Traducido para Rebelión por
Ricardo García Pérez
La comunidad internacional
vuelve a fracasar en lo que respecta al Sahara Occidental, informa Ana Isabel
Martínez Molina. La Unión Europea solo interviene en lo relativo a los derechos
de pesca. La vecina Marruecos legitima indirectamente la ocupación
estableciendo acuerdos comerciales de petróleo.
150 desaparecidos, 10 muertos,
700 heridos... Este ha sido el balance final realizado por la policía marroquí
tras el desmantelamiento de Agdaym Izig, el «Campamento de la Dignidad», en
noviembre de 2010.
Agdaym Izik nació como un
movimiento pacífico de protesta contra la discriminación y la violación de los
derechos humanos que el pueblo saharaui ha sufrido bajo la ocupación marroquí.
El 10 de octubre de 2010,
algunos marroquíes empezaron a plantar sus tiendas en las inmediaciones de El
Aiún, en los territorios ocupados del Sahara Occidental. El número de
manifestantes ascendió con rapidez hasta los casi 20.000, todos a cubierto de
7.000 jaimas, las tiendas tradicionales.
Un mes más tarde, la policía y
el ejército marroquíes intervinieron atacando el campamento con cañones de
agua, gases lacrimógenos y porras para disolver la mayor manifestación de las
celebradas en los territorios ocupados del Sahara Occidental desde que España
abandonó la colonia en 1975.
Resistencia, exilio y olvido
La región del Sahara
Occidental permaneció bajo control español entre 1884 y 1975, momento en que
las autoridades coloniales españolas se retiraron y dejaron el camino expedito
para que las tropas marroquíes llevaran a cabo una invasión ilegal.
El Frente Polisario , cuyo
nombre completo es Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de
Oro, fue fundado en 1973 como movimiento de liberación nacional por la
independencia del Sahara Occidental.
Tras la retirada de los
españoles, el 16 de octubre de 1975 Naciones Unidas proclamó el derecho del
pueblo saharaui a «la autodeterminación mediante la expresión libre y genuina
de la voluntad de los pueblos del territorio».
Pero transcurridos solo unos
pocos días, el rey Hassan II de Marruecos envió a un grupo de 350.000 civiles
en la Marcha Verde para ocupar ilegalmente el territorio, mientras el ejército
invadía la región nororiental de la zona y libraba una guerra contra el
Polisario. Los soldados marroquíes atacaron a unos saharauis indefensos
utilizando bombas de napalm y de fósforo blanco y hubo miles de refugiados que
huyeron de su tierra para establecerse finalmente en las inmediaciones de la
provincia argelina de Tinduf. En febrero de 1976, el Frente Polisario, establecido
y apoyado en Argelia, declaró la independencia de la República Democrática
Árabe Saharaui y constituyó un gobierno en el exilio... reconocido en la
actualidad por 82 países.
Marruecos erigió un muro de
más de 2.700
kilómetros equipado con minas terrestres, alambres de
espino, trincheras y soldados armados hasta los dientes, lo que dividió al
pueblo saharaui entre los territorios ocupados (casi el 85 por ciento de la
tierra, donde se encuentran la mayor parte de los recursos naturales) y el
Sahara libre (gobernado por el Frente Polisario, donde el ejército de
liberación del Sahara Occidental comparte tierras con unos 10.000 nómadas
beduinos). En los campos de refugiados de Tinduf y en el exilio viven otros
muchos saharauis.
La guerra entre los ejércitos marroquí
y del Frente Polisario se prolongó hasta 1991, cuando ambas parte acordaron un
alto el fuego diseñado por Naciones Unidas en el que se especificaba que se
celebraría un referéndum para que el pueblo saharaui decidiera si deseaba tener
una nación independiente o acabar formando parte oficialmente de Marruecos.
Se afirmaba con claridad que
el estatus legal del Sahara Occidental era «un territorio no autónomo que
estaba a la espera de la descolonización mediante un referéndum sobre
autodeterminación».
El alto el fuego se ha
mantenido durante más de dos décadas, pero el «periodo de transición» jamás ha
comenzado y nunca se celebró el referéndum.
El principal argumento
marroquí para no haber celebrado el referéndum todavía gira en torno a la
cuestión de quién tiene derecho a voto. Como señala Juan Manuel Bautista,
profesor de Derecho Público Internacional de la Universidad de Salamanca,
«confeccionar un censo del Sahara Occidental no es cosa fácil, pues las
personas están acostumbradas a que se las contabilice en familias y tribus».
También sostenía que «el gobierno marroquí se ha aprovechado del punto muerto
en que se encuentra el conflicto para colonizar aún más los territorios
ocupados estableciendo allí marroquíes; lo que tiene como consecuencia que cuanto
más se tarde en celebrar el referéndum, más probable es que el resultado sea
favorable a los intereses marroquíes».
Hoy día, ambas partes siguen
siendo incapaces de llegar a un acuerdo, lo que perpetúa la situación de
miseria y destierro.
La vida en los campamentos
En la actualidad, Tinduf
alberga seis campos de refugiados con una población de unas 180.000 personas;
sin embargo, los censos son complejos de realizar e imprecisos.
Los campamentos se encuentran
en Hammada, la región menos hospitalaria del desierto del Sahara, donde la
falta de agua y las temperaturas extremas asolan la vida cotidiana.
Asria Mohamed, un periodista
de los campamentos de refugiados de Tinduf, expone lo siguiente: «Lo que más
temo son las tormentas de arena y las lluvias imprevisibles que pueden
arrasarlo todo. En los campamentos no se puede recibir atención médica adecuada
si se padecen determinadas enfermedades. Todo lo que tenemos (alimento, ropa,
medicamentos, etc.) procede de la ayuda humanitaria y de las ONG. También sufrimos
las consecuencias de la crisis económica: ahora recibimos menos comida y gran
parte de ella tiene muy poco valor nutricional. Los estudios revelan un alto
grado de malnutrición, en especial entre los niños y las mujeres de los campos
de refugiados».
A pesar de las condiciones
extremas, los campamentos están bien organizados: hay transporte público,
comercios, restaurantes, hospitales, escuelas y emisoras de radio y cadenas de
televisión loca les. La educación primaria es obligatoria y gratuita para todos,
si bien los estudiantes que desean recibir educación superior tienen que
marcharse al extranjero, en su mayoría a Argelia, Libia o Cuba.
La vida en los territorios
ocupados
Hay quien ha tenido peor
suerte: en la actualidad, unos 90.000 saharauis viven en sus antiguos
territorios bajo la ocupación marroquí. Uno de ellos es Mohamed Salem Bouamoud,
un activista pro derechos humanos del Sahara Occidental ocupado: «primero me
torturaron en la comisaría, donde me vendaron los ojos. Me ataron de manos y
pies y me colgaron de una vara pasándomela bajo las rodillas. Después me
llevaron a la Cárcel Negra de El Aiún. Era espantosa, como un cementerio
viviente».
Jordi Baltá, coordinador de la
sección del Norte de África de Amnistía Internacional, afirmaba que «el problemas
principal es las restricción de la libertad de expresión y reunión y las
agresiones y torturas frecuentes». Señala que, a pesar de esta situación, la
Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental (MINURSO) es
el único organismo de Naciones Unidas que no está autorizado a supervisar el
respeto a los derechos humanos en la zona.
Francia es la principal
culpable de esta lamentable situación. El 24 de abril de 2012, el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas votó sobre esta cuestión, pero Francia ejerció —de
nuevo— su derecho a veto para bloquear la implantación de un mecanismo de
vigilancia para el cumplimiento de los derechos humanos en los territorios
ocupados del Sahara Occidental.
Los recursos naturales: un
debate acallado
El Sahara Occidental dispone
de recursos naturales en abundancia, entre los que se encuentran los mayores
yacimientos de fosfatos del mundo y uno de los caladeros de pesca más ricos de
las costas africanas.
Javier García, miembro de la
ONG Western Sahara Resource Watch , afirma que «de las minas de Bucraa del
Sahara Occidental se expolian cada año 4.000 millones de toneladas de fosfatos,
de los que las empresas más beneficiadas son las de Estados Unidos, Australia y
Canadá. Los acuerdos de pesca entre Marruecos y la Unión Europea generan unos
beneficios de 24 millones de euros anuales».
Según la evaluación externa de
la Comisión Europea de los acuerdos pesqueros con Marruecos, el 74 por ciento
de los barcos de la UE pescan en aguas saharauis. Además, su informe afirma que
el acuerdo fue el peor de todos los acuerdos de pesca «bilaterales» vigentes en
términos de costes y beneficios y que contribuye a la destrucción de la vida
marina. Resulta difícil calcular cuál es el beneficio exacto que Marruecos
obtiene con todo este saqueo, pues sus cuentas no diferencian los beneficios
obtenidos por los territorios ocupados y Marruecos propiamente dicho.
Carlos Ruiz, profesor de
Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago de Compostela (España) y
experto en el Sahara Occidental, afirma que «la legislación internacional
establece que es ilegal extraer recursos de un territorio pendiente de
descolonizar, a menos que la población autóctona sea consultada y el lucro se
obtenga en beneficio de la misma». Hasta la fecha, eso no ha sucedido.
También sostiene que Marruecos
no solo está saqueando el Sahara Occidental, sino también promoviendo la
colonización al ofrecer puestos de trabajo en esos sectores: «la industria de
los fosfatos emplea ahora solo a 200 saharauis de una masa salarial total de
1.900 personas». El gobierno marroquí también está legitimando indirectamente
la ocupación mediante tratados comerciales con otros países.
Además de todo esto, es
probable que existan reservas importantes de petróleo y de gas a lo largo de la
costa. Marruecos realiza prospecciones en busca de petróleo tanto en la costa
como en el litoral marino del Sahara Occidental, a pesar de que según la
legislación internacional es ilegal. La empresa estatal marroquí ONHYM ha
concedido licencias a tres empresas extranjeras: Kosmos Energy Offshore Morocco
HC (filial de las empresa registrada en Bermudas Kosmos Energy Ltd., que cotiza
en la bolsa de Nueva York desde mayo de 2011), la empresa irlandesa San Leon
Morocco Ltd., y la empresa británica Longreach Oil and Gas Ventures.
Si el Sahara Occidental
obtiene la independencia, el Frente Polisario también establecería acuerdos
comerciales internacionales, pero las empresas que hoy día saquean sus recursos
podrían verse obligadas a pagar una multa por transgredir la legislación
internacional. ¿Por qué iban a correr semejante riesgo si el sistema de
«retro-comisiones» beneficia tanto a las empresas como a Marruecos?
La perpetuación de un
conflicto al servicio de intereses individuales
A pesar de que aparenta ser un
conflicto entre dos partes, Marruecos y el Frente Polisario, la última de las
cuales representa al pueblo saharaui, también hay implicadas otras potencias
debido a los intereses que despierta la región.
Es importante recordar que el
conflicto se inició en la época de la Guerra Fría, cuando la posibilidad de que
hubiera un nuevo Estado socialista no era algo deseado por las potencias
occidentales. Argelia ha sido el único aliado constante del pueblo saharaui, y
se debe principalmente al interés de salvaguardar sus propios intereses y su
seguridad. Argelia combatió el expansionismo marroquí en 1963 en la Guerra de
las Arenas, e incluso hoy día Marruecos todavía no reconoce las fronteras con
su vecina. En consecuencia, la creación de un Estado saharaui independiente
dentro de Marruecos sería un alivio para Argelia.
En la escena internacional, la
tesis de que Marruecos es un socio clave de las potencias occidentales es bien
conocida: está situada en el norte de África y, por consiguiente, puede actuar
como barrera contra la inmigración ilegal y la amenaza del terrorismo.
Francia es la principal
cómplice de Marruecos y es una aliada poderosa, pues es miembro permanente del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Mantiene lazos históricos y muchos
intereses en la zona. Después de que descolonizara África, Francia estuvo a
favor de la hegemonía marroquí en el Magreb para garantizar los intereses
franceses en la región.
En lo que se refiere a la
Unión Europea, los intereses de la Comisión Europea son básicamente económicos:
su principal objetivo consiste en crear una zona de libre comercio entre Europa
y África. Los miembros del Consejo Europeo guardan silencio; de modo que es en
el Parlamento Europeo, la instancia más democrática de la Unión Europea, donde el
conflicto ya no se silencia y donde la violación de los derechos humanos y la
legislación internacional están empezando a ser denunciadas.
Cuando fracasa la justicia
internacional
El pasado mes de marzo se
entablaron nuevos diálogos en Nueva York en lo que supuso otra tentativa de
encontrar una solución al conflicto. El enviado personal para el Sahara
Occidental del Secretario General de Naciones Unidas, Christopher Ross, visitó
los territorios ocupados. Después, dijo: «el conflicto acerca del estatus definitivo
del Sahara Occidental ha durado demasiado tiempo. Sería un grave error de
cálculo creer que el statu quo puede perdurar, puesto que ahora se ve amenazado
por la aparición de elementos extremistas, terroristas y delictivos en la
región del Sahel».
El estancamiento de esta
situación acrecienta la frustración de los refugiados saharauis. Tras las
manifestaciones saharauis pacíficas y el desmantelamiento violento de Agdaym
Izik por parte del ejército marroquí, el pueblo saharaui, y también el pueblo
marroquí, está cada vez más descontento con la situación.
Habrá que ver si estas
tensiones estallan o no. Pero está claro que el derecho del pueblo saharaui a
la autodeterminación no solo es importante para ellos, sino también para
preservar el principio de justicia internacional. Si no se puede conseguir, las
instituciones europeas como la Unión Europea y, sobre todo, Naciones Unidas,
habrán fracasado a la hora de demostrar que sus valores y sus ideas son algo
más que una utopía abstracta.