*Fuente: Editorial Laertes
Autor/ra:
Michel Vieuchange
Materia:
Literatura de viajes
Páginas: 256
Formato:
12,5X19,5
Isbn:
978-84-7584-968-3
Edición:
Febrero 2015
Precio:
15.00€
Traducción y
notas: Larosi Haidar
Edición e
introducción: Pablo Dalmases
En la bisagra entre los siglos xix y xx y
en pleno Sáhara Occidental, un personaje legendario llamado Ma el Ainin, que se
caracterizó por su oposición a la penetración europea, construyó la alcazaba de
Smara con el fin de establecer un punto de apoyo en las rutas caravaneras. La
escasa predisposición de la población nómada a sedentarizarse y la resuelta
decisión de Francia y España a establecerse en el desierto hizo inviable la
continuidad del proyecto y, a la muerte de su promotor, éste quedó abandonado.
Hasta 1934, momento de la ocupación efectiva por España de la zona, Smara
permaneció en el olvido y sólo fue visitada en 1913 por una columna francesa al
mando del teniente coronel Mouret, que causó algunos destrozos, aunque no la
destruyó y, en 1930, por el aventurero Michel Vieuchange, con el apoyo, desde
Marruecos, de su hermano Jean. Michel tomó notas puntuales de su viaje que,
tras su fallecimiento, fueron publicadas por su hermano. Inicialmente como
crónicas periodísticas y luego, en forma de libro, cuya primera edición prologó
Paul Claudel. Laertes publica dichas crónicas que, por primera vez, aparecen
traducidas al español y enriquecidas con notas aclaratorias por un saharaui.
Michel Vieuchange (Nevers, 1904-Agadir,
1930) se graduó en literatura y fue autor de una novela inédita titulada
«Hippareté», en la que mostraba su fascinación por la antigua Grecia. Asimismo
se sintió atraído por el naciente séptimo arte y ejerció como asistente de Abel
Gance en la película «Napoleón».
Su espíritu aventurero le llevó en 1930 a
viajar hasta la alcazaba de Smara, situada en el interior del Sáhara español,
en territorio aún no ocupado por la administración colonial y, por tanto,
insumiso. Con la complicidad de su hermano Jean, que aseguró la retaguardia de
su proyecto, realizó el recorrido en durísimas condiciones y con grave
deterioro de su salud, pero consiguió finalmente su objetivo. Sólo pudo
permanecer pocas horas en la misteriosa ciudad, tras lo que regresó a su punto
de partida, donde falleció como consecuencia de las penalidades sufridas.
Sus notas de viaje fueron publicadas por
Jean, primero como crónicas periodísticas, en La vigie marocaine de Casablanca
y, más tarde, en forma de libro, cuya primera edición, aparecida en 1932,
prologó Paul Claudel. La traducción inglesa de 1949 fue, a su vez, prologada
por Paul Bowles. Este texto, que es un clásico de la literatura viajera del
siglo xx, ha sido reeditado reiteradamente en Francia y traducido a los
principales idiomas.
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