martes, 30 de noviembre de 2010

22 horas retenidas en el aeropuerto de Marrakech


El 26 de noviembre volamos a Marrakech. Después de darle muchas vueltas, mi amiga Tania y yo decidimos no cancelar el viaje que teníamos planeado a Marruecos a pesar del conflicto en el Sahara Occidental. Las reservas fueron hechas el 17 de octubre, una semana antes del tiroteo que acabó con la vida de un menor saharaui en el campamento de Gdeim Izik. Por eso, a pesar de nuestra condición de periodistas y de las informaciones del bloqueo informativo en El Aaiún, decidimos seguir adelante.

Poco antes de que nuestro avión aterrizase en el aeropuerto de Marrakech, el personal de vuelo nos facilito unas tarjetas para que las rellenásemos con nuestros datos y se las entregásemos junto con nuestros pasaportes a las autoridades marroquíes en el control de aduanas.

Cuando leí la instancia y vi que se nos preguntaba por nuestra profesión, le dije a Tania que si decíamos la verdad podríamos tener problemas aunque advirtiéramos que íbamos a pasar sólo cinco días haciendo turismo. Tania, redactora de información local en un diario regional de Extremadura, propuso que mintiéramos, pero ninguna de las dos lo teníamos muy claro. ¿Qué pasa si por casualidad lo descubren y piensan que hemos mentido con alguna oscura intención? Y el miedo a descubrir la respuesta a esa pregunta de una forma abrupta nos hizo confesar. "Pueden registrarnos y ver que no traemos ni ordenadores, ni grabadoras ni nada sospechoso, y pueden comprobar la fecha en la que hicimos las reservas", pensé.

A las 14.15, hora marroquí, nos dirigimos a una de las ventanillas. Cuando el policía vio la palabra maldita me preguntó para qué medio trabajaba. Le expliqué mi situación laboral y acto seguido preguntó a Tania. Cuando ella terminó de dar cuenta, el policía nos retiró el pasaporte a ambas y se dirigió a uno de los policías que pululaban por la sala de traje.

"¡Vengan aquí y siéntense!", exclamó el hombre del traje. Obedecimos. Pero después de una hora y media de espera y sin haber probado bocado desde las 7 de la mañana, empezamos a impacientarnos. Nadie nos informaba de por qué nos habían retirado nuestra documentación y el hombre del traje iba y venía hablando por el móvil sin parar. "¿Pasa algo con nuestros pasaportes? Me gustaría saber por qué llevamos dos horas retenidas", pregunté a las 16.30. "No, no. Tenéis que esperar a que un superior venga a hablar con vosotras", contestó el policía, al que no dejaba de sudarle la frente.

Preferimos no informar a nuestras familias de la situación, pero decidimos dar cuenta al periódico. Queríamos contar lo que estaba pasando. Poco después de hacer la primera de las múltiples llamadas a la redacción, otra joven vino a hacernos compañía. Se llamaba Cristina Cabrera. Venía de Sevilla a pasar un fin de semana con su hermana y su pareja y acababan de retirarle el pasaporte por el mismo motivo que a nosotras.

Trató de explicar que, aunque era licenciada en periodismo y se encontraba haciendo una tesis en la Universidad de Sevilla, actualmente trabajaba en una librería. No sirvió de nada. Unos minutos más tarde, un señor muy alto, también con traje, nos comunicó la decisión final. "Las tres periodistas serán expulsadas", anunció tajante.

Y por mucho que quisimos replicar, no obtuvimos ninguna explicación oficial. Lo único que repetían sin parar es que los periodistas no podían pasar. "Registradnos, comprobar nuestras reservas, venimos a hacer turismo", insistimos. Pero no había nada que hacer. "Los periodistas luego volvéis a España y dais una visión que no es la real", afirmaron.

"La situación es delicada y hay una nueva ley no escrita que impide el paso a periodistas", apostillaron, pero no supieron aclararnos si en el futuro podríamos entrar en el país. Desde ese momento se intensificó la vigilancia. Si me movía un poco para hablar por teléfono, enseguida un agente seguía mis pasos.

Nos dijeron que teníamos que volver en el vuelo de las 19.30 a Gerona. "O eso o dormís aquí", advirtieron. Poco después nos informaron de que sólo Cristina podía volver esa tarde porque el vuelo era de la compañía con la que ella había llegado a Marrakech. Nosotros debíamos esperar hasta las 13.05 horas del sábado para volar a Madrid. Era el próximo vuelo de nuestra compañía. Si queríamos volar a Gerona debíamos pagar 600 euros.

Como nos negamos a desembolsar esa cantidad, a las 19.00 horas nos condujeron a una sala con un baño y dos habitaciones, una con tres catres y otra con dos. La estancia estaba abierta y daba a un control con dos puertas. Una de ellas daba al control de aduanas y la otra a las puertas de embarque. Ambas estaban cerradas con llave.

Nos llevaron bocadillos, agua y zumos casi a las 20.00. Yo mantenía la calma, pero después de unas horas encerradas Tania perdió los nervios. Las policías que nos vigilaban se asustaron y llamaron a un médico. Tiritaba de frío. En las camas sólo había sábanas bajeras con manchas de dudosa procedencia, así que nos trajeron unas mantas y nos instaron a pedirles cualquier cosa que pudiéramos necesitar.

Tres de ellas permanecieron durante toda la noche en la habitación contigua a la nuestra. Tratamos de dormir y por la mañana no había rastro de ninguna de las agentes. En una mesa de plástico había un par de napolitanas y café de máquina. Después de desayunar y recoger nuestro equipaje esperamos de brazos cruzados que llegase la hora de partir. Se acercaba el momento y nadie aparecía. Aporreamos una de las puertas para llamar la atención de uno de los muchos policías que paseaban entre los turistas. Nos informaron de que el avión llegaba con retraso y que en breve nos sacarían de allí. Y a las 13.30 del sábado nos devolvieron el pasaporte y nos escoltaron hasta avión.

Fue la compañía aérea la que nos dio un informe de lo ocurrido. "Immigration refusal due to political issue", se podía leer en una escueta nota. Inmigración nos rechaza por cuestiones políticas. Da igual que no ejerzas actualmente o incluso que no lo hayas hecho en tu vida. Que trabajes en una televisión autonómica o que escribas en la sección local de un periódico. Eres periodista, un observador incómodo, y por tanto, tienes la entrada vetada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario