Abdellahi Eljarshi tenía 31 años, estaba soltero
y se ganaba la vida pastoreando un rebaño de cabras. Esta vez se fue lejos de Bojador, 50 kilómetros hacia
el este, y llegó a una zona conocida
como El Madelshiat, muy cerca del Muro Marroquí que divide en dos el Sáhara
Occidental.
Y allí, a pocos metros del primero de los
seis tramos del muro militar marroquí, que cierra al sur del Cabo Bojador parte
del segundo muro más largo del mundo, tras la Muralla China, una mina
antipersona acabó el 25 de agosto con la
vida de Abdellahi Eljarshi.
Según información facilitada por la
organización Dales Voz a Las Víctimas, su cuerpo quedó tendido en el desierto y
un familiar que le acompañaba dio la voz de alarma, además de tener que
reagrupar el rebaño, que había huido despavorido.
Una patrulla de Gendarmería marroquí
trasladó el cuerpo de Abdellahi al hospital Hassan II de El Aaiún, a 180 kilómetros ,
donde le fue practicada la autopsia por indicación del Procurador General,
aunque sus padres, Fátima Ment Ibrahim y Ahmed Eljarshi, no querían al
considerar que “la mina ha bombardeado su cuerpo y no hace falta saber más”. El
cuerpo de Abdellahi fue entregado después a la familia.
Dales Voz a las Víctimas han señalado que
la autopsia aportará la certificación de
la causa de la muerte del joven saharaui para que sea incluido en el registro oficial
de víctimas por accidente de mina que han de entregar anualmente las
autoridades marroquíes y del Frente Polisario, para el Informe Monitor y el
registro que la MINURSO aporta al Consejo de Seguridad de la ONU.
La de Abdellahi Eljarshi no es la única
víctima por la explosión de una mina de las entre cinco y siete millones, según
diferentes fuentes, sembradas por Marruecos en el Sáhara Occidental, en
especial a lo largo del muro de 2.720 kilómetros
de extensión.
Su muerte se suma a la de otros civiles
saharauis que llevan sus rebaños de ganado por las cercanías del muro en busca
de mejores pastos, como le ocurrió el pasado mes de abril a Ahmeitu Mahmud, de
29 años. Falleció a consecuencia de las graves heridas que le ocasionó la
explosión de una mina, a 30 kilómetros de la
ciudad de Smara, cuando cuidaba de una manada de camellos. Un mes antes, un niño de diez años perdió una
mano y unos dedos de la otra a causa de una mina en Meheris. En otra explosión,
la víctima perdió las dos piernas. El 28 de enero el equipo de cineastas
formado por Samir Abujamra, brasileño; Tito González, franco-chileno, y Ahmed Mohamed
Lamin, saharaui y director técnico de Dales Voz a Las Víctimas,
sobrevivieron a la explosión de una mina
antitanque al final del muro, en la frontera con Mauritania, en la zona
conocida como La Güera.
Morir desangrado
Dales Voz a Las Víctimas ha señalado que
los pastores nómadas suelen salir solos con su rebaño y cuando pisan alguna
mina en el desierto tienen muy pocas opciones de sobrevivir y lo habitual es
que fallezcan desangrados a consecuencia de las tremendas amputaciones que
ocasionan las minas en las extremidades inferiores.
Además, agrega, resulta muy complicado
obtener información sobre estos accidentes pues en los territorios ocupados se
trata de ocultar cualquier denuncia relacionada con el muro marroquí, rodeado
por millones de minas terrestres, municiones de racimo y otros explosivos
abandonados tras el fin de la guerra, en
1991.
El número de víctimas de las minas del muro
marroquí, al que la Asociación Saharaui de Víctimas de Minas (ASVM) califica
como “el asesino más silencioso y silenciado del mundo”, no se conoce con
exactitud y varía según las fuentes. En los campamentos de refugiados de Tinduf
(Argelia) además de las víctimas totalmente impedidas, se calcula hay unas
1.500 personas con lesiones, pero que no han perdido totalmente la movilidad.
Estos son testimonios recogidos por Elisa Pavón para RASD News:
-Manfoud Alí, de 12 años, acompañaba a su
padre a pastorear por las cercanías de Mheriz. Encontró una bola un poco
extraña, la golpeó con una piedra para ver si podía abrirla y le explotó en las
manos. Era una bomba de racimo, una de las armas más letales que existen,
prohibidas por todas las convenciones internacionales. Sufrió amputación
completa de 4 dedos de la mano derecha.
-Chejmami Mohamed Lamin tenía 14 años
cuando pisó una mina antipersona cerca de Tifariti, en los territorios
liberados del Sáhara Occidental. Estaba con su hermano mayor, ayudando a la
familia en las labores de pastoreo. “No recuerdo nada, ni siquiera el día en
que ocurrió”, comenta. “Si pudiera pedir un deseo, pediría haberme dedicado a
otra cosa”. Con la pierna amputada desde
la cadera, aprendió a adaptar su vida en el campamento de Auserd donde vive con
su familia.
-Muna Hafed tenía cuatro años cuando le
explotó entre las manos una bomba de racimo, que ella creía era una pelota. Los
fragmentos metálicos se incrustaron en varias partes de su cuerpo y rostro.
Tuvo mucha suerte, porque el metal salió despedido en dirección contraria a
ella. Si se hubiera dirigido directamente hacia su cuerpo, podría haber muerto.
Restos de metralla, aunque apenas se aprecian, continúan clavados en su cráneo,
complican su correcto crecimiento y
desarrollo.
-Erdif Mohamed Moulud, 60 años. Cuando
apenas tenía 24 años, pisó una mina antipersona que le amputó la pierna derecha
por encima de la rodilla y que, además, le causó otras múltiples lesiones en el
resto del cuerpo.
-Awala Lehbib Embarek tenía sólo 20 años
cuando seguía a sus cabras en un coche junto a un compañero, al sur de los
territorios liberados, lindando con la frontera mauritana. El rebaño tardaba en
regresar y bajó del vehículo para intentar recogerlo. Estaban demasiado cerca
del muro, pisó una mina y la explosión le arrancó el pie derecho, dejando sólo
su tobillo y un manojo de músculos colgando.
-Sidi Budi Bibi viajaba con tres miembros
de su familia cuando su coche explotó sobre una mina anti-tanque marroquí. El cuerpo de Sidi voló por los aires y salía
despedido con suma violencia. Cayó a tierra como un saco y aterrizó sobre una
mina anti-persona, también sembrada por el ejército marroquí, que le arrancó de
cuajo parte de su pierna derecha por debajo de la rodilla y le desprendió el
ojo.
La Convención de Ottawa de 1997 sobre minas
antipersonales, que prohíbe su adquisición, producción, almacenamiento y
utilización, no fue firmada por Marruecos. El Frente Polisario, al ser el
Sáhara Occidental un Territorio No Autónomo pendiente de Descolonización, se
adhirió a este y otros compromisos como la Convención de Municiones de Racimo de
Oslo de 2010 a
través del Llamamiento de Ginebra. Dales
Voz a Las Víctimas afirma que “sin la firma del Tratado Internacional de
Prohibición de Minas y de la Convención de Municiones en Racimo por parte de
Marruecos la posibilidad de poner freno a los
accidentes en el Sáhara Occidental se reducen cualitativa y
cuantitativamente a la mínima expresión”. En los territorios controlados por el
Frente Polisario el programa Acción contra la Violencia Armada (Landmine
Action) pretende limpiar el Sáhara
Occidental de minas y bombas de racimo.
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