente Polisario, en el alto el fuego de 1991, manteniendo desde entonces, ¿quién lo entiende?, a la Unión Africana que tuvo un papel muy activo en la propuesta del alto el fuego, totalmente al margen del proceso de resolución del conflicto. La Misión de las Naciones Unidas para el Referendum del Sahara Occidental (MINURSO) no solo ha sido incapaz de crear las condiciones para la realización del referéndum para la que había sido creada, sino tampoco ha podido detener la violación de los derechos humanos de las mujeres y hombres saharauis que viven bajo ocupación (sus responsables dicen que no está mandatadas para esto, ¿quién lo entiende?).
Los efectos que la pandemia puede tener sobre el pueblo saharaui deben valorarse con otros criterios, mirando hacia adelante. La sociedad saharaui, las familias saharauis, como resultado de la situación provocada por la ocupación del reino de Marruecos de su territorio y la falta de resolución, vive dividida en cuatro espacios. En todos ellos, la población saharaui está afectada por la pandemia:
En los campamentos de refugiados al sur de Argelia, país que hace de anfitrión y concede al pueblo saharaui la gestión autónoma de la vida en su territorio: como consecuencia de la pandemia las mujeres y hombres saharauis de los campamentos han quedado confinados, por lo que ha disminuido la llegada de ayuda humanitaria necesaria para la sobrevivencia alimentaria y de salud. Las actividades de los proyectos de cooperación han quedado suspendidas por la repatriación de los expatriados. La respuesta de Argelia enviando varias caravanas de alimentos, medicinas y otros materiales necesarios para paliar las necesidades más urgentes, no ha sido suficiente para revertir una situación estructuralmente precaria. Con todo, no es una situación extraña para una población que lleva confinada en estos campamentos al menos de 1991, cuando se firmó el alto el fuego, con el mandato de la MINURSO de organizar un referéndum en los siguientes 6 meses. Confinados dentro de un confinamiento, pero sabiéndose juntos en una lucha común y la dirección del Frente Polisario resiste la situación actual.
El territorio de Sahara Occidental ocupado por Marruecos, tres cuartas partes del territorio, que ha divido en dos con la construcción de un muro de 2700 kms., el más largo del mundo, después de la muralla china) y ocupa ilegalmente según el derecho internacional, ejerciendo violencia sobre cualquier saharaui, mujer u hombre, joven o anciano, que reclame su saharauidad. En los territorios ocupados, la pandemia ha tenido como consecuencia desviar la atención internacional sobre la violencia de la ocupación y la represión de los saharauis, ha impedido la presencia de observadores extranjeros que puedan dar cuenta de dicha represión; ha reforzado el papel de control de las fuerzas de ocupación marroquís, y reforzado su política de impunidad. La población re-existe, explorando en los medios digitales canales para la denuncia de las violaciones sobre  periodistas, estudiantes, y mujeres que se han convertido desde hace dos décadas en la punta de flecha de la resistencia saharaui a la ocupación.
Para las familias saharauis que habitualmente se desplazaban a trabajar, principalmente a España, la pandemia ha impedido su movimiento, por los que los ingresos esperados de su trabajo no se producirán y sus remesas no llegarán este año a los campamentos. Esta reducción se une a la disminución de la ayuda humanitaria limitando los niveles de alimentación de las familias saharauis, lo que crea una situación especialmente grave entre (se dan altos índices de desnutrición) y de las personas ancianas. La actitud culturalmente adecuada es esperar que pase este ciclón de la pandemia, como se espera que pase una tormenta de arena en pleno desierto.
Queda una pequeña parte de población saharaui que vive nomadeando en el desierto, en el territorio del Sahara Occidental al oeste del muro, que los saharauis llaman “Territorios Liberados”. Su vida, referencia de la vida buena y de la buena salud, para la sociedad saharaui: moviéndose libremente por el territorio alimentándose de leche de camella, tampoco es una vida fácil, obligadas a sortear los todavía 7 millones de minas que sembraron los marroquís en su suelo. A esta población también le afecta la pandemia al mantenerla fija sin movimiento, y a la espera, sin poder comerciar ni comprar. De nuevo, paciencia saharaui y contemplación del horizonte del desierto, que es también el horizonte del futuro libre.
