*Fuente: CEAS-Sahara
El pasado sábado 17 de febrero
fue un día más para volver a sentir vergüenza de la absoluta totalidad de
gobiernos democráticos que ha tenido España. Fue uno de esos días en los que
uno siente cómo se le remueven las entrañas con solo recordar las palabras
huecas de nuestros dirigentes cuando defienden la democracia, cuando hablan de
la defensa de unos Derechos Humanos que ni practican, ni buscan y mucho menos
defienden.
El sábado Marruecos sentenció
de manera injusta a 24 saharauis, condenando a ocho de ellos a cadena perpetua,
por el simple hecho de haberse manifestado pacíficamente a finales de 2010
montando el campamento de Gdeim Izik. Fue un juicio ilegal, repleto de
irregularidades según el cien por cien de los observadores internacionales que
acudieron al proceso. Un juicio militar para 24 civiles que se ha demorado más
de dos años, dejando que esos saharauis se pudrieran en una cárcel inmunda
marroquí sin que se hubiera probado su culpabilidad, después haber sido
torturados. Ni siquiera ahora, con su vida arruinada, se ha demostrado nada,
salvo la carta blanca que tiene Marruecos para violar sistemáticamente el
Derecho Internacional.
El sábado, fue uno de esos
días en los que el Gobierno de España y, por supuesto, Juan Carlos I, no sólo
volvieron a eludir su responsabilidad histórica sino que, además, se
convirtieron en cómplices de una dictadura como la de Mohamed VI, de un régimen
que tortura, mata y condena injustamente a presos políticos que son, para mayor
deshonra nacional, antiguos ciudadanos de España. Ante un proceso como el que
concluyó el pasado fin de semana en Marruecos, no sólo España, sino el grotesco
premio Nobel de la Paz de la Unión Europea deberían protestar enérgicamente,
porque si con la última Constitución marroquí todos ellos aplaudieron “los
avances democráticos del país”, el veredicto de Rabat es un retroceso a los
tiempos más oscuros de Hassan II.
Si en cualquier país europeo
se desarrollara un juicio como el de Marruecos, sería un auténtico escándalo,
sólo superado si el escenario fuera Venezuela, Cuba o Ecuador. Entonces, el
ministerio de Exteriores emitiría una nota de condena y los que hoy funden sus
ideologías dispares en un vergonzante crisol de ruindad, desde el propio José
Manuel García-Margallo a su antecesora Trinidad Jiménez, pasando por Aznar,
Rajoy, González, Rodríguez Zapatero o Rubalcaba, lamentarían la falta de
libertad.
Con Marruecos no porque este
Gobierno, como todos los previos, está ciego de Sahara y, de hecho, salvo que
una hernia lo impida, del 3 al 5 de marzo el rey viajará al encuentro de
Mohamed VI con una delegación de empresarios españoles, para volver a mirar
hacia otro lado, con una mano ocultando las sangrantes violaciones de Derechos Humanos
bajo la chilaba mientras se tiende la otra para recibir un puñado de dírhams, o
un puñado de peces y fosfatos del Sahara. Eso tiene un nombre y no es ni
excelencia ni competitividad.
Un día después de la
ignominiosa sentencia marroquí, Hijos de las nubes se alzó con el Premio Goya a
la Mejor Película Documental. Un premio para el pueblo saharaui, para toda la
gente, que es mucha, que ha he hecho posible ese documental, desde los mismos
productores a todas las personas que han luchado por esa realidad —la lista es
interminable, sin olvidar a la gran familia del FiSahara— y, por supuesto, a
quienes llevan 38 años olvidados en el desierto del Sahara. Ese Premio Goya ha
sido una nueva bofetada de realidad para el Gobierno español, para una cartera
como la de García-Margallo, convertida en una mera oficina comercial carente de
dignidad y honestidad si pasa por alto el trágico destino de esos 24 saharauis.
El pasado sábado 17 de
febrero, comenzaba esta carta, fue un día para sentir vergüenza de nuestro monarca,
de nuestro Gobierno y de esta doble moral que tolera juicios como el concluido
en Rabat. Fue un día para constatar la prostitución política de nuestro país,
de toda Europa, de la Comunidad Internacional en pleno. Fue un día en el que
todos los que nos gobiernan -y han gobernado-, nuestro mismísimo Jefe de Estado
que un día prometió lealtad al pueblo saharaui, perdieron con su silencio toda
legitimidad para llamarse demócratas. Ahora, la cruel dictadura marroquí de
Mohamed VI les brinda una nueva oportunidad de no aparecer ante la opinión
pública, ante el pueblo español, como mercenarios sin escrúpulos, cuyo destino
quizás, termine en el mismo callejón sin salida al que conduce esta moral
esquelética. No desaprovechen la ocasión porque, de dar ahí con sus huesos, no
serán los españoles de bien quienes acudan a su rescate.
Firmado: David Bollero, Javier
Bardem, Eduardo Galeano, Rosa Maria Sarda, Juan Diego Botto, Javier Reverte,
Alberto San Juan, Rosa Montero, Alfons Cervera, Almudena Grandes, Luis García Montero
Carlos Berzosa, Rosa Regás, Manuel Rivas, Joaquín Sabina, Silvia Munt......y 20
firmas mas