Muchas gracias, compañeros. Gracias por la
lección de dignidad que estáis dando a este mundo corrompido.
Gracias por demostrarme una vez más que hay
esperanza, que sigue habiendo personas que sienten como yo que otro mundo es
posible y se dejan el alma si es preciso para conseguir que un día tengamos ese
mundo digno que merecemos, ese mundo donde hay lugar para todos.
Estoy muy preocupada por vuestro estado de
salud y cada día me concentro para enviaros toda mi fuerza y mi mejor energía
hasta dentro de esa inmunda prisión donde vuestra dignidad os ha confinado.
Siempre he creído que el campamento de
Gdeim Izik es la semilla de la independencia. La semilla que ahora mismo brota
en vosotros y seguirá brotando hasta romper todas las cadenas que oprimen y
ahogan a vuestro pueblo y a tantos otros.
Yo lo sé y por eso os acompaño.
Porque sigo creyendo que será posible y no
voy a rendirme.
No es la primera vez que os lo digo, pero
yo, como much@s compañer@s, vamos con vosotros de forma incondicional hasta el
final. Sea cual sea. Aquí seguiremos gritando como siempre hemos hecho.
Tratando de conseguir que se os escuche. Tratando de romper el duro bloqueo de
unos medios controlados por el capital de los estados que están destrozando
este planeta.
Y yo sé, creo firmemente en que lo vamos a
conseguir. Si no creyese que es posible ya no seguiría aquí. Ni siquiera estaría
escribiéndoos esta carta. Gracias amigos, hermanos, compañeros. Gracias por
darnos a tod@s una nueva lección de dignidad y resistencia. Gracias por
permitirme seguir aprendiendo de vosotros, de vuestra lucha que es la mía.
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