martes, 12 de marzo de 2013

La fuerza y resistencia de la mujer saharaui en el desierto


Jadiyetu El Mohtar; Delegada en España Frente Polisario. Temas Relacionados con la Mujer.
No hace demasiado tiempo, una amiga española me comentaba que, tras regresar de los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf (Argelia), “había cambiado”, que este viaje había pulsado sus sentimientos más profundos y le había enseñado “a ver la vida como mujer con una perspectiva distinta”.
Quizá sea porque toda la situación social y política que rodea la realidad del pueblo saharaui ha derivado en que nosotras mismas hayamos logrado transformar estos últimos 37 años de vida forzosa en este desierto inhóspito en un verdadero ejemplo de lo que es la paciencia convertida en resistencia pacífica. Y no sólo en los campamentos, sino también para cuantas saharauis permanecen en los territorios ocupados sufriendo una terrible represión y para todas las que están en la diáspora (residentes en el extranjero), viviendo con impotencia la desidia y el abandono con que se trata su situación en la comunidad internacional.
Una lucha apoyada, principalmente, en el esfuerzo, el coraje y el pundonor de la mujer saharaui. Un modelo ejemplarizante que queremos internacionalizar, por cuanto su esfuerzo desde el inicio de la contienda ha sido el pilar que ha marcado la pauta de cómo se pueden y se deben hacer las cosas bien, sin perder ni un ápice de su arraigada cultura y su identidad saharaui.
“Mi madre me decía: ‘Hija, no te vayas, espera al amanecer’. Así, con la voz entrecortada, con el pánico inundando nuestros jóvenes e inexpertos cuerpos, salimos huyendo de la ocupación marroquí en 1975. Marruecos abordó una acción bélica con bombardeos constantes con napalm y fósforo blanco, para exterminar hasta el último saharaui. En medio de una invasión nocturna en ciudades saharauis como El Aaiún (capital del Sáhara Occidental), Smara, Bojador, Auserd, Dakla, etc., centenares de hombres, mujeres y niños huimos despavoridos de lo que auguraba ser una muerte segura. En medio de la confusión y el caos provocado por la violenta incursión marroquí, familias enteras se separaron. Todos buscamos refugio donde las poderosas armas de destrucción marroquí no nos alcanzaran. Poco a poco, fuimos reuniéndonos en el sur de Argelia, en Tindouf, donde las mujeres, con todos los niños a su cargo, tuvimos que levantar de la nada unos campamentos en medio del desierto. Con la tela de nuestras melfas (vestimenta típica saharaui femenina) construimos las jaimas donde cobijarnos; hicimos vendas y apósitos para los heridos; mujeres todoterreno que trabajábamos a destajo, igual haciendo bloques de adobe que atendiendo a los niños, embarazadas, parturientas, heridos de guerra, u organizando la comida llegada en forma de ayuda humanitaria con un equitativo reparto, gestionando el tiempo y optimizando los recursos disponibles. Es por ello que hoy, la presencia de las mujeres en todos los estamentos de la sociedad saharaui no es testimonial, sino activa. Las propias mujeres declinamos ocupar más cargos directivos y políticos de elección popular, para no sumar mayores cargas a las múltiples que ya tenemos adquiridas en el trabajo logístico de cada día, tanto en la familia y el cuidado y educación de los hijos, como en la formación propia y las responsabilidades comunitarias. Es por ello que la mujer saharaui goza de alta consideración en las sociedades árabes y musulmanas y es muy respetada por ello, en una sociedad como la saharaui, en la que impera el modelo matriarcal, lo que convierte nuestro papel en la clave de todos sus éxitos.
Capital humano de incalculable valor, por cuanto su fuerza y su espíritu luchador han hecho de las mujeres saharauis un activo inigualable para el mantenimiento de las costumbres heredadas, aún estando en tan precarias condiciones, en cualquiera de los tres ámbitos en los que actualmente se encuentra dividida la sociedad saharaui: campamentos de refugiados, territorios ocupados y diáspora. Y más si cabe ahora que la juventud está desencantada, cansada de promesas incumplidas, viendo un futuro entre arena, polvo y piedras… Hartos de vivir en condiciones deplorables en medio de la nada, donde las cosas funcionan ya acorde con un sistema establecido, donde las necesidades de participación son cada día menores y se requiere de nuevas propuestas y acciones encaminadas a mantener viva la participación de la mujer en los nuevos retos. Porque los hay, y muy importantes, como por ejemplo abordar la problemática de enfermedades que se están enraizando, ya que el 67% de las mujeres lactantes y el 73% de las embarazadas sufre anemia; el 35% padece diabetes e hipertensión, y ahora han de aprender formas nuevas de cocinar, a tenor de que hay un 6% de la población infantil celíaca. Y también hay que modernizarse e incorporarse rápidamente a las nuevas tecnologías, que exigen de una preparación constante y consciente.
Estamos en esta línea de abordar nuestros nuevos desafíos, porque también estamos convencidas de que se aproxima la consecución del objetivo de lograr la libertad de nuestro pueblo. Nos mantendremos firmes en nuestras convicciones, mientras el mundo nos permita seguir creyendo que mantener la esperanza es el mejor camino. Proteger y contener los ímpetus de nuestras nuevas generaciones es, sin duda, nuestro mayor reto inmediato. Por eso, que crezcan en el convencimiento de que nuestras tradiciones y nuestra identidad son lo más importante,  y ese es el papel que nosotras debemos mantener desde que nacen nuestros hijos. Porque es la única forma de garantizar que nuestro pueblo pueda salir adelante cuando obtenga, por fin, su ansiada libertad y demostrar en su propio país libre e independiente que la labor de la mujer saharaui y todos sus empeños y sacrificios por crear una sociedad justa, tolerante e igualitaria ha merecido la pena.