*Fuente y fotos: Bubisher, 24 de febrero de
2015
En Santander, en el Ateneo, aún resuenan
los versos de Badi Mohamed Salem, de Limam Boisha, de Fernando Llorente. Un
cántabro en la corte del rey Poema, sí, porque Fernando, que como apuntó el
propio Limam es un poeta del mar, de la nieve, de las altas montañas y del
verdor en todo su esplendor, ama desde la juventud al Sáhara, y sobre todo sabe
del poder transformador de la poesía. Gonzalo Moure, en su presentación,
aseguraba que la personalidad colectiva del pueblo saharaui tiene en el centro
de su genoma la poesía. Y siguiendo la línea argumental de uno de los
asistentes al acto que citaba a Celaya: “Maldigo la poesía concebida como un
lujo cultural por los neutrales”. Porque no, la poesía no es un lujo para los
saharauis, sino el núcleo de su personalidad porque siendo nómadas sin otro
orden superior que la tribu, fueron unificados por las palabras y los versos de
sus poetas clásicos.
Fernando Llorente quiso ahondar en ese
análisis, y tras varios intentos a lo largo de la vida, logró por fin viajar
hasta lo más profundo y verdadero del desierto, el Tiris, e incluso hasta su
santuario, Leyuad. Una “obra de Dios”, no del hombre, aunque fueron también los
poetas los que expulsaron de su seno a los genios maléficos, llenando su
espacio de versos y oración. Esa es la clave, la espiritualidad. Por eso el
libro que ayer se presentaba era “Tiris, espiritualidad saharaui. Conversación
en Miyik”. Una fusión entre viaje y sueño: el de haber reunido en una quimérica
jaima a poetas de la vieja guardia como Badi Mohamed Salem y Bunana, con poetas
de la Generación de la Amistad, que a diferencia de los primeros, escriben su
poesía en castellano. Y de pronto, en el escenario del Ateneo, en la voz sin
fronteras de Raquel Martín, sonaban con la misma belleza los poemas de Limam o
Zahra Hasnaui, que los libremente versionados por Fernando de Badi Mohamed
Salem.
Hasta hubo baile en el escenario, con
mehlfa y gracia de mujer, la de Melteljer Said y Lala. Toda una fiesta de la
poesía primorosamente organizada por Cantabria por el Sáhara, editora también
del libro que, como dijo su presidente, Gabriel Herrería, no solo tiene el fin
de la difusión de la poesía ya consolidada, sino también el de poder financiar
al Bubisher y otros proyectos humanitarios en el Sáhara, para que pueda surgir
una nueva generación de poetas entre los niños y niñas de los campamentos.
Santander, una vez más, mereció ayer el
título de sexta wilaya, y a la caída de la tarde nos mecimos todos bajo el
hechizo de los versos.
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