Los efectos de la Pandemia se suman y retroalimentan con el largo confinamiento que viven los saharauis allá donde estén, privados de lo único que desean como pueblo: ser libres y autodeterminados; lo demás llegará después, o no llegará, pero no importa. Esta voluntad férrea ha permitido al pueblo saharaui sobrevivir a lo largo de su historia y las difícil pruebas desde 1975/76, fechas en que fue abandonado por la potencia colonizadora, España, y ocupado violentamente por Marruecos y Mauritania (ésta segunda, hasta 1979, cuando el Frente Polisario obligó a abandonar la contienda). La guerra fue una larga y dura experiencia de muerte, de separación entre hombres (en el frente de batalla) y mujeres (en los campamentos, que construyeron y gestionaban) de separación de los hijos (muchos hijos de mártires) de sus padres. Pero era una experiencia donde el pueblo saharaui miraba de frente al futuro. Más difícil, por cuanto más injusto, está siendo el periodo de ni paz ni guerra que viven desde 1991, primero confiando en los compromisos de la comunidad internacional de realizar un referéndum de autodeterminación; después sabiéndose engañados en su actitud de buena voluntad, por Marruecos y las potencias que pretender mantener el estatus quo en el mundo a costa del derecho del pueblo saharaui a su autodeterminación. Aunque, y es la última opción, el Frente Polisario mantiene su ejército armado y entrenado en los Territorios Liberados, como garantía de la persistencia de su lucha y su derecho como movimiento de liberación nacional, a liberarse por las armas. El que su opción para conseguir la liberación sea el diálogo, a pesar de los continuos incumplimientos habidos, habla de la justicia de sus argumentos y de la buena voluntad que mantiene para alcanzar al paz.
Es por eso que el pueblo saharaui no quiere volver a la normalidad. Porque la normalidad es el problema, no la solución.
La pandemia ha abierto en todos los rincones del mundo una brecha de conciencia, un poner en suspenso lo que había, y es por eso que este tiempo se convierte en un momento de oportunidad para repensar de dónde venimos, para replantear a dónde queremos llegar.
Del mundo que venimos, ¿qué rescataremos?: los principios de la legalidad internacional, o la geopolítica de las potencias que actúan al margen de estos principios facilitando proyectos de muerte, como el que significa la ocupación de Marruecos para el pueblo saharaui, mirando para otra parte ante la ocupación, el despojo de las riquezas y la violación de sus derechos humanos. 
Para la Unión Europea, ¿qué rescataremos?: un proyecto que ponga en valor los avances en justicia y el derecho, la solidaridad, la fraternidad o un proyecto de futuro que negando su responsabilidad histórica colonialista reedite su expansión colonial sobre el mundo y mime las relaciones con sus vecinos al otro lado de sus fronteras. La Unión Europea tiene ante si este desafío;  se encuentra en una bifurcación donde puede decidir su destino. Sólo uno de estos dos caminos salvará a los pueblos de Europa frente a la codicia del capitalismo, la violencia del colonialismo y la complicidad del patriarcado que les acompaña. Ese camino hecho desde los pueblos y para los pueblos no podrá sino solidarizarse con la lucha legítima del pueblo saharaui.
Mientras tanto los saharauis esperan confinados, no por el virus, sino por la injusticia. El tapabocas con que están cubiertos no es una mascarilla higiénica sino la mordaza del colonialismo que quiere sentenciarles a ser invisibles y mudos. Pero este pueblo tiene voz y la usa para quienes saben escucharle y también para quien se resiste a oírle.
Saben que cuentan con el apoyo de la solidaridad civil internacional y con los pueblos y  las fuerzas sociales y políticas de los países en el  mundo donde la descolonización sigue siendo el proyecto, porque son conscientes de que el mundo no ha dejado de estar cubierto por el manto de la colonialidad. Saben, y lo saben muy bien, que pueden contar con sus hermanos africanos y de la Unión Africana, consciente de que hasta que no se descolonice el Sahara Occidental, la última colonia de África, el continente entero seguirá siendo un continente colonizado.
Pero el pueblo saharaui sabe que solo puede confiar en sí mismo, que su futuro les pertenecerá solo a ellos. Tienen consigo la experiencia de un pueblo nómada obligado a detenerse y asentarse cuando las condiciones lo han exigido, con las sequias y las guerras;  pero sólo mientras se dan estas condiciones. Es una sociedad cuya historia es movimiento. Un pueblo, más allá de los recursos que les roba Marruecos, rico en cosas importantes que puede ofrecer a los demás, de las que pueden aprender los otros pueblos. Por ejemplo,  que la abundancia es seguida de la escasez, pero esta es seguida siempre por la abundancia. Hay que saber vivir entre los extremos, no en el término medio. La sociedad saharaui es una sociedad de la hospitalidad, donde cada uno es el otro; y esto es buena cosa para ser aprendida. También como pueblo beduino, puede enseñarnos que el horizonte de la vida no se agota en la “humanidad”, porque los humanos no existen, interexisten; en su caso con sus dromedarios y su ganado caprino, los pastos y con plantas  escondidas bajo tierra, cuando en las sequías nada queda sobre su superficie, salvan las vidas de los hombres. El islam que practican concuerda con esta lectura, y es un islam de paz.
Son enseñanzas como estas que nos regala la experiencia histórica de este pueblo las que contribuyen a hacernos conscientes de que tras el coronavirus no deberíamos desear volver a la normalidad de la que venimos, sino construir juntas las condiciones para una vida digna de personas y  pueblos, que en su diferencia y junto con no humanos y seres de la tierra, caminen construyendo un futuro de vida y no de muerte, para nosotras mismas y para el mundo que vendrá. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario