martes, 4 de octubre de 2011

Reportaje: Fútbol, política y rencor en el Sáhara Occidental



Sáhara Occidental. Dajla. Barrio de Hay Mesyed. Calle Butalha, sin número. Es la casa de la familia de MaichanMohamed Lamin Lehbib, 28 años, muerto el pasado lunes durante los disturbios que desembocaron tras un partido de fútbol en la ciudad entre el equipo local Mouloudia y el Mohammedia. Unos incidentes que duraron hasta la tarde-noche del lunes.

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"Todo comenzó como un partido de fútbol y desembocó en una lucha entre comunidades irreconciliables", sostiene Brahim Hamayada, tío de la víctima. Brahim habla perfecto español porque toda la familia "vivía aquí cuando esto era Villa Cisneros", afirma Sidati, primo del fallecido. "Mi padre fue primer vicesecretario del Ayuntamiento en la época; mi madre es parlamentaria del Frente Polisario en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia) y trabajó en la radio cuando el Sáhara era español", continúa Sidati.

Aicha, 50 años, es la madre de Maichan. Trabaja en la administración de un colegio y gana 250 euros al mes, con los que trata de mantener a su familia. Tiene además tres hijas, Maya de 21 años, Magbula, de 20 y Salma, de 16. "Tenía otra hija, Sofía, pero murió en 2009 por una enfermedad", dice Aicha. "Y mi marido también falleció, en 2001, en un accidente". Maichan perdió la vida el lunes pasado, un día después de que comenzaran los disturbios tras el encuentro deportivo, al que "no acudió", asegura su madre. La causa de la muerte no está del todo clara. Existen dos versiones. "La primera, por accidente de coche", asegura su primo Sidati, "y la segunda que consiguió salir del vehículo y que los marroquíes fueron a rematarle con piedras". La familia afirma no decantarse por ninguna de las dos porque no han recibido los resultados de la autopsia, aunque sostienen que el cuerpo de Maichan "tenía una fractura en el cráneo, lo que probablemente fue por alguna piedra".

"Era bueno, educado, trabajaba en la pesca, recogiendo el pescado y vendiéndolo", recuerda, entristecida, Aicha. Se le saltan las lágrimas al recordar la muerte de su hijo y los días de violencia y miedo que han vivido esta semana. "La gente intentó salir al desierto para montar un campamento y así encontrar la paz que no había en la ciudad", recuerda Sidati, pero "como no podían irse lejos por problemas logísticos, el Ejército evitó que se instalaran cerca de la ciudad".

Sáhara Occidental. Dajla. Barrio de Al Wakala. En esta zona marginal las calles no tienen nombre. La casa de Moulay El Har Koumeily se cae a cachos. Un largo pasillo sirve de hilo conductor entre unas habitaciones con muros de piedra. En una de ellas, sentado, se encuentra Hafed El Hamriti, padre de Yassine, 22 años, fallecido también en los disturbios que esta semana han sacudido Dajla. Hafed hace 21 años que reside en esta ciudad saharaui, pero es natural de Marrakech. Tiene 7 hijos más y una esposa. Preguntado por su edad, necesita mirar su carné de identidad, no la sabe de memoria. "62 años", contesta con el documento en la mano. Está jubilado, pero ha trabajado toda su vida de obrero, posible causa de su artrosis. Toda la familia vive de su pensión y del sueldo de uno de los hijos.

"A Yassine lo atropellaron con un Land Rover", afirma, llorando, Hafed. "Después recibió varias puñaladas en el vientre y le lanzaron contra una roca que le partió la espalda". Hafed asegura que no puede dormir "por miedo a los criminales que provocaron esto" y solo desea "que la justicia caiga sobre ellos y que sean arrestados y condenados".

Una ciudad, dos modos de vivirla

Estos incidentes no son los primeros de este tipo que se suceden en Dajla este año. El pasado mes de febrero diferentes enfrentamientos entre marroquíes y saharauis, todos residentes en esta ciudad, obligaron a cancelar el Festival Mar y Desierto. "Desde ese momento se sembró el odio", sostiene Brahim Hamayada, tío de la víctima saharaui.

Esta vez, el conflicto comenzó por motivos deportivos, a la salida del partido de fútbol; pero "distintas manipulaciones políticas", según las autoridades marroquíes, hicieron que desembocara en "auténticos actos cometidos por criminales". "Quien provocó y siempre ha provocado es la otra parte, los que están al Este de la ciudad y que tantas veces hemos denunciado", defiende Brahim, en alusión al barrio marroquí de Al Wakala.

Las acusaciones de "manipulaciones políticas" que denuncia el Gobierno marroquí podrían ir orientadas, aunque no se ha confirmado todavía así, hacia el Frente Polisario. Sin embargo, Hafed, el padre de la víctima marroquí, no cree que esto sea posible. "No podemos decir que los responsables pertenezcan al Polisario, no les conocemos".

Hafed vive en Al Wakala, un vecindario poblado por marroquíes venidos a Dajla después de 1975, cuando Marruecos se anexionó los territorios del Sáhara Occidental después de que los abandonara España. La familia de Maichan, nativa de la antigua y española Villa Cisneros, llevan en Dajla "desde siempre". Sus vidas, completamente paralelas, se cruzan de manera violenta en ciertas, demasiadas, ocasiones como ésta. "La gente encierra muchas veces a sus hijos para que no los encuentren y los detengan por no haber hecho nada, no se vive tranquilo aquí", sostiene Darjala, nombre en clave de la tía de Maichan. Hafed afirma lo contrario y subraya que la vida en Dajla suele ser "tranquila", solo perturbada "a veces por criminales".

¿La solución? Para Hafed, el proyecto de autonomía que defiende Marruecos ante Naciones Unidas que incluye la incorporación del Sáhara Occidental como provincia marroquí, aunque con amplias competencias. "Es la solución que ha ofrecido nuestro rey con la nueva Constitución y la mejor vía para alcanzar la paz". La familia de Villa Cisneros, en palabras de Sidati, comparte este fin de olvidarse de la violencia, y parece resignada a una realidad que parece apagar poco a poco los deseos de independencia. "Eso son deseos mayores, lo que queremos ahora es que reine la paz".

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