miércoles, 26 de julio de 2017

Traidora España. Por Sato Díaz

Año 1975. Traidora España entrega el Sáhara Occidental, entonces aún provincia española, a Marruecos quebrantando la fidelidad a la Justicia Internacional.
Un tribunal marroquí sentencia a 21 activistas saharauis a cadenas perpetuas y más de 300 años de prisión por participar en un campamento de protesta.
Si al Sáhara se le llama la última colonia de África, entonces España es el único país europeo que no ha sido capaz de poner fin a esa lacra, la colonización africana.
La traición quita el sueño al que la ejecuta y perpetúa el desasosiego en quien tiene un mínimo de principios. La traición vuelve, del pasado al presente, una y otra vez, y toma rostro de culpa, de arrepentimiento. No deja descansar. Traidora España que, como a Macbeth, te retumban los fantasmas del pasado para recordarte tus vergüenzas, tus fracasos. Traición, dice la RAE que es una falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener; o el delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria. La patria, traidora España. Esa España que bosteza.
Año 1975. Traidora España entrega el Sáhara Occidental, entonces aún provincia española, a Marruecos quebrantando la fidelidad que se debe guardar a la Justicia Internacional, al Derecho Internacional, a la Corte Internacional de Justicia de La Haya que había fallado poco antes que no existía vínculo de soberanía territorial entre el territorio del Sáhara Occidental y el Rey de Marruecos. Traidora España. Juan Carlos de Borbón, entonces jefe del Estado en funciones mientras el dictador agonizaba, el 2 de noviembre prometía a las tropas españolas desplegadas en el Sáhara que se defendería el territorio frente a la invasión marroquí que tomaba forma mediante la Marcha Verde. Carlos Arias Navarro, entonces presidente del Gobierno, firmaba una carta redactada por el sultán de Marruecos de compromiso con que los soldados españoles se retirarían, según narran cargos militares de la época. No la redactó él, la redactó el sultán de Marruecos.
Traidora España, entonces, cuando entregaste a todo un pueblo a la barbarie de la guerra, la muerte, el exilio y la ocupación a cambio de sucios negocios, billetes manchados de sangre intercambiados en los postres de cenas compartidas entre familias reales, entre empresarios aficionados al estraperlo, al saqueo y a los favores de ida y vuelta, entre ministros y cargos públicos franquistas entonces, socialistas y populares más adelante. Negocios acordados debajo de las mesas, donde la opinión pública no los puede llegar a ver, donde huele a clamidias y a infección de orina.
Imágenes de la traidora España durante más de cuarenta años. Felipe González prometiendo que el PSOE siempre estaría del lado de los derechos legítimos del pueblo saharaui en 1976, más adelante jugando al intercambio de cromos con familias reales marroquíes y saudíes. A veces los cromos parecen escrituras inmobiliarias. Rodríguez Zapatero, otrora defensor de una alianza de civilizaciones basada en los Derechos Humanos, en 2015 participando en un foro internacional organizado por Marruecos en la ciudad saharaui de Dajla, en unos territorios ocupados donde se violan flagrantemente los Derechos Humanos de la población saharaui, en un territorio que ningún actor internacional reconoce que forma parte de Marruecos, legitimando una ocupación ilegal, militar y violenta.
Pérez Rubalcaba recibiendo como vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior al entonces también ministro del Interior marroquí, Taib Cherkaui y un amplio séquito, en el que se encontraba Hosni Bensliman, máximo jefe de la Gendarmería marroquí, imputado por genocidio en la Audiencia Nacional y reclamado también por la Justicia francesa por secuestro y desaparición, haciendo caso omiso a la orden internacional de detención librada por Interpol, así como la euro-orden dictada por la Justicia francesa. La exministra de Exteriores, Ana Palacio, entrando a formar parte de una sociedad estatal marroquí de fosfatos, que expolia estos recursos naturales saharauis, pocos meses después de que el Tribunal de Justicia Europeo aclarara que el Sáhara no es Marruecos y que no se puede comerciar con estos recursos de un territorio no autónomo… Business.
Traidora España, qué malasombra es la traición que siempre vuelve a mirarte a los ojos. Y qué poco aguantas la mirada ante la verdad, cuánto complejo. Un tribunal marroquí sentencia a 21activistas saharauis a cadenas perpetuas y más de 300 años de prisión por participar en un campamento de protesta. En el desmantelamiento de aquel campamento moriría un ciudadano saharaui y también español sin que nadie investigara posteriormente la muerte. Traidora España. Un juicio sin garantías, según han denunciado observadores internacionales, con declaraciones extraídas bajo tortura, según advierte Amnistía Internacional, sin pruebas concluyentes… Les acusan de culpables del fallecimiento de 11 agentes marroquíes. No hay pruebas, ni garantías. Ninguna investigación independiente sobre lo que sucedió en el brutal desmantelamiento de aquel campamento, conocido como Gdeim Izik. Y qué callada estás, traidora España. 21 vidas truncadas y familias rotas. Qué silencio del Gobierno, del PSOE, del PP y tantos otros, mientras la sociedad civil, organizaciones de todo tipo, muestran su descontento. Qué mal te callas, España.
La traición que vuelve a sacarte los colores, España, rojigualdos. Como volvió en el 2009, cuando la saharaui Aminatou Haidar fue expulsada y devuelta desde el aeropuerto de El Aaiún hasta Lanzarote, tras habérsele retenido el pasaporte, por decir que era saharaui y no marroquí. Traidora España, que con el socialista Miguel Ángel Moratinos de ministro de Exteriores aceptabas el chantaje marroquí y el ingreso en suelo español de una mujer extranjera, sin pasaporte, contra su voluntad. Cómo bajas la mirada cuando la traición regresa para mirarte a los ojos. Cuando Haidar mantuvo una huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote durante 32 días reclamando algo tan de sentido común como que le devolvieran el documento para poder regresar a su casa, en el Sáhara, junto a su familia. Cuando se hizo eco todo el mundo del atropello y venció una mujer frente al complot de dos estados, traidora España y Marruecos.
Qué jodida es la traición que retorna y llama a la puerta de tu casa cuando menos te la esperas, en medio de una sobremesa con amigos y chistes de mal gusto y risas falsas, cortando la digestión de las rosquillas y el anisete. Qué vergonzoso es pasear con la incapacidad y el fracaso marcados en la frente de por vida. Cuando Naciones Unidas y la Comunidad Internacional ya habían condenado mucho antes la lacra de la colonización, cuando toda África se descolonizaba, cuando las potencias europeas se retiraban después de décadas de saqueo, atrocidades, muerte y destrucción, entonces prefieres el acuerdo de trastienda, el trapicheo, la traición, que cumplir con la obligación.
Si al Sáhara Occidental se le llama la última colonia de África, entonces tú, traidora España, eres el único país europeo que no ha sido capaz de poner fin a esa lacra, la colonización africana, tantos años después. Cómo vas a ser capaz de pedir la palabra en algún foro internacional, con tu traje bien planchado y los cabellos brillantes engominados, de levantar la voz y emitir promesas de un futuro más humano, más justo. Cómo vas a ser capaz de esto cuando escondes tanta ceniza bajo la mesa camilla y el brasero, las chustas de los puros encendidos con billetes prendidos. El proceso de descolonización inacabado, hasta que se desarrolle el derecho a la libre determinación del pueblo saharaui, tu promesa, la legalidad internacional, tu traición. Cómo vas a sonreír hablando de democracia, de progreso, de Derechos Humanos o de presos políticos si se nota que no es sonrisa, es una mueca mal disimulada, desencajada.
Traidora España que durante cuarenta años has ejercido de trilera, mientras el pueblo saharaui ha resistido para no ser exterminado. Un pueblo refugiado en un solar en medio del desierto, exilio inhóspito entre el sol abrasador y la arena que no deja crecer la hierba. Un pueblo que ha resistido en un Sáhara ocupado, donde se han borrado los derechos más elementales, humanos, económicos, sociales y culturales. Entre cárceles negras, violaciones, desapariciones, asesinatos, bombardeos con napalm y fósforo blanco, ha resistido este pueblo pobre en riquezas materiales, pero digno en valores, mientras algunas de tus empresas, traidora España, homóloga Europa, continúan saqueando sus escasas riquezas: la pesca, la arena, los fosfatos…
Ahora que, como todos los veranos, han llegado cerca de 5.000 niñas y niños de los campamentos de población refugiada con sus sonrisas inocentes, que juegan al fútbol en las plazas de tus pueblos, que echan a correr cuando se acercan las olas de tus playas, que aplauden cuando se prueban unas gafas que corrigen sus crónicas miopías, que consumen proteínas suficientes para engañar la desnutrición durante unos meses y que se emboban al descubrir que de los grifos sale agua. Ahora, que cerca de 5.000 familias más de todo el Estado se suman a los lazos que se construyen entre pueblos y que no pueden ser borrados por la traición perpetuada en las reuniones de casino. Ahora, traidora España, vuelves a tener la oportunidad de asumir tu responsabilidad, de pedir perdón, decir la verdad y reparar la injusticia. De considerar nulos los juicios sin garantías que acaban de condenar a los activistas saharauis de Gdeim Izik. De asumir tu papel de potencia administradora del proceso de descolonización e iniciar un camino que termine con la lacra del colonialismo en África después de varios siglos. De poder mirar a los ojos al pasado.
Pero qué esperar de ti, traidora España. Cuando a Macbeth le regresa la traición en forma de espejismo, cuando se le aparece el espectro de Banquo, no puede disimular su culpa y enloquece. Tú eres más del sainete y del astracán que de tragedia shakespeariana. Tú no conoces el arrepentimiento, quizás, tan solo unos golpes en el pecho exagerados. Qué bien viene la frase pronunciada por un personaje de Max Aub, aquel que se exilió en México después de la guerra y al que también condenaste al olvido, en su novela “El laberinto mágico”, en una despedida en la frontera pirenaica dejando atrás un país en llamas. Esa frase, “me vienes a la garganta, España”. Porque vienes a la garganta, te repites, como arcadas. Mientras entran en la cárcel estos presos saharauis, tú ya estás preparando la caseta de la feria en terreno recalificado. Ya estás retirando el hediondo gato muerto de un solar en el que pronto construirá la inmobiliaria de tu primo. Y olé.

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