sábado, 19 de diciembre de 2009

Aminetu, de vuelta al Sahara. Fran Sevilla




Aminetu, de vuelta al Sahara

por Fran Sevilla el 18 Dic 2009 Lo primero que se me ocurre es que Aminetu Haidar, a pesar de su debilidad física, ha podido abrazar y, sobre todo, ser abrazada por sus hijos. Y lo ha hecho con su dignidad intacta. Su cuerpo está desgastado, roto por dentro, debilitado por un mes de huelga de hambre, pero su espíritu, su alma, ha salido incólume del abismo al que la habían abocado la sinrazón de Marruecos y la torpeza (si es que no había habido también complicidad) de la diplomacia española.

Los últimos datos, las últimas declaraciones han sido esclarecedoras. Si había dudas, se han despejado. Como hemos escuchado en sede parlamentaria, la expulsión decidida por el régimen marroquí fue una “expulsión política”. No conozco ninguna democracia que expulse a sus ciudadanos. Sólo lo hacen las dictaduras, los gobiernos de facto. Las democracias, en caso de delito de sus ciudadanos, ponen en marcha mecanismos judiciales con todas las garantías para juzgar esas conductas supuestamente delictivas. No era el caso.

También hemos escuchado, en sede parlamentaria, que de no haberse permitido que fuera expatriada a España, hubiera sido encarcelada y torturada. Es decir, se reconoce que en Marruecos se encarcela por motivos políticos y se tortura. Algo que Aminetu Haidar ya sabía, porque lo había sufrido en su propia carne. Algo que muchos otros saben porque hace años que se denuncia esa realidad, aunque haya quienes prefieran mirar para otro lado.

También resulta irónico que la argumentación para justificar lo ocurrido, aceptar la “expulsión política” de Aminetu y ahora su regreso al Sahara, sea la razón “humanitaria”. Fue expulsada contra su voluntad, fue obligada a entrar en España contra su voluntad, fue retenida en Lanzarote contra su voluntad. No había nada humanitario en todo lo sucedido. Y huele más a cálculo político. Finalmente lo que parece haber movido los resortes del regreso de Aminetu al Sahara ha sido el temor al escenario de su muerte.

Algo más habrá, claro está, aunque no lo sepamos. No sabemos qué contrapartidas se han puesto sobre la mesa, qué se ha prometido o sugerido a Marruecos a cambio de que haya dado marcha atrás en la “expulsión política” de Aminetu o qué ventajas aspira a lograr el régimen marroquí, hábil en el arte del chantaje “político”.

De todo este esperpento “político” se extraen algunas conclusiones, se refuerzan algunas convicciones. Marruecos es un país ocupante, ocupa ilegalmente, según dictamina la legalidad internacional, el Sahara Occidental. Pero lo más grave no es que lo haga violando esa legalidad, sino que lo hace contra la voluntad de los habitantes de ese territorio, los verdaderos ciudadanos saharauis, no los colonos marroquíes trasladados allí para reforzar la ocupación. Y las democracias europeas (España lo es, con todos sus defectos, con todos sus errores políticos, pero una democracia al fin y al cabo) no deben hacerse cómplices de los regímenes que no lo son. Una cosa es la buena vecindad, deseable y necesaria, y otra la complicidad vergonzosa.

Vuelvo al principio, me quedo con eso, Aminetu Haidar está de vuelta a casa, en el Sahara. Es motivo de alegría y de felicitación. Saborea tu victoria, Aminetu, es una victoria, también, política, pero sobre todo, esta vez sí, es una victoria humana, una victoria de la dignidad, del orgullo y de la voluntad inquebrantable de ser saharaui.

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