Hassana Aalia (El Aaiún, 1988)
conoció las prisiones marroquíes en 2005, con 17 años, cuando la policía lo
detuvo por participar en las manifestaciones que luego se bautizaron como
Intifada saharaui. Desde entonces, su vida ha sido un entrar y salir varias
veces al año de las comisarías de Marruecos, el país que el 17 de febrero lo
condenó en ausencia a cadena perpetua. El joven estaba acusado de haber
participado en el campamento de protesta Gdeim Izik y de haber provocado la
muerte a 11 policías marroquíes, los mismos cargos por los que otros 23
activistas han sido a su vez condenados a durísimas penas en un juicio plagado
de irregularidades. Según el sumario al que tuvo acceso La Marea, el tribunal
no presentó ninguna prueba de cargo contra ellos. Hassana, que vive refugiado
en España, se ha convertido así en un prófugo de Marruecos.
¿Cuál fue su grado de
participación en el campamento Gdeim Izik? ¿Por qué la policía marroquí se fijó
en usted?
Como muchos otros saharauis,
yo tenía una jaima en el campamento con mis amigos e iba y venía de El Aaiún
para ayudar a traer a la gente a Gdeim Izik. Había seis controles de policía y
no era fácil atravesarlos. Entre esa gente había extranjeros, alguno de ellos
periodistas, a los que teníamos que disfrazar de saharauis. También grababa
vídeos de la vida en el campamento y el día del desmantelamiento [8 de
noviembre de 2010] fui testigo de lo que sucedió. Los saharauis no nos
esperábamos una intervención tan brutal como la que llevaron a cabo, sobre todo
porque mientras duró el campamento nos habíamos habituado a la libertad que se
respiraba en él.
Usted ha denunciado haber
sido juzgado y después liberado por los mismos delitos por los que ahora ha sido
condenado: ¿Cómo es posible?
Es posible porque, como han
denunciado los observadores internacionales, este último juicio ha sido
meramente político. Tras el desmantelamiento del campamento, hubo cientos de
detenidos y de heridos. Yo me escondí en casa de un amigo y, después de dos
meses, decidí salir; ese mismo día me detuvieron. Cuando me arrestaron me
dejaron en una habitación con el suelo cubierto de sangre; un militar me dijo
entonces que era la sangre de mis compañeros. Me hicieron de todo, me
torturaron como siempre cuando me han detenido. Al cuarto día me juzgaron y me
condenaron a cuatro meses con la pena en suspenso. Dijeron, entre otras cosas,
que yo había tirado piedras a los marroquíes y que había heridos graves.
Imagínese mi sorpresa cuando un año después emiten un mandato de busca y
captura para juzgarme otra vez por lo mismo.
¿Era cierto que usted había
tirado piedras o participado en los enfrentamientos con marroquíes?
No. Yo no tiré piedras; de
hecho me pasé toda la mañana intentando ayudar a los mujeres, los niños y los
ancianos que trataban de huir del campamento cuando los marroquíes entraron y
empezaron a arrasarlo y quemarlo todo. Después de ese primer juicio y de ser
liberado, incluso viajé a Argelia y pasé tres meses en España. En octubre de
2011 volví a El Aaiún y no tuve ningún problema con la policía ni en la aduana.
Un mes después, cuando ya estaba de vuelta en España [el joven seguía un curso
de formación en el País Vasco], me entero de que hay un mandato de busca y
captura contra mí por los mismos delitos por los que ya se me había juzgado y
liberado la primera vez.
En el juicio les acusaron a
ustedes y a sus compañeros de haber matado a 11 policías, entre otros cargos.
Este juicio fue una farsa. No
sólo nos acusaron de haber asesinado a esos policías, sino también de tener
secuestradas a las 20.000 personas que acamparon en el campamento. Y ello pese
a que en los vídeos se veía que la gente estaba cantando, dando palmas y
riendo. Además, ¿con qué íbamos a matar a esos policías? ¿Con los cuchillos de
cocina que teníamos en el campamento para cocinar y que enseñaron en el juicio
sin rastro de sangre? Yo me pregunto también por qué no hemos visto nunca a las
familias de esos policías dar una rueda de prensa diciendo que sus hijos habían
muerto; porque las familias de los saharauis que mataron, entre ellos un niño,
sí que han salido para denunciar lo sucedido.
¿Qué le parecen los vídeos
presentados por Marruecos, donde se ve a supuestos saharauis incluso orinando
sobre un cadáver?
Cuando uno ve ese vídeo,
grabado desde un helicóptero, la duda que viene a la mente es por qué no
cogieron a esa persona que aparece orinando sobre lo que dicen que es un
cadáver de un policía. Ese hombre estaba solo en la imagen; no se ve a una
multitud de saharauis que pudiera protegerlo ni tenía donde esconderse, pues
estaba en medio del desierto: ¿por qué la policía marroquí no lo detuvo cuando
no tenía escapatoria? Me parece muy sospechoso.
¿Se esperaba una condena
tan dura?
No me esperaba una cadena
perpetua. Es evidente que el gobierno marroquí está intentando mandar un
mensaje claro a toda la población saharaui que está luchando pacíficamente. Querían
dictar una sentencia ejemplarizante y meter miedo a nuestro pueblo.
¿Ha hablado usted con sus
compañeros del grupo Gdeim Izik? ¿Cómo afrontan el futuro tras estas durísimas
condenas [otros siete de ellos han sido condenados también a cadena perpetua]?
Mis compañeros están muy
animados como lo han estado durante el proceso, en el que han dado una lección
al gobierno marroquí. Es como si le hubieran dicho: “No importa vuestro juicio
porque nosotros vamos a seguir luchando”. Han puesto de relieve la farsa, como
han hecho los observadores internacionales que han denunciado la falta de
pruebas contra nosotros y el carácter político del juicio.
¿Teme una posible
extradición a Marruecos?
No tengo miedo, pese a que en
2009 España firmó un acuerdo en ese sentido con Marruecos. Y si no tengo miedo
es porque creo que si el gobierno español aceptara una petición de extradición
quedaría en evidencia: todo el mundo sabría que el Estado español está apoyando
la ocupación marroquí. Yo, por mi parte, cuando supe que estaba en busca y
captura, decidí quedarme aquí para seguir luchando por mis compañeros y
denunciar lo que sucede en el Sáhara Occidental ocupado.
Los gobiernos occidentales
no han condenado estas duras sentencias: ¿Qué opinión le merece esto?
Es una vergüenza que Francia,
Estados Unidos y, sobre todo, España no hayan condenado el juicio. Sobre todo
porque España tiene una responsabilidad histórica en todo lo que está pasando
en el Sáhara. Pero, claro, hay muchos intereses económicos de por medio.
También es una vergüenza que la misión de la ONU en el Sáhara sea la única en
todo el mundo que no tiene competencias para vigilar que se respetan los
derechos humanos.
¿Tiene la esperanza de
poder volver algún día a su tierra?
Duele no poder volver a casa
de uno con tus hermanos y tus padres. Pero yo nunca voy a perder la esperanza
de poder regresar a un Sáhara libre. Por ello estamos luchando y espero que lo
logremos cuanto antes.