*Por: Bahia Mahmud Awah, 1 de septiembre de 2015
Siguiendo estos días el impacto humano del flujo de exiliados que van huyendo
con sus tragedias empujados por la guerra en el Medio Oriente y en el cuerno de
África, reflexioné sobre dos temas, la condición “exilio” y el compromiso de
los pueblos africanos con el pueblo saharaui. Esta última reflexión se basa en
un mensaje y una foto que recibí de unos amigos universitarios gaboneses en el
que me ratificaban su compromiso con la lucha del pueblo saharaui. La palabra exilio
es una expresión que nuestra humanidad ha introducido en su jerga de poder para
definir a los que fuimos ilegalmente expulsados y desposeídos de nuestro hogar
y nuestra tierra. No siendo esta expresión, exilio, más que la acepción que
define el fracaso y la incapacidad de liderazgo de los poderes que dirigen
nuestro mundo. A estos seres humanos que van huyendo de la muerte, y que me han
hecho revivir mis pasos de niño en mi éxodo buscando cobijo, les dejo constatar
mi profunda solidaridad y sentir hacia su suerte.
¡Humanidad!, ¿ante estos dramas, adónde nos refugiamos los desposeídos y
desterrados? Los pueblos expulsados de sus tierras nos hemos convertido en
literatura. Y hacemos esta literatura cuando hablamos de nuestras luchas y las
consecuencias que nos acarrea. Nuestros recuerdos son igual que los del primer
mundo, tras vivir la I y II Guerras Mundiales, la esencia de la muerte y la
destrucción, el iniciar el éxodo hacia un lugar seguro. Esas son las amargas
vivencias que el Primer Mundo experimentó, que debería de lección magistral para
no volver a caer ni dejar de sentir humanidad ante semejantes injusticias.
En marzo de 2013 participé en el “Congreso Internacional Virtual: El
afro-hispanismo en África, África en el afro-hispanismo”. Un evento académico
internacional organizado por las universidades de Guelph, Ontario (Canadá), y
la universidad de Ghana. El encuentro me posibilitó conocer varios académicos del mundo universitario de África,
Latinoamérica y Europa; fue un sugestivo encuentro sumamente fructuoso en su
dimensión humana y académica, con el propósito de abrir camino hacia un mundo afro
hispano sin fronteras. En ese congreso conocí a dos magníficas profesoras, la ghanesa canadiense, Dorothy
Wellington, una de las organizadoras y docente en la universidad de Guelph y la
ponente gabonesa Veronique Okome, profesora de Conferencias Lengua y Cultura
del Mundo Hispanófono y Directora del Centro Africanista de Estudios del Mundo
Hispano Luso de la Ecole Normale Supérieure de la Universidad de Gabón.
Al haber vivido y experimentado el éxodo como huida hacia el exilio, he
leído mucho sobre este fenómeno. Recuerdo una cita del escritor sueco Henning
Mankell en la que decía “Nuestras organizaciones en el exilio han sido una
especie de sustituto de las ciudades y los pueblos que nos vimos obligados a
abandonar”. Y aquí no quiero pensar en aislados guetos, más bien en organizaciones
de comunidades, asociaciones de escritores, culturales y de derechos humanos.
El caso nuestro, los saharauis desde siempre hemos llevado a África en el
corazón, porque sin su cultura tan arraigada entre nosotros y el pensamiento de
sus históricos lideres contra el dominio colonial, como Patrice Lumumba, Oliver
Tombo, Kwame Nkrumah, Mandela, Boumediene, Julius Nyerere, Amílcar Cabral,
Agostinho Nheto, no nos hubiera sido posible encarnar el ideal anticolonial y
sublevarnos contra todos sus múltiples tentáculos contra los que aún seguimos
luchando, como último pueblo de África que padece esta lacra de ocupación
extranjera y dominio neocolonial.
En los años setenta, siendo niño, inicié mi éxodo huyendo de la guerra, lo
que más adelante hizo que entendiera con claridad esa terrible condición del destierro
y el exilio y sobre la que decía Luis Leante, premio Alfaguara 2007, amigo y
prologador de “El sueño de volver”: “No conozco una palabra más terrible que “exiliado”
para referirse a la condición de una persona”. Recuerdo que en el internado
donde estuvimos cientos de niños en el norte de Argelia tarareábamos una
canción revolucionaria saharaui de aquellos años que decía: “Nuestra causa es
africana y esta tierra del Sahara está invadida”. ¿Era entonces un mensaje a África,
la cuna de nuestra humanidad? Con esta canción yo entendía que estaría
despojado de mi hogar pero me encontraba bien acogido por África, por lo que no
sentía que estuviéramos solos. Posiblemente sin este pensamiento que adquirí
con mi generación y a una edad muy temprana, no me hubiera sido fácil
identificar la buena suerte que nuestra lucha adquirió al ser apoyada por los
pueblos africanos.
En el año 1998 el ghanés Kofi Anan, entonces Secretario General de la
ONU, visitó los campamentos de
refugiados saharauis. Recuerdo una pancarta colgada frente una jaima negra
tradicional saharaui que decía: “Kofi, África needs you”, y esa África
indudablemente también es el Sahara Occidental. Nuestro sentir por el
africanismo nos mueve como nos lleva el ritmo de tambor africano que está
latente en nuestro ser. Ante los ojos de los africanos nuestra lucha, la de los
saharauis, es la del pueblo palestino ante el mundo árabe. En 2014 tuve la
suerte de conocer en persona y escuchar al histórico líder sudafricano del ANC,
Andrew Mlangeni, compañero de celda de Nelson Mandela, cuando este visitó los
campamentos de refugiados saharauis durante el XII FISahara,
dedicado a Mandela. En un mitin se dirigió a la población con estas palabras,
propias de un líder que arenga a sus seguidores a ganar su lucha: “Veo muchos
periodistas y fotógrafos en este tipo de eventos, pero nunca lo vemos luego
reflejado en los medios” y más tarde sentenció: “Los saharauis han de estar muy
agradecidos a Argelia por haberles dejado este lugar; como nosotros agradecimos
a Tanzania que nos dejara un cachito de jungla desde donde pudimos organizar
nuestra lucha (…) Los saharauis conquistarán su libertad, y si no ellos, sus
hijos”. Palabras de compromiso que reflejan el sentir de toda África hacia la
causa saharaui. También conmemoró esa batalla de la historia que libraron
muchos pueblos africanos ante el dominio colonial, y recordó su exilio en
Tanzania: “Allí pudimos cortar árboles para hacer casas y sembrar comida para
sobrevivir, pero los saharauis están en este lugar de mucha dureza y
sufrimiento y sin embargo han sabido sobrevivir”. Sí, es cierto que hemos
resistido y continuado porque África está ahí presente con nosotros.
Creo mucho en el poder de hacer muchos frentes, de una literatura que
emana del compromiso más que la destructora expresión de las armas, sea como
fuera su resultado final. Aunque esta indeseable vía bélica, muchas veces es el
único lenguaje que les queda a los pueblos para derrotar a la injusticia. El
poder inmaterial de la literatura en todas sus facetas es uno de los lenguajes ante
el que inevitablemente sucumbirán los que nos echaron y nos sometieron a esta
condición de exiliados, desterrados y refugiados. Durante el inicio de la
invasión marroquí al territorio saharaui en 1975, un periodista de habla
inglesa preguntaba al entonces rey marroquí Hasan II cómo reaccionaría el
monarca si los saharauis tomaran las armas contra la “Marcha Verde”. El déspota
respondió, vacío de sentimientos humanos y subestimándonos: “¡Nos los comeremos!”.
Tres décadas fuimos indigestos para él, y ya lleva otra padeciendo su hijo nuestra
determinación. Nadie podrá someternos.
