Foto: Carlos Cristóbal |
KAOS EN LA RED. Por Javier Gallego. Carne Cruda
En uno de los lugares más secos del
planeta, las lluvias torrenciales han arrasado los campos de refugiados
saharauis. 25.000 personas se han quedado sin hogar, 90.000 están afectadas,
pero apenas ha salido en las noticias ni se ha organizado una campaña global
solidaria. Es como si un torrente de agua los hubiera borrado del mapa.
Desde el cielo es un océano de arena que te
golpea en cuanto bajas del avión. En tierra, ráfagas de viento incandescente y
arenisca te acribillan los ojos y la piel que el turbante deja al descubierto.
La boca y la garganta se resecan al respirar el aire abrasador. El agua que
bebes se transforma de inmediato en sudor que gotea por tu espalda y se evapora
dejando un cerco de sal en la orilla de tu frente. De camino a los campos de
refugiados sarahauis, la carretera está amurallada por bancales de arena en los
que se acumulan los plásticos, las latas y otras basuras inorgánicas que el
viento arrastra por los interminables kilómetros del Sáhara. Uno espera ver el
desierto de preciosas dunas doradas de las películas, pero en este rincón del
extremo suroeste de Argelia, no es más que un pedregal árido y arisco donde una
boca de fuego te escupe a la cara.
Los jeeps y autobuses se arrastran
renqueando con la dificultad de un viejo, tosiendo calor por los tubos de
escape y parando a cada tanto para dejar descansar a los motores, tan
asfixiados como los pasajeros. En pocos minutos dejas atrás los últimos rastros
de civilización y te adentras en una carretera al infinito que pronto se
convierte en camino rocoso por el que los vehículos avanzan dando tumbos como
una comitiva de elefantes. El polvo apenas deja ver a través de las ventanas
pero el viaje parece conducir a ninguna parte. Al fin del mundo. Incluso más
allá. Al vertedero de la Tierra. Allí donde la vida es sólo una forma de
supervivencia angustiosa, donde vivir es casi imposible si no eres un
escorpión, un escarabajo o un saharaui. Casi parece más fácil que la vida salga
adelante en Marte que en este planeta rojo al que han sido expulsados los
exiliados del Sáhara Occidental.
La Hamada lo llaman, la parte más infernal
del infierno. Hamada, una onomatopeya que expresa cuando algo quema. Cuarenta
años llevan quemándose los saharauis en el horno más inhóspito de la Tierra al
que tuvieron que escapar huyendo del genocidio de Marruecos y abandonados a su
desventura por el gobierno español que dos días antes los llamaba ciudadanos y
desde entonces les ha dado la espalda para no molestar al amigo marroquí.
Cuarenta años, varias generaciones perdidas, abuelos, padres, ahora sus hijos,
esperando, entre la miseria y la ayuda humanitaria, a que se haga justicia y
les devuelvan el país que les robaron. Cuarenta años de falsas promesas,
bloqueos de Francia en Naciones Unidas, represión, torturas y asesinatos de
Marruecos y el intolerable olvido de España. Cuarenta años de resistencia en
mitad de la nada sin más apoyo que la solidaridad de los pueblos frente a la
indiferencia de sus gobiernos.
Y ahora esto: en uno de los lugares más
secos del planeta, las lluvias torrenciales que han caído durante días, han
arrasado los campos de refugiados dejando a 25.000 personas sin hogar y a más
de 90.000 afectadas. Las reservas de agua potable y comida escasean. Los
generadores fallan. Los riesgos de enfermedades aumentan. Escuelas, hospitales,
tiendas, lugares de trabajo, han sido destruidos. Cuando construyes casuchas
sin medios y jaimas de nómadas con la intención de regresar pronto a casa, el
agua puede devastar en un día lo que ha aguantado durante décadas. El desastre
es tan colosal como ignorado. El Sáhara está exiliado también de las noticias,
por lo que no ha habido ni una campaña global de ayuda. Al menos a los
refugiados que se agolpan a las puertas de Europa, les vemos helarse de frío
bajo la lluvia, lo que obliga a una respuesta de nuestros gobiernos, aunque sea
insuficiente y patética.
Pero quién ve a los refugiados más
invisibles y longevos de la Historia. Llevan tanto tiempo olvidados que al
mundo le falla la poca memoria que tenía. Los saharauis no son ni siquiera como
los palestinos. Casi nadie sabe de su existencia, casi nadie tampoco que son un
pueblo partido en dos por el muro más largo del planeta después de la muralla
china, el que separa el Sáhara Occidental y su mar de esta lengua salida del
infierno que les abrasa. A ningún país le interesa meterse con Marruecos para
resolver el problema. Están en la esquina del mundo, en una tierra prestada,
donde no molestan ni hay nada que nadie quiera. Es como si un torrente de
lluvia los hubiera borrado del mapa.
MEDIA LUNA ROJA SAHARAUI ha habilitado
una cuenta para colaborar: ES84-0081-0655-63-0001351540.
Recuerda que este programa es solo posible
gracias a ti.
Difúndelo, y si puedes, hazte Productor o
Productora de #CarneCruda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario