La crisis del Sahara pasará factura a nuestro gobierno y a nuestra posición en la escena internacional. El ejecutivo de Rodríguez Zapatero quedó noqueado ante el asalto de Marruecos al campamento saharaui de las afueras de El Aaiún. Si hacemos una somera secuencia de los hechos, podemos observar que Rabat lleva la iniciativa desde el primer día.
La diplomacia marroquí se ha mostrado mucho más hábil que la española desde el primer día. Fue Marruecos quien filtró a los medios españoles que nuestra ministra de Exteriores ya sabía con antelación que el campamento iba a ser desmantelado. Se lo dijo su homólogo marroquí en su visita a España la primera semana de noviembre; cuando en rueda de prensa arremetió contra los medios de comunicación españoles y Jiménez fue incapaz de criticar el ataque a la prensa diciendo que respetaba la política de comunicación del país vecino pero que no la compartía.
Tras el asalto, España no ha sido capaz de condenarlo ni de mantener una posición firme frente a Marruecos. El presidente Zapatero sólo ha reconocido que antepone los intereses nacionales a los derechos humanos. Demoledor. Pero la realpolitik también exige respeto y firmeza sobre todo ante determinados principios como el respeto a los derechos y libertades fundamentales. Trinidad Jiménez que al principio de la crisis se encontraba de gira en Sudamérica no fue capaz de suspenderla y tomar las riendas del asunto saharaui. Le sustituyó el ex ministro Moratinos en un viaje relámpago a Argelia y a Francia; y en sede parlamentaria el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, que en un lapsus reconoció la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental. A posteriori, en los pasillos del Congreso se desdecía pero reconocía que el reino alauita era potencia administradora en el Sahara. Cuando la ministra tomó el relevo explicó en el Senado que era imposible condenar los hechos porque carecía de información al respecto. Es evidente que no hay noticias fiables del asalto pues los medios han sido vetados y expulsados desde el primer día. Para más inri uno de los muertos en los disturbios de El Aaiún es de nacionalidad española. Pero Exteriores no ha sido capaz ni de emitir una triste portesta diplomática ni de exigir una investigación con garantías sobre la muerte del español.
Después nos visita el ministro de Interior marroquí, Taieb Cherkaoui que se reune con su homólogo español, Alfredo Pérez Rubalcaba, sin luz ni taquígrafos. A continuación Cherkaoui convoca una rueda de prensa en la embajada marroquí en España, donde exhibe un vídeo en el que se muestra la muerte de policías y gendarmes en el asalto al campamento y tacha de milicias del terror a los saharauis, les acusa de usar métodos similares a los de Al Qaeda en el Magreb y no olvida volver a acusar a la prensa española de manipular y mentir. Sobre la muerte del español en las calles de la capital del Sahara Occidental subraya que fue un “accidente. El ministro español, pillado a contrapié, convoca un rueda de prensa en Interior una hora después, en la que da por buena la versión marroquí sobre el asalto y sobre la muerte del español en los disturbios de El Aaiún. Además Rubalcaba señala que ha conseguido una limitada apertura informativa.
Un día después, Trinidad Jiménez en el Congreso se ve obligada a exigir una investigación independiente pero no explica quien la va a dirigir. Y Zapatero en la cumbre de la OTAN explica que el conflicto tiene una solución muy difícil y sigue echando balones fuera ( a Naciones Unidas) para resolver el problema y sigue sin condenar porque carece de información. ¿Dónde está nuestro servicio de inteligencia en un caso que afecta a nuestra seguridad como éste? ¿Cómo no es capaz el gobierno de recabar datos e información a través del CNI que se supone tiene -o al menos debería tener- en Marruecos una de sus mejores redes de información?
Por su parte, la Comunidad Internacional no ha llegado a condenar el asalto. Naciones Unidas tan sólo ha deplorado la violencia pero sin señalar a ninguna parte, Francia ha ido un poco más allá del lamento español pero ha vetado una comisión de investigación en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU y EEUU no parece dispuesto a tocar a su gran aliado en el Magreb frente al terrorismo islámico.
Es evidente que el papel de España debería ser mucho más activo dado que de iure ( aunque la doctrina internacionalista está dividida al respecto) es la potencia administradora de su ex colonia.
España no ha sido capaz de convocar una reunión del Grupo de Amigos del Sahara que integra junto a Rusia, Francia, Reino Unido y EEUU. Hasta casi 12 días después del asalto, en una reunión entre Jiménez y Clinton en Lisboa, el gobierno de Zapatero no habia propuesto una mayor implicación política de este Grupo, sobre todo, sabiendo que Reino Unido lo integra y que en estos momentos es quien preside el Consejo de Seguridad de la ONU. También ha sido en la cumbre de la OTAN cuando por fin se ha pedido a la Minurso que vigile los derechos humanos en el Sahara.
España tampoco ha sabido contrarrestar al reino alauita a través de la UE, amenazando con poner trabas al acuerdo de asociación con Marruecos.
En esta secuencia de hechos se muestra la debilidad del gobierno español y la impunidad de Marruecos a la hora de actuar además de llevar la iniciativa a nivel diplomático frente a una política exterior española de tercera división. Que nuestra seguridad y nuestros intereses están en juego es más que evidente (económicos, inmigración, terrorismo, el futuro de Ceuta y Melilla, la seguridad de Canarias...) pero precisamente por eso no puede darse carta blanca a Marruecos y debemos exigirle que respete los derechos humanos.
Es curioso que al gobierno de Rodríguez Zapatero se le llene la boca con el respeto a la legalidad internacional ( en el caso de Irak) y en defensa de los derechos humanos y que en un caso flagrante como este en el que se violan no sea capaz más que de lamentarse. El papel de nuestro gobierno en esta crisis es patético hasta el momento. Da la sensación de que Marruecos tiene las manos libres para hacer lo que le plazca y además tiene la potestad de ponernos en ridículo ante la opinión pública.
El temor a nuestro país vecino del Norte de Africa o los intereses en juego no justifican la postura del gobierno español que está haciendo un ridículo espantoso en esta crisis y esto le pasara factura a nuestra política internacional que ha demostrado ser pusilánime, débil y sin valores.
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