sábado, 27 de enero de 2018

Falleció el anciano Deida, la incansable resistencia al ocupante marroquí

No callaba  ante las violaciones de los Derechos Humanos y siempre estaba en primera línea en las manifestaciones en defensa de la independencia del Sáhara Occidental.   Falleció el 24 de enero de 2018 y su entierro fue una de las  mayores concentraciones de saharauis en el Aaiún desde el campamento reivindicativo de Gdeim Izik, desmantelado por las fuerzas de ocupación marroquíes en noviembre de 2010. Era Deida Uld El Yazid, de 94 años, el “abuelo de la resistencia pacífica saharaui”.
El verano pasado sufrió agresiones y malos tratos de la policía marroquí, que desmontó en varias ocasiones la jaima que él y su familia instalaron en la calle tras haber sido incendiada una vivienda familiar por un policía.
El  relato que hizo el anciano demostró su espíritu combativo: “Nos asaltaron esos perros, esos salvajes, sobre las dos de la mañana. A mí me golpearon en la pierna, que aquí se ve cómo está,  Sus golpes sólo me dieron más fuerza, militancia y más convicción en la lucha. Y aquí seguiremos enfrentándonos a ellos hasta que desalojen la tierra o nos aniquilen y nos convertiremos en una tumba colectiva, como pasó en Gdeim Izik”.
Su vida fue la oposición permanente al ocupante marroquí: se manifestó con los sindicatos y los parados en 1999 y recibió una paliza; también lo hizo ante el Alto Comisionado por los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 2006 y fue atropellado con un coche por la policía, sufriendo fractura de una pierna; en 2011 luchó por la liberación de los presos políticos saharauis y fue golpeado y amenazado; asistió al 13 Congreso del Frente Polisario, en los territorios liberados, y a su regreso “se ganó” heridas de diversa consideración; su participación en el duelo por el fallecimiento del presidente Mohamed Abdelaziz le supusieron  más amenazas.
En Gdeim Izik Deida ofició la despedida a Najim Gerhui, un joven de 14 años que murió por disparos de la policía marroquí,  y el pasado año viajó hasta Rabat para apoyar a los presos que fueron juzgados y condenados por  el “campamento de la dignidad”. Y  asi, otras muchas acciones reivindicativas y de protesta.
Este anciano saharaui fue soldado del Ejército español en la época colonial, sirviendo en la Policía Territorial del Sáhara,  por lo que le fue asignada una pensión.
Deida, una vida cargada de dignidad
Por Cristina Martínez Benítez de Lugo.-
Deida es un símbolo de la resistencia saharaui. Ya lo era en vida.
Era un tipo enjuto, viejo, descarado con el poder y con el abuso. No se dejaba amilanar por nadie, ni por el ocupante. Tenía una cara sonriente, pícara, alegre, que tornaba en enfado furibundo si la ocasión lo merecía, y 42 años de ocupación proporcionan muchas ocasiones.
Me contaron anécdotas suyas. Tenía el pelo blanco, largo. Dijo que no se lo cortaría hasta que los marroquíes no se fueran de su tierra. Se lo dijo a la policía ocupante, a esa misma que, en una ocasión, le ordenó quitarse de donde estaba y a la que él contestó gritando: quitaos vosotros, vosotros sois los que no tenéis derecho a estar aquí. Esta es nuestra tierra. ¿Qué hacéis aquí? Fuera, fuera.
Era saharaui. No toleraba al invasor, y lo manifestaba con vehemencia.
Le recuerdo solemne, en Gdeim Izik, oficiando el funeral del niño Najim asesinado a bocajarro por la policía marroquí. Le recuerdo en el juicio de Gdeim Izik, al que acudió, a pesar de su avanzada edad, a apoyar a los presos. Todos le rodeábamos, le venerábamos.
Hace poco la policía quemó su casa, en la que vivía con su hija embarazada y sus nietos –un acto más de vandalismo de las fuerzas de ocupación, sin ninguna trascendencia. Entonces, Deida montó una jaima en la calle, y la policía volvió, destrozó los muebles y apaleó a todos. Alguna foto muestra sus miembros delgaditos con las marcas de la paliza, y su cara conmocionada. Tenía más de 90 años.
Una vida plagada de actitudes osadas de resistencia que le valieron incesantes agresiones del ocupante.
Cada vez que muere un viejo en los territorios ocupados, se pierde un trozo de cultura; ellos conocen los poemas y las tradiciones de una cultura saharaui detenida hace décadas en los territorios ocupados del Sahara Occidental, que los ocupantes marroquíes quieren derrotar.
Hay personas que te resultan tan cercanas, sin serlo, por las que sientes un cariño y una admiración inmensos. Son necesarios; unas referencias enormes que dan sentido a la lucha, que le dan humanidad. Cuando se van, te quedas confuso y triste, incrédulo de que una roca como él pueda faltar.
Vivió 42 años de ocupación. Murió sin disfrutar la liberación. Pero murió libre, como había vivido. Ahora puede descansar.

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