En la Ecole Normale Superieure, ENS de la Universidad de Gabón, tengo
amigos gaboneses a quienes su profesora de filología española, Veronique, les
introdujo en su plan de estudio la literatura saharaui escrita en español y adquirió
algunos de mis libros, como “El sueño de volver”, obra en la que repaso la
historia de aquella irrepetible generación anticolonial del 73 saharaui; “La maestra
que me enseñó en una tabla de madera”, libro dedicado a mi madre y maestra
Jadiyetu, y “El porvenir del español en el Sahara Occidental”. A través de la
red pude desarrollar varios encuentros virtuales con estos estudiantes que me
llevaron a recordar cómo en las universidades de las metrópolis y colonias de
aquellos años se formaron carismáticos dirigentes africanos de los años sesenta
y cómo espolearon la conciencia de sus pueblos y se sublevaron contra el
colonialismo y sus doctrinas. Este verano recibí un correo de mi amiga la
profesora Veronique en el que me informaba que venía a Madrid para impartir una
conferencia en la Universidad de verano en el Escorial sobre la Cultura y Sociedad
africana, a la vez que me confesaba que traía una carta de sus alumnos que
habían leído mis libros.
Una vez más percibí que los saharauis tenemos ganada nuestra causa y que
estos pueblos no nos van a fallar en nuestra lucha, que se acerca a su final.
La carta no ha podido ser más cercana y original, era una foto de los
estudiantes posando frente a su centro universitario, y en el dorso me dejaban el
siguiente mensaje: “¡Hola hermano Bahia! Nosotros estudiantes de la E.N.S de Gabón
le saludamos con respeto. Su obra maestra “El sueño de volver” nos ha
encantado. La causa saharaui que defiende es nuestra. Quizás un día más pronto
se realice, por la gracia de Dios. Saludos cordiales”.
Al respecto prometí responder a estos amigos y hermanos africanos de
nuestra causa de forma abierta y para ello me he basado en aquellos antecedentes
históricos que en los años sesenta protagonizaron otros jóvenes como ellos en
todo el continente africano, hechos que he podido absorber de niño y otros sacados
del libro “El largo camino hacia la libertad”, la autobiografía de Nelson
Mandela. Estoy seguro que estos estudiantes gaboneses no van a defraudar el
compromiso de sus antecesores y para ello me valgo de este proverbio saharaui
que reza: “traicionar el compromiso está en manos de quien en casa se ha
quedado”.
Y aquí hago mío el pensamiento y lo traslado a todos los mundos universitarios
africanos y sobre todo a los que fueron colonias francesas y les recuerdo que
el Sahara Occidental está registrado en el Comité de Descolonización de los 24 de
la ONU como uno de los 16 territorios no autónomos que faltan por descolonizar
en el mundo y el único en África. Sed fieles ante el compromiso con vuestro
hermano pueblo saharaui por el que un día la Historia os juzgará. El valor
humano de los pueblos en cualquier balanza que se pese, caerá siempre a favor
de la razón como el presentimiento y muestra de apoyo que hicieron en su carta
estos compatriotas gaboneses cuando me decían “Quizás un día muy pronto se
realice” el sueño del pueblo saharaui. Y esta lucha queridos amigos es un amor
que quien lo haya probado lo sabe. Dios mediante, en este compromiso con el
pueblo saharaui y la historia de nuestras luchas nos dejó muchos ejemplos como
esta cita de la despedida de Lumumba a su esposa Pauline y a los pueblo
africanos que escribió en 1961 dos semanas antes de ser asesinado: “La historia dirá un
día su palabra, pero no será la historia que se enseñe en Bruselas, en París,
en Washington o en las Naciones Unidas: será la que se enseñe en los países
liberados del colonialismo y de sus títeres. África escribirá su propia
historia, de gloria y de dignidad, al norte y al sur del Sahara”.
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